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miércoles, 16 de abril de 2008

La francesa que pidió la eutanasia había rechazado el tratamiento - Aceprensa

“Muy pocos habrían podido mirar a Chantal Sébire en sus últimos días de vida y no entender por qué esa antigua maestra de escuela quería ponerle fin. Horriblemente desfigurada y con frecuentes dolores a causa de tumores incurables que se le formaron en los senos nasales y en el cráneo, su petición de que se permitiera a los médicos poner fin a su vida conmovió hondamente a la opinión pública francesa. También provocó una considerable discusión sobre la prohibición de la eutanasia, discusión que ha continuado en la estela del suicidio de Sébire, el 19 de marzo. Pero el apasionado debate que desencadenó el caso Sébire muy bien podría haberse desarrollado de otra manera si el público francés hubiese sido informado de un aspecto que no se mencionó: Sébire rehusó el tratamiento durante casi media década antes de que su enfermedad llegara a la fase terminal que le hizo querer la muerte”.
En 2002, Sébire, explica Crumley, fue diagnosticada de estesioneuroblastoma, un tipo de cáncer que se puede controlar mediante la extirpación de los tumores que aparecen en los senos nasales. De este modo, los pacientes por lo general pueden llevar una vida relativamente normal. Pero Sébire rechazó ser operada, y después tampoco quiso aceptar los tratamientos paliativos que se le ofrecieron. “Solo cuando los tumores se habían hecho muy grandes y habían llegado al cerebro, su determinación de atacar la enfermedad por sus propios medios se cambió en su campaña final para conseguir la eutanasia legalmente autorizada a manos de los mismos médicos cuyos tratamientos había rehusado”.
Poco antes del suicidio de Sébire, las encuestas reflejaron un fuerte avance de la postura a favor de la eutanasia, que llegó al 87%. Puesto que el caso Sébire influyó mucho en tales resultados, cabe preguntarse –dice Crumley– si su alegato habría recibido tanto apoyo si se hubiera conocido entonces su rechazo de los tratamientos. Axel Kahn, del Comité Consultivo Nacional de Bioética, lo duda. “La reacción del público a la enfermedad de Sébire y a su petición de eutanasia fue de compasión y emotiva”, señala; y “en nuestro mundo rara vez lo racional se impone a lo emocional”.

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