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miércoles, 9 de diciembre de 2009

Irlanda a juicio por sus leyes pro-vida

Arroja dudas sobre la neutralidad del Tribunal Europeo de Derechos Humanos
ESTRASBURGO, Francia, lunes 7 de diciembre de 2009 (ZENIT.org).- La Constitución de Irlanda será juzgada este miércoles en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos para responder de su defensa de la vida humana desde el momento de la concepción.
El tribunal con sede en Estrasburgo considerará el caso de tres mujeres contra Irlanda, un desafío contra las leyes irlandesas lanzado por tres mujeres que alegaron haberse sido "forzadas" a ir al extranjero a abortar, lo cual supuso un riesgo para su salud.
El tribunal estudiará si las leyes del país violan la Convención Europea de Derechos Humanos, que subraya el "derecho a la vida privada y familiar".
El Instituto Católico Familia y Derechos Humanos informó de la protesta de la Sociedad para la Protección del Niño No nacido, el Centro Europeo por la Ley y la Justicia y la Alianza Fondo de Defensa (en nombre del Family Research Council).
Estas entidades afirman que el tribunal europeo no tiene jurisdicción sobre este caso, ya que "los recursos internos no han sido agotados".
El Instituto destacó que "la reciente aprobación, por parte del país, del Tratado de Lisboa, tras recibir garantías de que su constitución pro-vida no se vería afectada, ha hecho aumentar el interés por la decisión del tribunal".
También mostró dudas sobre la capacidad del tribunal para "ser imparcial" en lo que se refiere a los "derechos sobre el aborto".
Hace dos años, el mismo tribunal dictaminó que Polonia debía garantizar el acceso al aborto, después del caso Tysiac contra Polonia, en el que una mujer afirmaba haber perdido la vista por no haber podido finalizar su embarazo.
El tribunal acusó a Polonia de violar la convención europea basándose en el testimonio de un médico que apoyó la demanda de la mujer, a pesar de que otros ocho especialistas dictaminaron que "el continuo deterioro de su vista no estaba relacionado con su embarazo".
El Instituto afirmó que el tribunal "dio más crédito a la opinión de un generalista que a la de ocho expertos, para lograr el resultado deseado".

Errores en las estadísticas sobre el divorcio - Por el padre John Flynn, L. C.

Un nuevo informe examina las tendencias
ROMA, domingo, 6 de diciembre de 2009 (ZENIT.org) - Todo el mundo sabe que el divorcio es un problema frecuente, pero, según un informe canadiense, medir su alcance con exactitud no resulta tarea fácil. El Vanier Institute of Family de Ontario publicaba su tercera edición de "Divorcio: Hechos, Causas y Consecuencias".
En él, Anne-Marie Ambert, una profesora de sociología retirada, considera la situación canadiense y la compara con otros países. La afirmación común de que uno de cada dos matrimonios acaba en divorcio no es tan simple como suena, observaba.
Citando un informe de 2008 de Statistics Canada, Ambert señalaba que el riesgo de divorcio antes del trigésimo aniversario para las parejas casadas es del 38% para el país en su conjunto, pero del 48,4% para la provincia de Quebec. Esta cifra se puede comparar con el 44% de Estados Unidos.
Sin embargo, se da una cierta duplicación de las personas, pues esta cifra incluye no sólo a persona que se divorcian por primera vez, sino también a aquellas cuyos matrimonios terminan por segunda o más veces. En el 2005, el 16% de los divorcios incluían a maridos que ya se habían divorciado al menos una vez. Para las mujeres la cifra era del 15%.
Esto significa que las parejas que se acercan al matrimonio por primera vez han de tener presente que el índice de divorcios para el primer matrimonio es menor del 38%, probablemente cercano al 33% según Ambert.
Se presentan nuevas complicaciones cuando se usan métodos de medida inadecuados. Algunas veces el número de divorcios al año se compara con el número de matrimonios en el mismo periodo de 12 meses. De esta forma si el número de matrimonios baja, como ha ocurrido en Canadá en la pasada década, la proporción de divorcios respecto a matrimonios parece aumentar de forma automática aunque el número de divorcios permanezca constante.
