Por el padre John Flynn, L. C.
Cuando se instrumentaliza a los niños
ROMA, domingo, 13 de septiembre de 2009 (ZENIT.org).- La información de los medios sobre nuevas técnicas de fecundación artificial es algo común hoy en día. El gran deseo de las parejas de tener hijos, junto a los avances continuos de la tecnología, crean una atractiva combinación.
El 2 de septiembre, los principales medios del Reino Unido informaban del nacimiento del primer bebé concebido con la ayuda de un nuevo método que comprueba los defectos cromosómicos que pueden impedir que un embarazo in vitro tenga éxito.
La BBC informaba que "Oliver" nació de una mujer de 41 años que había sufrido repetidos fallos con el procedimiento de fecundación in vitro.
El seguimiento de los medios de este tipo de acontecimientos suele centrarse en la natural alegría de la pareja con su nuevo bebé. Detrás de estas escenas, sin embargo, el progreso de la industria de la fecundación in vitro es una historia de innumerables vidas sacrificadas, bebés nacidos que nunca conocerán a sus padres biológicos, y cientos de miles de vidas condenadas a un limbo helado en los congeladores de las clínicas.
Las Iglesia católica ha puesto de relieve desde hace muchos años los problemas éticos que implica la fecundación in vitro. Esta postura se repite y se amplifica en el documento "Dignitatis Personae", publicado el año pasado por la Congregación para la Doctrina de la Fe.
"La Iglesia reconoce la legitimidad del deseo de un hijo, y comprende los sufrimientos de los cónyuges afligidos por el problema de la infertilidad", reconocía (No. 16).
"Sin embargo, ese deseo no puede ser antepuesto a la dignidad que posee cada vida humana hasta el punto de someterla a un dominio absoluto", añadía. "El deseo de un hijo no puede justificar la "producción" del mismo, así como el deseo de no tener un hijo ya concebido no puede justificar su abandono o destrucción", explicaba el organismo vaticano.
Peligrosos efectos secundarios
Existe preocupación incluso por aquellos que han nacido con éxito a través de la fecundación in vitro. Estos niños tienen una probabilidad un 30% superior de sufrir de defectos genéticos y de otros problemas de salud, informaba el periódico británico Daily Mail el 20 de marzo.
La advertencia venía de la Autoridad de Fecundación y Embrionología Humana del Reino Unido. Más de 10.000 niños nacen cada año en Gran Bretaña mediante fecundación artificial, observaba el artículo.
La investigación que está detrás de esta alerta viene de los Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Atlanta, Estados Unidos. Han estudiado más de 13.500 nacimientos y otros 5.000 casos de control utilizando datos del Estudio Nacional de Prevención de Defectos de Nacimiento.
Descubrieron que los bebés nacidos por fecundación in vitro sufren de una serie de problemas, que incluyen defectos en las válvulas del corazón, labio y paladar leporinos, y anormalidades en el sistema digestivo debido a que el intestino y el esófago no se han formado correctamente.
En cuanto a una investigación llevada a cabo en Australia, ésta revelaba que los gemelos nacidos como resultado del tratamiento de fecundación in vitro tienen una probabilidad más alta de ser hospitalizados en sus tres primeros años de vida que los gemelos concebidos de modo natural.
Según un artículo publicado en el periódico Australian el 21 de mayo, los gemelos procedentes de la fecundación in vitro pasaban más tiempo en el hospital tras el parto y tenían un 60% más de posibilidades de tener que ser ingresados en una unidad de cuidados intensivos neonatal. También suelen tener una mayor incidencia de nacimientos prematuros y de bajo peso al nacer.
Los resultados los presentaba un equipo de la ciudad de Perth, que analizó las admisiones en hospitales de cerca de 4.800 niños gemelos nacidos en Australia occidental entre 1994 y el 2000.
Enigmas familiares
Disociar a los niños de su relación marital lleva también a estructuras familiares cada vez más complicadas, así como a frecuentes enfrentamientos judiciales. Un organismo de apelación del estado de Nueva York dictaminó que los padres de un chico de 23 años que murió de cáncer no podrán usar el esperma conservado de su hijo muerto para tener un nieto, informaba el 3 de marzo Associated Press.
