Al cumplir dos meses dejó de comer y respirar por sí misma. Los médicos ignoran lo que tiene, pero con su sonrisa cambia la vida a cuantos la conocen.
Meghan Salter es la menor de cuatro hermanos. Tiene 8 años, y al llegar fue una alegría para sus padres, Mike y Ellen. Nació perfectamente, pero al cumplir dos meses empezó a perder peso y posteriormente dejó de comer e incluso de respirar por sí misma.
La ingresaron en el hospital clínico infantil de la Universidad de Michigan (Estados Unidos), donde el pronóstico fue que no recuperaría esas habilidades, como así ha sido. Lo que no han podido aclarar hasta ahora que es lo que produce la laringomalacia con que fue diagnosticada, habiéndose descartado varios de ellos mediante múltiples pruebas desde 2002.
Quienes la conocen, cambian
Lo llamativo del caso de Meghan es el efecto que su vida ha producido alrededor, y que ha ido creciendo en conocimiento público, hasta el punto de que la cadena de la Madre Angélica, EWTN, emitirá en el día de la Asunción un reportaje de media hora sobre ella, como en su día hizo el canal de televisión del arzobispado de Detroit. Y diversos medios de comunicación están comenzando a interesarse por la insólita celebridad de esta niña que no puede hablar, pero que tiene una permanente sonrisa en los labios con la que cambia los corazones de las personas que la conocen.
La pequeña nació en el seno de una familia católica muy religiosa que desde el primer momento asumió que los evidentes sufrimientos de su hija tenían un sentido. Y ahora Mike y Ellen han autorizado el documental para llevar ese mismo mensaje a otras personas. "Tienes que poner toda tu fe y tu confianza en Cristo y en hacer su voluntad, es el único camino padra la felicidad", afirma el padre de Meghan, quien cree también que el ejemplo de su niña mostrará "el valor de la vida humana desde la concepción a su término natural" comprobando "cuánta alegría nos trae y trae a todos los que se encuentran con ella".
No sólo alegría. También fe. Y esto es realmente lo que ha convertido este caso en noticia: ya son bastantes las personas que han recuperado la fe, o incluso han querido bautizarse, al conocer a la niña.
Empezando por el sanitario del equipo de bomberos que atendió de urgencia a Meghan cuando dejó de respirar por primera vez. Steve Worden continuó luego interesándose por la evolución de la niña y visitando a la familia, y viendo cómo era aceptada y vivida esa desgracia acabó pidiendo el bautismo. Casos similares se produjeron después y empezaron a llamar la atención de vecinos y amigos. De hecho, a la Primera Comunión de Meghan asistieron espontáneamente más de seiscientas personas. Se la administró el obispo auxiliar de Detroit, John Quinn, que no olvida lo que pasó cuando le preguntó a la niña si quería recibir el Cuerpo de Cristo. Según cuenta su madre, sustituyó su habitual sonrisa corta y rápida por una sonrisa amplia y que duró mucho tiempo en su rostro.
El sentido del sufrimiento
"Ha podido morir varias veces", añade, "pero ha luchado por vivir". Ellen confiesa una dura lección que tuvo que aprender: "No es fácil sufrir, pero el sufrimiento se convierte en alegría cuando lo haces por Cristo. Él te trae alegría y perseverancia. A través del silencio de Megan, Él está salvando almas". Porque son muchas las personas que han vuelto a la fe gracias a la pequeña, impresionados por su alegría y la de quienes la rodean, o incluso al rezar por ella oraciones que parecían olvidadas, o cambiando de vida tras pasar unos minutos en su compañía.
La familia vive también sus momentos duros al convivir con la enfermedad de Meghan día a día, pero Ellen tiene la receta para combatirlos: "La simple alegría de cuidar de ella, y el saber que Dios nos eligió a nosotros para hacerlo".
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