Otra cuestión engañosa es el hecho de comparar el índice de divorcios con el índice de matrimonios. Si hay 2,7 divorcios por cada 1.000 personas en una población y 5,4 matrimonios por 1.000, entonces en índice de divorcios es del 50%. No sólo es erróneo por la misma razón que el método anterior, sino que puede también usarse para hacer una extrapolación, concluyendo que el 50% de los que se casan ese año se divorciarán.
Exactitud
El método usado más común es la cruda cifra anual por cada 1.000 ó 10.000 parejas casadas de una población. En el 2005 este índice en Canadá fue de 2,2 divorciados por cada 1.000, en comparación del 2,9 de 1990.
Según Ambert, la forma más exacta de calcular es usar el Índice Total de Divorcios. Este considera la gente que se ha casado en un año dado y determina la proporción que se espera se divorcie antes de su trigésimo aniversario de bodas. Este método también tiene sus limitaciones, pues se trata de una predicción basada en los patrones actuales de divorcios del pasado reciente.
Esto hace más difícil las comparaciones internacionales, puesto que tales predicciones requieren un cuidadoso mantenimiento de datos y cálculos que pocos países hacen de modo adecuado.
Las tendencias también están cambiando. El divorcio aumentó mucho en Canadá tras la ley de 1968 que lo volvió más fácil de lograr, y así se multiplicó por cinco en los años posteriores. Más tarde, durante los noventa, los índices de divorcio se redujeron tanto en Canadá como en Estados Unidos.
Otra variable es el aumento de las parejas que viven juntas antes del matrimonio. Tanto éstas como las que tienen hijos de divorcios anteriores corren un riesgo de divorcio mayor, por lo que dará ocasión a que los divorcios pudieran aumentar en años futuros.
Otra sección del informe de Ambert considera los factores que contribuyen al divorcio en Canadá. En términos de influencias culturales, defendía que puesto que ha avanzado la secularización y se da más espacio a las opciones individuales, los índices de divorcios han aumentado de forma gradual.
"Para muchos, el matrimonio se ha vuelto más una opción individual que un compromiso ante Dios y este cambio ha contribuido a la aceptación de su naturaleza temporal", explicaba.
Individualismo
Luego, leyes que facilitan el divorcio llevan a su normalización y, así, se convierte en socialmente aceptaba y pierde su estigma. La tendencia hacia el individualismo y un énfasis en los derechos más que en los deberes también ha jugado su papel, afirmaba Ambert.
La cultura actual anima a la gente a ser feliz y a estar satisfecha y el matrimonio ya no es visto como una institución centrada en las responsabilidades mutuas sino basada en la búsqueda de la felicidad y el compañerismo.
Como consecuencia de estas tendencias, los canadienses y la mayoría de los occidentales han desarrollado un umbral más bajo de tolerancia cuando el matrimonio no resuelve sus expectativas de plenitud personal, continuaba Ambert.
También examinaba la tendencia a vivir juntos de los últimos tiempos. Se suele creer, comentaba Ambert, que vivir juntos antes del matrimonio daría la oportunidad a la gente de evitar casarse con la persona errónea además de practicar la capacidad de relación.
Este no ha sido el resultado, observaba. La cohabitación representa, especialmente entre los hombres, un menor compromiso con la pareja y la fidelidad sexual. Hay también menos razones para empeñarse en mantener una relación que puede que nunca se haya visto como algo que comenzó con un compromiso de por vida.
Por tanto, añadía Ambert, no se puede decir que vivir juntos constituya necesariamente una suerte de ensayo de matrimonio y, como resultado el divorcio puede muy bien tener lugar cuando la pareja que ha convivido se case.