Mark Speranza dejó muestras de semen en un laboratorio en 1997, pero también firmó un impreso en el que pedía que fueran destruidas tras su muerte. Las depositó allí por si tenía la oportunidad de ser padre si sobrevivía al cáncer.
Sin embargo, tras su muerte, sus padres quisieron un nieto y buscaron una madre de alquiler para utilizar el semen. Sus años de batallas judiciales han sido en vano.
En Texas, no obstante, el juez del condado de Travis, Guy Herman, dictaminaba que una madre podía disponer del esperma recogido del cuerpo de su hijo muerto, informaba el 9 de abril Associated Press.
Nikolas Colton Evans murió a los 21 años como resultado de una pelea. Su madre, Marissa, declaró que su hijo siempre había querido tener hijos.
El artículo citaba al profesor de derecho de la Universidad de Texas, John Robertson, quien afirmaba que, aunque las leyes del estado dan a los padres el control sobre el cuerpo del hijo para las donaciones de órganos y tejidos, la situación en cuanto al esperma "es muy confusa".
Dos días después, otro artículo sobre el tema en Associated Press, se centraba en las cuestiones morales. "Para un niño esta es una forma brusca de venir al mundo. Mientras aparecen los detalles y el niño aprende más sobre sus orígenes, me pregunto que impacto tendrá en un niño recambio", afirmaba Tom Mayo, director del Centro Maguire para la Ética y la Responsabilidad Públicas de la Universidad Metodista del Sureste.
Se citaba a Marque Vopat, profesor de filosofía y estudios religiosos en la Universidad estatal de Youngstown, Ohio, quien afirmaba que decir que un hijo pudo expresar el deseo de tener hijos algún día no es decir que quería ser padre de un hijo a modo póstumo.
Desde Australia vinieron noticias de que una mujer del estado de Queensland quedó embarazada para su hermano homosexual, tras ser inseminada con el esperma de un tercero, informaba el 2 de junio el periódico Courier Mail. No se han revelado las identidades de las personas implicadas.
Se espera que el niño nazca a principios del próximo año y, según el reportaje, no tendrá ninguna relación con el padre biológico.
Comentando la noticia, el obispo anglicano Tom Frame, que fue adoptado a una edad temprana y no conoce a su padre, declaraba al Courier Mail que el impacto de tal situación será demoledor para el niño.
"Tenemos aquí a un niño que crecerá sin su padre ni su madre biológicos", afirmaba Frame. "Estamos rompiendo deliberadamente el lazo entre el padre, la madre y el hijo".
Incluso si tales niños quieren más tarde encontrar a sus padres sus esfuerzos suelen verse frustrados. Tal ha sido el caso de Lauren Burns, de Melbourne, Australia.
Nacido por fecundación in vitro, sabe que el nombre de su padre biológico está en el expediente, pero a las autoridades estatales no se les permite revelárselo, informaba el 12 de abril el periódico Age.
Nacieron cuatro niños para cuatro familias utilizando el esperma de alguien conocido sólo como C11.
"Es interesante que, en casi cualquier otra situación, la sociedad anima mucho a los padres a formar parte de las vidas de sus hijos, y a quienes lo rechazan... se les etiqueta de malos padres", declaraba al periódico. "En esta excepción se da exactamente lo opuesto", apuntaba.
No es un puñado de células
"El cuerpo de un ser humano, desde los primeros estadios de su existencia, no se puede reducir al conjunto de sus células", según el documento vaticano "Dignitatis Personae" (No. 4).
La Congregación para la Doctrina de la Fe también comentaba cómo, en otras áreas de la medicina, las autoridades sanitarias nunca permitirían que continuaran procedimientos que tienen una tasa tan alta de resultados negativos y fatales (No. 15).
"En realidad, las técnicas de fecundación in vitro se aceptan porque existe la presuposición de que el embrión no merece pleno respeto cuando está en competición con un deseo que hay que satisfacer", observaba el documento. El deseo de tener hijos es muy fuerte, pero cuando se satisface a costa del respeto a la vida pierde de vista los principios éticos fundamentales.
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