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sábado, 1 de marzo de 2008

El Papa alienta a norteamericanos a defender la vida, el matrimonio y la familia

VATICANO, 29 Feb. 08 / 09:36 am (ACI).- Al recibir esta mañana las cartas credenciales de la Dra. Mary Ann Glendon, nueva embajadora de los Estados Unidos ante la Santa Sede, el Papa Benedicto XVI expresó su aliento a aquellos norteamericanos que trabajan por defender el derecho a la vida, el matrimonio como la unión estable entre un hombre y una mujer, y la familia.
El Pontífice destacó ante todo la experiencia de la Dra. Glendon, que hasta el momento de asumir su nueva responsabilidad se desempeñaba como Presidenta de la Pontificia Academia para las Ciencias, y sirvió a la Santa Sede en diversas misiones internacionales.
"Estados Unidos ha sido una nación que valora el papel de la creencia religiosa para asegurar un orden democrático vibrante y éticamente sólido", dijo el Papa; y agregó que "el ejemplo de su nación uniendo personas de buena voluntad, sin distinción de raza, nacionalidad o credo, en una visión compartida y una disciplinada búsqueda del bien común ha alentado a muchas naciones jóvenes en sus esfuerzos por crear un orden social armonioso, libre y socialmente justo".
El Pontífice recordó que las guerras y exterminios del siglo XX "han dejado en claro que el futuro de la humanidad no puede depender de un mero compromiso político. Más bien, debe ser el fruto de un consenso más profundo basado en el reconocimiento de verdades universales enraizadas en la reflexión razonada en los postulados de nuestra humanidad común".
Al respecto, el Papa expresó su confianza en que "su país, establecido en la verdad evidente de que el Creador ha concedido a cada ser humano ciertos derechos inalienables, seguirá encontrando en los principios de la ley moral común, consagrada en sus documentos fundacionales, una guía segura para ejercer el liderazgo en la comunidad internacional".
El Pontífice recordó que la búsqueda del bienestar mundial implica "primero y ante todo, trabajar por el desarrollo integral de los pueblos, especialmente a través de la proporción de asistencia médica adecuada, de la eliminación de pandemias como el SIDA, más amplias oportunidades educativas para los jóvenes, la promoción de las mujeres y la lucha contra la corrupción y la militarización que distraen valiosos recursos de muchos hermanos y hermanas en las naciones más pobres".
El Santo Padre se refirió luego a las tensiones en el Medio Oriente y expresó su esperanza en el éxito de los acuerdos alcanzados en la cumbre de Annapolis auspiciada por Estados Unidos; pero señaló que "la solución de éstos y otros problemas similares demandan confiar y comprometerse con el trabajo de cuerpos internacionales como la Organización de Naciones Unidas, que por su naturaleza es capaz de impulsar un genuino diálogo y comprensión, reconciliando visiones divergentes, y desarrollando políticas multilaterales".
Finalmente, el Pontífice concluyó señalando: "El histórico aprecio del pueblo norteamericano del papel de la religión en la configuración del ámbito público y en arrojar luz en la dimensión moral inherente a los asuntos sociales, un papel muchas veces cuestionado por un limitado entendimiento de la vida política y del discurso público, se refleja en los esfuerzos de tantos de sus conciudadanos y líderes del gobierno para garantizar la protección legal del don de Dios de la vida desde la concepción hasta la muerte natural, y la salvaguardia de la institución del matrimonio, reconocida como la estable unión entre un hombre y una mujer, y de la familia".

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