La experiencia de esta convivencia menos segura y en ocasiones menos fiel conforma un comportamiento en consecuencia en el matrimonio y tales parejas siguen viviendo su matrimonio a través de la perspectiva de la inseguridad y del bajo compromiso de su anterior convivencia, comentaba Ambert citando algunos estudios.
Otro factor es que estas parejas son por lo general menos religiosas que las que se casan sin convivir. Albert afirmaba que hay una correlación entre religiosidad y felicidad matrimonial, al igual que estabilidad.
Consecuencias
La pobreza aumenta el riesgo de divorcio y, a su vez, el divorcio aumenta el riesgo de pobreza, apuntaba el informe. El estudio citado por Ambert mostraba que dos años después de la separación o divorcio el 43% de las mujeres habían sufrido una disminución de sus ingresos domésticos, comparado con el 15% de los hombres. Incluso tres años después del divorcio los ingresos de muchas mujeres siguen bastante por debajo de lo que habían sido durante el matrimonio.
El divorcio también es un factor de riesgo con respecto a los problemas de comportamiento entre los niños. Aunque las diferencias medias no sean enormes, concedía Ambert, aún así los niños cuyos padres están divorciados tienden a sufrir más de problemas psicológicos y a no ir tan bien en la escuela. Esta es la situación incluso después de que sus padres se vuelvan a casar.
De igual forma, los hijos más mayores de padres divorciados tienden a dejar el hogar antes que los demás. Como consecuencia se les vuelve muy costoso seguir con su educación, lo que lleva a su vez a menos capacidades y mayor desempleo.
Aunque la pobreza es el principal factor de impacto negativo del divorcio en los hijos, Ambert explicaba que, incluso cuando hay una reducción significativa en la pobreza infantil, no se eliminan las consecuencias del divorcio y del vivir con un solo progenitor.
La disolución de matrimonios en general representa no sólo una carga para los hijos, sino también un coste significativo para la sociedad en su conjunto, concluye Ambert.
"La Iglesia no puede permanecer indiferente ante la separación de los cónyuges y el divorcio, ante la ruina de los hogares y las consecuencias que el divorcio provoca en los hijos", decía Benedicto XVI el 25 de septiembre a un grupo de obispos de Brasil.
"La Iglesia está firmemente convencida de que los problemas actuales que encuentran los cónyuges y debilitan su unión tienen su verdadera solución en un regreso a la solidez de la familia cristiana, ámbito de confianza mutua, de entrega recíproca, de respeto de la libertad y de educación para la vida social", recomendaba.
El Papa animaba a los obispos y sacerdotes de Brasil a apoyar y a respaldar a las familias y fortaleciendo la vida familiar ayudar a solucionar los problemas sociales. En las circunstancias actuales, una tarea difícil, pero vital.

Ideología de género, la más insidiosa y destructora revolución social


Un libro de expertos presenta “reflexiones críticas”
MADRID, jueves, 3 diciembre 2009 (ZENIT.org).- Nos encontramos ante la más insidiosa y destructora revolución social. A esta conclusión llega el libro "La ideología de género. Reflexiones críticas", uno de los primeros análisis críticos en español sobre la nueva revolución social.
Con prólogo del cardenal Antonio Cañizares, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, el volumen ha sido realizado por un grupo de doce investigadores y profesores de varias universidades católicas, pertenecientes a distintas áreas de las ciencias sociales.
Publicado por la editorial Ciudadela, el volumen, en sus 400 páginas, hace un exhaustivo estudio de las implicaciones sociales, ideológicas, jurídicas, éticas antropológicas y médicas de una de las ofensivas ideológicas más activas en la sociedad actual.
Como señaló en la presentación del libro, en la Universidad Francisco de Vitoria, el 23 de noviembre, el doctor Vicente Lozano, vicerrector de Ordenación Académica de la citada Universidad, se trata de un libro valiente que se atreve a cuestionar lo políticamente correcto, además, de un libro sólido que desde distintos ámbitos del saber cuestiona la ideología de género con argumentos.
