Rosario-Santa Fe, Argentina
En la sesión del 5 de agosto la Cámara de Diputados de Santa Fe le dio media sanción al proyecto de Ley de Unión Estable de Parejas (exp. Nº 22.440) (Vid Notivida 609).
El expediente fue girado al Senado e ingresó para su estudio en la Comisión de Derechos Humanos que preside el justicialista José Baucero, senador provincial por el Departamento de San Javier.
El proyecto garantiza el registro de convivientes “con ostensible trato familiar, con independencia de su sexo u orientación sexual”. En materia de beneficios sociales (previsional, laboral, salud pública, vivienda) los unientes tendrían “un tratamiento similar al de los cónyuges”.
En el día de ayer el Arzobispo de Rosario, Mons. José Luis Mollaghan, afirmó que equiparar estas uniones al “matrimonio, unión estable del varón y la mujer”; “es minimizar su valor, así como el de la familia”. “No es suficiente que la ley exprese la voluntad del legislador o de una mayoría”, destacó. “La ley no puede prescindir de la moral”. “La verdadera ley” debe conducir a un “verdadero bien”.
A continuación el comunicado difundido hoy por el Arzobispado de Rosario:
EN RELACIÓN AL PROYECTO DE LEY DE UNIÓN ESTABLE DE PAREJAS
El Arzobispo de Rosario Monseñor Dr. José Luis Mollaghan instó nuevamente como pastor de la Arquidiócesis de Rosario, a reflexionar sobre el bien común, y en particular sobre la invalorable riqueza del matrimonio y la familia, a la hora en que se debate en la Provincia un Proyecto de unión estable de parejas; y pidió en una carta principalmente al Secretariado arquidiocesano de la Familia, a la Universidad Católica Argentina en Rosario, y a la Pastoral Social a continuar reflexionando en la responsabilidad que, principalmente como laicos, les corresponde en esta hora.
Es necesario subrayar la necesidad de clarificar los conceptos, ya que la confusión impide visualizar lo que significan en realidad estas diferentes uniones estables, en el presente y en su proyección futura. No se ve cómo se puede aceptar en el derecho sin más, cualquier autodeterminación para su reconocimiento, sin un fundamento ético y cultural que lo justifique.
Es necesario precisar que estas relaciones estables, en cuanto expresan vínculos que se quieran asemejar al matrimonio, naturalmente no lo son ni lo pueden ser. Podemos decir que “el matrimonio es el fundamento de la comunidad más amplia de la familia, ya que la institución misma del matrimonio y el amor conyugal están ordenados a la procreación y educación de la prole, en la que encuentran su coronación” (Gaudium et Spes, nº 50).
Equiparar estas uniones estables a la riqueza del matrimonio, que es la unión estable del varón y la mujer, con su valoración ética y su integración en la cultura, aún antes de una concepción religiosa o sagrada de éste, es minimizar su valor, así como el de la familia; e inclusive desnivelar la condición de los hijos en el seno matrimonial y familiar.
Por otra parte, una legislación en tal sentido no puede prescindir de la relación profunda a la moral, ya que el bien debe ser un componente de toda ley. En este sentido la verdadera ley, no es suficiente que exprese la voluntad del legislador o de una mayoría, sino que es necesario que tenga una dimensión axiológica, y conduzca a un verdadero bien.
En los momentos que atraviesa nuestra sociedad, un tratamiento provocado y acelerado de este tema, motiva un gran desconcierto en una parte de ésta, que sólo advierte una vez más cómo se debilita su propia consistencia; y destacó que conviene aclarar que un proyecto de esta naturaleza no hace necesariamente a la sociedad más inclusiva.
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