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domingo, 7 de diciembre de 2008

Reconocer valor irrenunciable de la ley moral natural

CIUDAD DEL VATICANO, 5 DIC 2008 (VIS).-El Papa recibió esta mañana a los participantes en la sesión plenaria de la Comisión Teológica Internacional, que esta vez coincide con la conclusión del séptimo quinquenio desde su creación.

Refiriéndose al proyecto de documento que está a punto de aprobarse, titulado: "En búsqueda de una ética universal. Nueva mirada sobre la ley natural", el Santo Padre hizo hincapié en la “necesidad y la urgencia, en el contexto actual, de crear en la cultura y en la sociedad civil y política las condiciones indispensables para una plena conciencia del valor irrenunciable de la ley moral natural”.

“La ley natural -dijo- constituye la verdadera garantía ofrecida a cada uno para vivir libre y respetado en su dignidad de persona, y para sentirse defendido de cualquier manipulación ideológica y atropello perpetrado sobre la base de la ley del más fuerte”.

Comentando el tema “Sentido y método de la Teología”, que los miembros de la Comisión han afrontado en los últimos años, Benedicto XVI subrayó que la tarea verdadera de la teología es entrar en la palabra de Dios, tratar de comprenderla y hacerla entender a nuestro mundo y encontrar así respuesta a nuestras grandes preguntas”.

“El método en teología -continuó- no se puede constituir únicamente según criterios y normas comunes a las otras ciencias, sino que tiene que observar sobre todo los principios y las normas derivados de la Revelación y de la fe, en su dimensión personal y eclesial”.

Tras poner de relieve que “la virtud fundamental del teólogo es buscar la obediencia a la fe, que le hace colaborador de la verdad”, el Papa afirmó que “la obediencia a la verdad no significa renunciar a la investigación y al esfuerzo de pensar. La inquietud del pensamiento, que indudablemente nunca podrá ser mitigada totalmente en la vida de los creyentes, ya que también ellos siguen el camino de la investigación y de la profundización de la Verdad, será sin embargo -terminó- una inquietud que les acompañe y les estimule en la peregrinación del pensamiento hacia Dios, y de esta manera será fecunda”.

jueves, 15 de mayo de 2008

Modernidad laicista excluye a la ley natural, precisa experto italiano


Francesco D'Agostino
ROMA, 15 May. 08 (ACI).-En un artículo titulado "Aquel Superman kantiano hace el bien y no lo hace saber" publicado por L'Osservatore Romano, el experto italiano Francesco D'Agostino hace un análisis sobre la exclusión que el laicismo hace de la ley natural actualmente; y que termina evitando el diálogo entre la Iglesia y la modernidad laicista. Tras explicar los distintos tipos de laicismo, entre los que están el agresivo que "ve en la fe una adversaria, contra la que se debe luchar" y uno "agnóstico, con frecuencia introvertido y silencioso, al que no le gustan las confrontaciones o el debate con los creyentes", D'Agostino advierte que existe uno "extrovertido, vivaz, pero no muy provocativo". A esta laicismo, prosigue, "le gusta llamar a la religión –y en particular a la Iglesia Católica– para que explique sus razones y le gusta todavía más decirle cuales formas antiguas debería valerosamente abandonar y cuales modos nuevos, en su reemplazo, debería asumir para legitimarse en el contexto cultural de la modernidad". "Entre las formas que este laicismo considera como totalmente obsoleto está en primer lugar la del yusnaturalismo. El llamado a una ley moral natural –que Benedicto XVI ha recordado en su discurso a las Naciones Unidas– aparece para muchos como excluido para lograr un diálogo entre la Iglesia y la modernidad laicista", advierte el experto italiano. "La modernidad laicista –prosigue– podría (y para algunos debería) liberarse de las viejas e ingenuas ideologías materialistas del progreso, pero la Iglesia a su vez debería simétricamente liberarse del reclamo por presuntos 'vínculos naturales' asumidos como principios de orientación del actuar moral y político del hombre: se trataría de vínculos que operarían para mantenerlo indebidamente prisionero de su materialidad biológica y para impedir a la Iglesia bonificarse definitivamente de su relación con la ciencia". Luego de explicar que "detrás de estas instancias no es difícil percibir proyectos neoiluministas de 'regeneración de lo humano'", D'Agostino explica dos argumentos para criticar lo que muchos consideran una época en la que el hombre "ha tenido éxito para conquistar cierta capacidad de autocrearse". "El primero ha sido formulado ya por Jürgen Habermas: toda forma de (pretendida) regeneración de la especie humana, en los límites a los que se confía a la ciencia y la técnica, está destinada a tener un carácter selectivo y excluyente. Algunos, solo algunos hombres, podrán liberarse de sus vínculos naturales y beneficiarse de los descubrimientos extremos de la biomedicina: serán unos pocos que tendrán el know-how, quienes tendrán los recursos para cubrir los gastos necesarios para las intervenciones biológicas sofisticadas, quienes estarán en el grado de elegir en que dirección orientar la superación de la propia 'materialidad biológica', entre las tantas posibilidades que la ciencia coloca y siempre pondrá a disposición del hombre". Seguidamente precisa que el segundo argumento tiene que ver con la bondad del proyecto de esta llamada "regeneración de lo humano". "Se puede admitir sin dificultad que el proyecto de 'regeneración de lo humano' es realmente fascinante. Pero lo es, solo si esta regeneración no está pensada en términos de mera potencia, sino de apertura al bien (y este es el primer precepto de la ley natural: bonum faciendum). Toca a la modernidad laicista –aquella que no sabe liberarse de las seducciones del relativismo ético –hacer la cuenta con la voluntad de potencia: no basta liberarse de los 'vínculos naturales' para poderse definir buenos". "Es una verdad antigua e intuitiva y no tiene sentido pedirle a la Iglesia que la niegue nuevamente, si es conocida intuitivamente incluso por los lectores de comics. Superman es un superhéroe, no solo y no en tanto por sus poderes extraordinarios, sino porque está dotado de una 'natural' propensión a hacer el bien de modo absolutamente desinteresado: es un héroe a tal punto intrínsecamente kantiano, que es incluso indiferente a la gratitud y a los honores, que elude escondiendo su vida cotidiana detrás una impenetrable identidad 'privada'. Y no importa que tan grandes sean los 'poderes' de sus adversarios, no podrán darles nunca la victoria, porque son usados para hacer el mal". "En resumen, vuelve a emerger aquí la célebre alternativa formulada hace años por Alisdair MacIntyre: entre Aristóteles y Nietzsche no hay mediación posible. Antes de pedirle a la Iglesia que renuncie a sus tradiciones, que siempre ha visto aristotélicamente en el respeto de los 'vínculos naturales' que nos orientan al bien la única posible garantía de la moralidad, la modernidad laicista (o al menos gran parte de ella) debería primero explicar en qué modo la extraordinaria potencia de la ciencia y la técnica puede ser orientada hacia el bien, una vez hechos añicos estos vínculos", finaliza. Franceso de Agostino es abogado, y desde 1974 profesor de historia de doctrinas políticas en la Universidad de Leche (Italia) y de filosofía del derecho en las Universidades de Urbino y Catania. Es Presidente del Comité Nacional de Bioética de Italia, al que pertenece desde 1990. Es autor de más de 300 publicaciones. Es Presidente de la Unión de Juristas Católicos Italianos y miembro de la Pontificia Academia para la Vida.
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