Como tantas veces ha sucedido a lo largo de la historia, señaló, el debate de fondo se sitúa entre quienes consideran que las formas de convivencia y las decisiones humanas han de fundarse en principios de orden natural, y quienes falazmente arguyen que es la libertad de cada quien la que decide arbitrariamente sus referentes.
El acto de presentación estuvo moderado por Cristina López Schligting, periodista y presentadora del programa de radio "La tarde con Cristina", que emite la cadena COPE.
En sus palabras iniciales se refirió al prólogo del libro, firmado por el cardenal Antonio Cañizares, donde el prefecto de la Sagrada Congregación para los Sacramentos alerta que "desde hace ya décadas nos encontramos ante una nueva y gran revolución cultural, una de las más insidiosas y destructoras que puedan pensarse para la que no existe naturaleza, no existe verdad del hombre".
Desde su experiencia, Cristina indicó que hay una serie de temas que para nuestra sociedad están "prohibidos": los relativos a la identidad y orientación sexual, las relaciones hombre-mujer, el matrimonio, la familia... Y que cuando no se ajusta al pensamiento dominante, siempre hay llamadas de protesta. Al analizar lo que sucedía, llegó a la conclusión de que el nexo común que vincula dichas cuestiones está manipulado desde la ideología de género.
En el turno de intervenciones dio en primer lugar la palabra a Antonio Arcones, director de la editorial Ciudadela, quien reconoció que la apuesta de su editorial está en poner sobre la palestra aquellos temas sobre los que pocos se atreven a hablar, de manera que no se hurte a la sociedad el auténtico pluralismo en el debate de ideas.
A continuación tomó la palabra el doctor Aquilino Polaino, catedrático de Psicopatología, y uno de los expertos que ha contribuido a la redacción del estudio con un capítulo dedicado al análisis de "la construcción social de 'género'".
En sus palabras explicó cómo la cumbre de la ONU de Pequín en 1995 fue un momento clave para la consolidación de los principios básicos en torno a los cuales se articula la ideología de género. Explicó brevemente la carga ideológica de cada uno de ellos, que pueden resumirse en los siguientes: la "liberación" sexual, entendida como la separación radical entre los comportamientos sexuales y cualquiera de las dimensiones específicas del ser humano.
En consecuencia, se aplican las categorías neomarxistas por las que en orden a esa liberación, se sustituye la lucha de clases por la lucha de sexos.
Un tercer elemento clave es la pérdida de la identidad de la persona, a la que se priva de su dimensión sexual constitutiva, pues con la propuesta del género se la vacía de sentido y usurpa.
Finalmente, indicó como última consecuencia grave de esta ideología, la abolición de las instituciones que presentan un peligro para su difusión: la familia, la Universidad y la Iglesia.
Tomó a continuación la palabra otro de los expertos que han participado en la elaboración del estudio, el catedrático de Teoría Económica de la Universidad San Pablo-CEU, el doctor Rafael Rubio de Urquía.
Denunció cómo "la premisa básica de la ideología de género --que cada uno se construye a sí mismo con independencia de su naturaleza sexuada-- es radicalmente falsa. La determinación sexual es constitutiva de la persona, de manera que sólo existe la persona-varón y la persona-mujer, y además están hechos el uno para el otro".
Tal constatación, además, viene avalada por la concepción del ser humano en todas las civilizaciones a lo largo de la historia. Por eso, insistió, "supone una negación de la persona humana" y nos conduce a la descivilización gravísima de la cultura occidental.
El doctor Rubio de Urquía incidió, además, en que a su juicio el problema principal no está tanto en los defensores de la ideología de género, sino en la aparente apatía de la sociedad, y singularmente en los cristianos.
"Nos hemos desvinculado del contenido esencial de la fe cristiana y de la tradición de la Iglesia, y nos hemos convertido en socios y cómplices acomodaticios de este proceso descivilizador", denunció.
