La bioética surgida después del horror nazi pide el consentimiento del paciente y que redunde en su beneficio... algo que no se cumple al investigar con embriones. ¿Pedirán perdón en el siglo XXII?
En 1946 Europa, recién salida de la Segunda Guerra Mundial, se horrorizaba con el recuento de la maldad nazi, especialmente de sus experimentos médicos en campos de prisioneros. Pero no sólo era cosa de la medicina nazi: muchas ideas eugenésicas, raciales y demográficas de los nazis habían circulado en la pre-guerra en Estados Unidos, los muy democráticos países escandinavos, Suecia, Austria y los bálticos. Como explica el artículo "Democracias impecables hicieron barbaridades eugenésicas", se esterilizó a decenas de miles de personas sin pedir su permiso. Incluso en la Suecia socialdemócrata hubo unas 15.000 personas esterilizadas sin consentimiento entre 1935 y 1975. En 1998 el gobierno sueco pidió perdón y aprobó una indemnización a los afectados aún vivos.
La historia se repetía el pasado 1 de octubre: Barack Obama pedía perdón oficialmente por los experimentos de unos médicos de EEUU a partir de 1946, que inocularon la sífilis a cientos de guatemaltecos para experimentar con ellos, sin su consentimiento. Mientras en Núremberg se estaba creando el Código de Núremberg para evitar los horrores de la ética nazi utilitarista, en Guatemala los médicos de la potencia vencedora hacían exactamente lo contrario.
Al salir los hechos a la luz pública, Obama telefoneó al Presidente de Guatemala, Álvaro Colom, para expresar su condena. Colom calificó los experimentos como “una violación de los derechos humanos increíble” y habla de llevar, quizá, el caso a una corte internacional. Obama aún no ha ofrecido indemnizaciones.
¿Cómo se descubrieron los abusos médicos de 1946 y años siguientes? Fue gracias a la historiadora médica Susan Reverby, del Wellesley College, que investigaba un caso clásico de abusos médicos sin consentimiento ni información: el caso de Tuskegee (Alabama) sobre la sífilis que padecían numerosos negros de clase baja y que los médicos no querían curar para ver cómo se desarrollaba, mintiéndoles acerca de su enfermedad.
Reverby es autora del reciente libro “Examining Tuskegee,” que analiza el caso de forma exhaustiva. Desde 1932, y hasta ser revelado por la prensa en 1972, el gobierno de Estados Unidos llevó a cabo en Tuskegee estudios de largo plazo sobre los efectos de la sífilis cuando no es tratada. El estudio consistió en decirle a cuatrocientos hombres con sífilis que recibirían un “tratamiento especial” para su “sangre mala.” Sin que estos hombres lo supieran, se les administraban placebos inútiles, pero no la cura prometida y su debilitamiento, causado por la sífilis no tratada, fue estudiado durante décadas: estudiaron cómo quedaban ciegos, desfigurados, dementes, con dolor crónico... Aunque durante esos años se descubrió que la penicilina curaba la sífilis, no se les aplicó ni se les informó ni se les dejó tratarse.
El caso de Guatemala era distinto: primero les inoculaban la enfermedad (sin su consentimiento ni información), luego experimentaban con la penicilina. El director del estudio, el Dr. John Cutler del Servicio de Salud Pública de Estados Unidos, eligió Guatemala porque la prostitución era legal, y también lo era llevar prostitutas a las cárceles... el sexo era la mejor forma de transmitir la enfermedad. Pero había otras. La historiadora médica Susan Reverby da detalles espeluznantes: "Raspaban o rasguñaban los brazos de personas en cárceles, asilos psiquiátricos y barracas del ejército. Utilizaron sus brazos, sus mejillas, además buscaron hombres, y francamente esta parte me resulta completamente increíble y hace que todo parezca parte de una película clase B, encontraron hombres con prepucios largos, tomaban sus penes, retiraban el prepucio hacia atrás, raspaban el glande y aplicaban la bacteria de la sífilis por medio de un pequeño trozo de algodón con gasa, un apósito".
Todo esto se empezó a hacer mientras en Núremberg se ejecutaban nazis por sus crímenes contra la humanidad y crueldad en sus investigaciones "científicas". El Dr. Cutler, responsable del proyecto de Guatemala, participó luego de los estudios de Tuskegee. Murió en el año 2003.
El caso de Guatemala se suma a otros casos admitidos y conocidos ya en Estados Unidos: por ejemplo, el de las mujeres de Puerto Rico a los que se les administró estrógeno a niveles de riesgo mientras se probaban las pastillas anticonceptivas. O la inyección de plutonio a pacientes hospitalizados que no se habían ofrecido como voluntarios para estudiar los efectos de ese elemento en el cuerpo humano. También se conoce el caso de Dow Chemical, Johnson & Johnson y las autoridades de la cárcel de Pensilvania que expusieron a los internos a químicos, entre ellos a dioxinas, para probar sus efectos.
Los consensos de la bioética post-nazi sobre experimentación con humanos
El Código de Núremberg (20 de agosto de 1947), fruto del juicio a la bioética nazi
1. Es absolutamente esencial el consentimiento voluntario del sujeto humano.
2. El experimento debe ser útil para el bien de la sociedad, irremplazable por otros medios de estudio y de la naturaleza que excluya el azar.
3. El experimento debe ser ejecutado de tal manera que evite todo sufrimiento físico, mental y daño innecesario.
La Declaración de Helsinki (Asamblea Médica Mundial, 1964)
6. En investigación médica en seres humanos, el bienestar de la persona que participa en la investigación debe tener siempre primacía sobre todos los otros intereses.
9. La investigación médica está sujeta a normas éticas que sirven para promover el respeto a todos los seres humanos y para proteger su salud y sus derechos individuales. Algunas poblaciones sometidas a la investigación son particularmente vulnerables y necesitan protección especial. Estas incluyen a los que no pueden otorgar o rechazar el consentimiento por sí mismos y a los que pueden ser vulnerables a coerción o influencia indebida.
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