Los padres casados y sus hijos están, por término medio, en mejor situación que las familias que han experimentado un divorcio, las parejas de hecho y los hogares monoparentales. Tienen mejor salud, menos pobreza y tasas más bajas de alcoholismo y otras adicciones; los chicos presentan menores índices de fracaso escolar y delincuencia juvenil, así como menor frecuencia de relaciones sexuales precoces y embarazos no deseados; en sus hogares hay menos violencia doméstica. Estas son algunas de las principales conclusiones de un informe elaborado por The Family Watch, que se presentó el 5 de noviembre en Madrid.
The Family Watch es un think tank que promueve estudios sobre la familia. Su objetivo es aportar conocimientos que sirvan de base para el diseño de políticas familiares adecuadas. Es una iniciativa de la International Federation for Family Development, que reúne organizaciones dedicadas a la orientación familiar en más de 50 países y tiene estatuto consultivo en el Comité Económico y Social de la ONU.
Que la familia estable y basada en el matrimonio resulte ser, por regla general, la mejor fórmula de convivencia doméstica no excluye –advierte el informe– que presente casos disfuncionales ni que a veces se dé el éxito con otras soluciones. Pero su superior rendimiento medio justifica que reciba un apoyo preferente en las políticas públicas, como en los demás campos se favorece lo que más beneficios reporta a la comunidad, en particular a largo plazo.
En efecto, un criterio clave para las prácticas y los planes socioeconómicos es la sostenibilidad. Tomando este concepto, The Family Watch define la “familia sostenible” como la que mejor asegura el bienestar de sus miembros sin poner en peligro el de la sociedad en general y el de las futuras generaciones. La unión matrimonial estable cumple esas condiciones, según el informe.
La tesis se apoya en seis estudios que son las principales fuentes y referencias a otro centenar largo, casi todos de las dos últimas décadas. Resultan particularmente elocuentes los datos que muestran las repercusiones de la estabilidad familiar en el entorno y en el futuro. Por ejemplo, índices más bajos de alcoholismo y drogadicción entre los miembros de los hogares estables suponen una descarga para los servicios sociales. Lo mismo vale en relación con la inferior tasa de pobreza absoluta y relativa (el divorcio y la monoparentalidad son importantes causas de la “feminización de la pobreza”), y con la menor incidencia de delincuencia juvenil. También, los casados contribuyen más a la productividad en la siguiente generación porque sus hijos adquieren un nivel de formación superior por término medio.
El informe comienza con las estadísticas de bodas y de rupturas matrimoniales en España en el último decenio (1999-2008). Resulta que la nupcialidad ha bajado un 20% y la divorcialidad ha subido un 380%. Un estudio británico, utilizado por The Family Watch para elaborar su informe, estima cuánto cuestan en total a aquel país las rupturas conyugales: el equivalente de 22.000 a 26.600 millones de euros al año, o 750-900 euros por contribuyente. Los subsidios públicos necesarios para mantener a una familia monoparental oscilan entre 4.400 y 16.600 euros anuales.
Entre otras cosas para aliviar la factura social de la desintegración familiar, el informe hace tres propuestas:
1) “Diseñar las políticas familiares a partir de los datos que proporcionan la psicología, la medicina, la sociología, la economía, etc.”, para “desideologizar” el debate sobre políticas familiares en busca del consenso más ampliamente posible.
2) “Poner en marcha medidas para prevenir las crisis familiares”, como el refuerzo de los servicios de mediación.
3) “Revisar el marco legal del matrimonio civil en España”, con objeto de favorecer la estabilidad.
Se trata en definitiva, dice The Family Watch, de concentrarse en fomentar “lo que funciona”, que a la vez resulta ser, según las encuestas, el ideal de la mayoría.