Recordó a este propósito cómo en la encíclica Caritas in Veritate, Benedicto XVI denuncia que nos hemos apartado de los pilares básicos de nuestra cultura, y en concreto, de la concepción cristiana de persona; que hemos caído en el materialismo práctico, el relativismo mental y la desconfianza en la razón, todo lo cual ha hecho posible que la ideología de género en el espacio de cuarenta años haya destruido una cultura milenaria.
El vicedecano de la facultad de Teología San Dámaso de Madrid y catedrático de Moral Fundamental, don Juan José Pérez-Soba, resaltó en sus palabras que la ideología de género trata de hacer una persona débil y manipulable, como consecuencia de la disolución de su identidad sexual.
Está convencido de que se trata de una revolución sexual que "ha triunfado y ha cogido a la Iglesia con el pie cambiado", por lo que no ha sabido responder a ella. Esbozó rápidamente un análisis histórico para mostrar cómo la revolución sexual de los años 60 fue un eco de otra anterior, de los años 20, que triunfó porque está unida a una crisis moral provocada por la caída del puritanismo.
En aquel contexto, cualquiera que pretendiera oponerse a la revolución sexual era tachado de puritano y no era tenido en cuenta. Dicha revolución sexual de los años 60, además, añadió a la anterior la separación neta entre amor y sexualidad, convirtiendo así la sexualidad en un material de consumo.
Sobre esta base, conforme a la cual si algo se consume no tiene más valor que el disfrute mientras dura, la sexualidad dejó de ser importante y esencial, de modo que se manipula a capricho, se construye. Desparece la sexualidad y aparece el género.
Llegados a este punto, indicó, quienes la promueven están experimentando con la construcción de una nueva sociedad.
"Han ganado la batalla política", denunció "y ahora están empeñados en ganar la batalla de la educación". "Tenemos que adelantarnos, y lanzar una propuesta: enseñar a amar".
Las intervenciones de los expertos reunidos en la presentación concluyeron con las palabras de una de las coordinadoras del estudio, la doctora en Derecho y licenciada en Ciencias Religiosas, la profesora María Lacalle, de la Universidad Francisco de Vitoria.
En su breve alocución sintetizó algunas de las principales consecuencias que la ideología de género está teniendo a la hora de configurar un nuevo modelo de sociedad a través de las reformas legislativas y de los medios de comunicación.
Ambos, leyes y medios, desempeñan un papel pedagógico clave en una sociedad que carece de formación y juicio crítico.
Así, indicó, "una de las principales consecuencias de la ideología de género es la distorsión de la maternidad", pues una sus consignas defiende que la mujer, para liberarse completamente y alcanzar la plena igualdad con el hombre, debe controlar por completo su fecundidad.
Por eso sus defensores reivindican el aborto libre y gratuito como una medida imprescindible para alcanzar la igualdad.
"Eso explica -denunció- la existencia en España del ministerio de Igualdad, que no parece tener más cometido conocido que el de poner el aborto al alcance de toda mujer".
A esto se añade, dijo, la propuesta de un modelo de mujer autosuficiente, que no depende de nadie, y de la cual tampoco depende nadie. Una mujer autónoma que se ocupa sólo de sí misma.
Explicó que algunos autores se han referido a este planteamiento como "el abandono cultural de la maternidad", lo que ha provocado una distorsión de la identidad femenina.
La doctora Lacalle mostró cómo también se altera la concepción del hijo, que ya no es un don que se acoge, sino que se considera como un derecho.
Eso justifica el planteamiento de que la mujer, si considera que el hijo llega en un momento "inoportuno", tiene derecho a matarlo; o de que si no llega cuando se "desea", se fabrica mediante las técnicas de reproducción asistida.
Remarcó en su denuncia el hecho de que "se haya convertido el deseo individual en fuente de derecho".
Finalizó su intervención con una propuesta: "mostrar la belleza de la maternidad, el significado profundo de la complementariedad, ayudar a descubrir la identidad femenina para que las mujeres puedan ser mujeres, y los hombres puedan ser hombres".
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