La UNESCO se ha metido en arenas movedizas al elaborar unas Directrices Internacionales sobre Educación Sexual que le están atrayendo fuertes críticas. La polémica ha hecho que una de las agencias de la ONU que participaban en este proyecto coordinado por la UNESCO, el Fondo para la Población (UNFPA), se haya retirado y haya pedido que no aparezca su nombre en la publicación. La OMS y Unicef, por su parte, no han abandonado.
Es significativa la decisión del UNFPA, pues cabe presumir que no comparte las objeciones de los críticos del documento. Los principales puntos disputados son que presenta el aborto como un derecho y recomienda dar informaciones muy explícitas sobre el placer sexual a los niños mucho antes de que lleguen a la pubertad.
Las Directrices están pensadas para orientar a gobiernos, escuelas y profesores sobre los temas que incluir en los programas de educación sexual y el modo de enfocarlos. Además de la finalidad general de enseñar sobre la sexualidad, tienen otra más específica: contribuir a prevenir males como la difusión del sida y demás enfermedades de transmisión sexual, los embarazos precoces o la violencia sexual.
Los redactores son Douglas Kirby y Nanette Ecker. El primero es investigador de la ONG norteamericana Education, Training and Research Associates, dedicada a la formación en salud sexual, en prevención de drogodependencias y temas similares. Ecker fue directora de un departamento en el Sexuality Information and Education Council of the United States (SIECUS), que entre otras cosas promueve la anticoncepción y se declara en contra de los programas que fomentan entre los jóvenes la continencia hasta el matrimonio. Las Directrices concuerdan en general con la ideología de esas organizaciones, y la falta de pluralidad en los autores es uno de los motivos de las críticas.
El texto propone impartir la educación sexual a partir de los 5 años, y ofrece orientaciones distintas según la edad de los alumnos. A los más pequeños (5-8 años) hay que explicarles, dice, la masturbación, tema que se ampliará en la etapa siguiente (9-12 años). También se ha de enseñar desde el principio qué es la “igualdad de género” y poner “ejemplos de estereotipos de género” y “violencia de género”. Entre los 9 y los 12 años ya hay que explicar cómo “obtener y usar condones y anticonceptivos, incluida la contracepción de emergencia”, y prevenir contra la “homofobia, la transfobia y el abuso de poder”. Además hay que tratar el aborto, dejando claro que si se realiza “en condiciones de esterilidad a cargo de personal con formación médica, es seguro”. En el siguiente tramo (12-15 años) se ha de comentar el “acceso al aborto y la atención post-aborto”. Y a los adolescentes de 15-18 años se debe dar a conocer “iniciativas a favor del derecho y del acceso al aborto seguro”.
Visión unilateral
La mayor parte de las críticas a las Directrices provienen de organizaciones norteamericanas, como el Population Research Institute (PRI), ligado a Human Life International, el grupo pro-vida fundado por el benedictino P. Paul Marx. Un representante del PRI, Colin Mason, señala, entre otras cosas, que el aborto es “un tema controvertido”, y por tanto “resulta muy sospechoso” que las Directrices hagan “afirmaciones sin matices y tan favorables al aborto”.
También ha expresado reparos Citizens for a Responsible Curriculum. La fundadora, Michelle Turner, ha dicho al respecto que “son los padres, no las escuelas públicas, quienes deben marcar el rumbo moral de sus hijos” (International Herald Tribune, 2-09-2009).
La UNESCO ha respondido mediante una declaración firmada por Mark Richmond, director de su División para la Coordinación de Prioridades en Educación (cfr. CSNnews.com, 25-08-2009). Dice que las Directrices se basan en datos tomados de la experiencia acumulada sobre la educación sexual. Añade que, si bien los autores se manifiestan en contra de los programas para fomentar la continencia, no la anticoncepción, porque –dicen– inculcan en los jóvenes “miedo, vergüenza y sentimiento de culpa”, el texto también incluye una salvedad que describe tales programas como “una opción” que puede formar parte de una “educación sexual integral”. Por otro lado, Richmond defiende la propuesta de explicar la masturbación entre los 5 y los 8 años alegando que a esa edad los niños sienten curiosidad acerca del cuerpo. Y señala que “ni la UNESCO ni las Directrices Internacionales defienden que la actividad sexual sea un derecho”. Del aborto no dice nada.
Las Directrices no se han publicado aún formalmente, pero el último borrador circula desde junio pasado. La semana próxima se presentará una versión abreviada con ocasión de la Conferencia Internacional sobre Educación en Sexualidad y Relaciones (Birmingham, 7-9 de septiembre). La UNESCO tiene prevista una presentación oficial a finales de octubre en la sede de la ONU en Nueva York.
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