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miércoles, 14 de mayo de 2008

De la célula adulta a la embrionaria - Aceprensa (Artículo completo haga clic aquí)

Por Manuel de Santiago Corchado
De «seismic shift» calificaba el editorialista de la revista Science la convulsión que, entre los investigadores, ha provocado la irrupción de la descomplicada técnica de la reprogramación celular y sus expectativas.
En realidad, los descubrimientos han confirmado las previsiones del Consejo Asesor de Bioética del presidente norteamericano sobre la existencia de alternativas reales para la consecución de células pluripotentes —iguales o semejantes a las embrionarias— sin destruir embriones humanos. Es decir, obviando la hipoteca moral que gravita sobre el consumo y destrucción de embriones humanos para la investigación y sobre la mal llamada «clonación terapéutica» humana, en el intento de convertir a los posibles clones en fuente de células embrionarias, algo que el lobby de las embrionarias nunca ha querido aceptar. (...)
Los científicos Yamanaka y Thomson han venido a decir que, respetando la racionalidad científica, la inclusión de tres o cuatro genes específicos y mantenedores de las características del estado embrionario, en cualquier célula madura del organismo humano adulto, da lugar a su transformación en célula embrionaria o muy similar a la embrionaria natural. La célula adulta se retrotrae a los orígenes más indiferenciados de su estirpe.

Dar la vuelta al reloj biológico

Dicho de otro modo, los genes que mantienen en la célula embrionaria natural su «plasticidad» (esto es, la capacidad de transformarse en cualquier tipo de célula del organismo, del hígado, cerebro, piel, etc.) y su «inmortalidad» (o sea, una ininterrumpida capacidad de multiplicarse en el tiempo) son capaces –introducidos en una célula adulta– de retrotraerla o devolverla al estado embrionario. La célula adulta, introducidos los genes, cambia de forma, pierde la función que poseía como madura y experimenta, por así decir, un proceso de infantilización, de vuelta atrás, recuperando la «plasticidad» y el carácter de «inmortal» que poseen las embrionarias. Así lo ha conseguido Yamanaka a partir de células de piel de una mujer de 36 años y de tejido conjuntivo de un hombre de 69. (...)
Desde la perspectiva utilitaria, el hallazgo de una fuente infinita de «células madre pluripotentes inducidas» (iPS cells) —como se las denomina— localizada en el propio cuerpo del enfermo —en su piel o cualquier tejido—, puede suponer, previa manipulación y transformación en la célula adulta deseada, un importantísimo recurso terapéutico para reponer las células de los tejidos dañados, si un día la ciencia garantiza definitivamente la inocuidad de estas células.
Piénsese en la implantación de células en la retina, para aliviar una ceguera; piénsese en las células pigmentadas de la sustancia nigra del cerebro, para mejorar un parkinson; piénsese en las células beta para tratar una diabetes, pues los ejemplos podrían ser muchos. La nueva promesa superaría, además, en eficacia a las células madre embrionarias llamémoslas naturales, pues con ella se habría obviado el llamado «rechazo», al ser de origen propio las células implantadas. Los comentarios que la nueva técnica ha producido y las esperanzas que ha despertado no responden sólo a la solución del problema moral de la destrucción de embriones sino, como más adelante veremos, a la demostración de la capacidad de manipulación genética que ha provocado la fascinación de los científicos. (...)

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