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martes, 6 de diciembre de 2011

La industria del donante de esperma: lucrativa, no reglamentada y… mala - notifam.net


Por Denise Hunnell MD
2 de diciembre 2011 (Notifam) – Nosotros los estudiantes de medicina siempre estábamos, en gran parte, sin dinero suficiente. Yo era una vegetariana  por razones económicas, ya que no podía permitirme el lujo de comprar carne. La facultad de la Escuela de Medicina sabía que siempre había alumnos disponibles para participar en sus estudios de investigación, siempre y cuando les ofrecieran dinero o comida gratis. Mis brazos todavía tienen las marcas de agujas de varios frascos de sangre ofrecida por casi diez dólares por extracción. Por 100 dólares, mi compañera de habitación aceptó someterse a una broncoscopia, la cual requiere la inserción de un tubo a través de la nariz hasta el fondo de sus pulmones, para que el técnico pueda recoger las células de sus vías respiratorias más profundas. Luego, ella dijo que no valía la pena.
Pero los estudiantes varones de medicina lo habían hecho. Ellos fueron donantes de esperma muy deseables: montones de mujeres quieren poder decir que el padre de su hijo era un médico, inclusive si nunca lo han conocido. Siempre me he preguntado si en el futuro uno de estos hombres miraría  a todos los niños que compartieran sus rasgos físicos y se preguntarían si este niño podría ser su hijo o esa niña podría ser su hija.
¿Cuáles son las posibilidades que un futuro médico pueda algún día encontrarse con su propio hijo, engendrado por inseminación artificial? Las probabilidades son aún escasas, pero son probablemente más altas que cualquier donante o receptor de los espermatozoides previstos. A diferencia de Gran Bretaña, Francia y Suecia, Estados Unidos no pone límites en el número de hijos que un donante de esperma puede engendrar. Además, no se conservan registros precisos de cuántos niños son en realidad concebidos por inseminación artificial. Se les pide a las madres que informen el nacimiento de un hijo al banco de esperma del que se obtuvo el esperma de un donante, pero es una notificación voluntaria. Según Wendy Kramer, fundadora del Donor Sibling Registry (Registro de Donantes de Hermanos) en los Estados Unidos de América, sólo del 20 al 40 por ciento de las madres optan por informar del nacimiento. El periódico estadounidense The New York Times destaca el caso en el que más de 150 niños se pueden remontar a un único donante de esperma. Unos grupos, por la red cibernética, están surgiendo para conectar a medio-hermanos engendrados por el mismo donante. Si bien son raros grupos tan grandes de 150 descendientes, series de 50 niños con el mismo padre donante de esperma se están volviendo más comunes.
Los bancos de esperma y los centros de fertilidad están administrando una industria mayormente no regulada de 2 mil millones de dólares al año y están produciendo en masa niños, de la misma manera que la industria automotriz produce autos. De hecho, hay más preocupación por las consecuencias para la salud y la seguridad de una camioneta que la que hay respecto a las consecuencias de salud y seguridad de los niños concebidos con esperma de un donante.
Pregúntenle a Tyler Blackwell. Él descubrió por casualidad que su padre donante de esperma tenía síndrome de Marfan, una enfermedad genética del tejido conectivo. Tyler había heredado este defecto y tuvo que recurrir a una cirugía para reparar una aorta que estaba en riesgo de ruptura. Ni el banco de esperma ni la clínica de fertilidad había informado a Tyler o a los otros 23 niños del donante sobre la posibilidad de esta enfermedad potencialmente fatal. No había ningún requisito legal para que ellos buscaran esta información o para informarla si se la encontraba. Del mismo modo, en el 2006, se descubrió que un individuo donante de esperma había contagiado con una rara enfermedad genética, neutropenia congénita grave, a cinco niños en Michigan. La presencia natural de esta enfermedad es de uno en cada 5 millones de nacidos vivos.
Claramente, la inseminación artificial sin restricciones corre el riesgo de la difusión amplia de las enfermedades genéticas. Además, plantea la amenaza de incesto accidental, cuando los niños que son concebidos por el mismo donante viven a menudo en la misma área geográfica.
Llevar a cabo la procreación fuera del abrazo marital y ponerlo en el laboratorio o clínica trata a los niños concebidos de esa manera en productos comerciales. Los padres se convierten en consumidores: los niños ya no son considerados un regalo para un matrimonio, sino bienes que se compran para el beneficio de uno o ambos padres.
La sabiduría de la Iglesia Católica siempre ha rechazado cualquier tecnología o tratamiento que tiene por objeto sustituir el acto conyugal más que meramente ayudarlo. El documento Dignitas Personae, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, afirma lo siguiente:
“Con referencia al tratamiento de la infertilidad, las nuevas técnicas médicas tienen que respetar tres bienes fundamentales: a) el derecho a la vida y a la integridad física de cada ser humano desde la concepción hasta la muerte natural; b) la unidad del matrimonio, que implica el respeto recíproco del derecho de los cónyuges a convertirse en padre o madre solamente el uno a través del otro; c) los valores específicamente humanos de la sexualidad, que exigen ‘que la procreación de una persona humana sea querida como el fruto del acto conyugal específico del amor entre los esposos’. Las técnicas que se presentan como una ayuda para la procreación ‘no deben rechazarse por el hecho de ser artificiales; como tales testimonian las posibilidades de la medicina, pero deben ser valoradas moralmente por su relación con la dignidad de la persona humana, llamada a corresponder a la vocación divina al don del amor y al don de la vida’.
A la luz de este criterio hay que excluir todas las técnicas de fecundación artificial heteróloga y las técnicas de fecundación artificial homóloga que sustituyen el acto conyugal. Son en cambio admisibles las técnicas que se configuran como una ayuda al acto conyugal y a su fecundidad.” (Dignitas Personae nº 12).
¿Acaso esto no tiene un sentido perfecto, es decir, optimizar la salud de los padres y las condiciones naturales para engendrar niños a través del acto sexual, en lugar de tratar a los seres humanos como cosas que pueden ser demandadas y fabricadas artificialmente?
Dios nos ha dado un gran privilegio al participar en la creación de una nueva vida. Corremos el riesgo, en nuestro bienestar tanto físico como espiritual, cuando abusamos de este privilegio y separamos la procreación del acto conyugal dentro del matrimonio.
Publicado originalmente en la página en inglés de la HLI World Watch (HLI Observa el Mundo) en el sitio cibernético de la Human Life International/HLI (Vida Humana Internacional/VHI
Traducción por José Arturo Quarracino
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