Michael Glatze, un antiguo homosexual que abandonó esas prácticas asegura que el sexo gay «es como caminar sobre las manos», es decir, usar mal los miembros del cuerpo. Desde 2007 explica cómo tomó la decisión y anima a otros gays a «buscar algo más alto, una sexualidad básica, humana, heterosexual», a pesar del acoso que sufre.
El periodista Michael Glatze anunció en 2007 que abandonaba la homosexualidad y que era un estilo de vida negativo. En Estados Unidos existe una intensa actividad «anti-exgay»: blogs y grupos que se dedican a seguir todos los pasos de las personas que públicamente han anunciado que renunciaban a la identidad homosexual. Publican cualquier cosa negativa o dudosa para arrastrar por el suelo la integridad ética (o psicológica) del exgay.
Por ejemplo, el blog ExGayWatch publicó que Glatze era culpable de criticar a Obama, de «acritud» contra la homosexualidad, de no ser muy famoso, de haber explorado el budismo y el mormonismo en su búsqueda de la verdad y de poner en FaceBook frases demasiado cortas. ¡Gravísimos pecados para los cazadores de exgays!
La madre de Glatze era cristiana protestante no denominacional; su padre, agnóstico. Él murio cuando Michael tenía 13 años. Ella murió cuando él tenía 19. Glatze estudió literatura y escritura. Con su pareja homosexual, Benjie Nycum, fundaron la revista de activismo gay joven «Young Gay America» y escribieron el libro «XY Survival Guide», infoprma Forumlibertas.
En 2007, después de una crisis personal originada en un problema de salud, Glatze abandonó la homosexualidad y declaró su cristianismo en el digital WorldNetDaily. Durante 2 años sufrió el acoso de los grupos «exgays», prefiriendo evitar la proliferación de declaraciones públicas. El pasado mes de octubre explicó en WorldNetDaily como ve el mundo después de dos años «fuera» del homosexualismo.
«He tenido gente llamándome loco, que he terminado pensando que es el peor insulto de todos, y otros diciendo que debería tener el sida, llamándome a casa para insultarme, amenazándome en la cara, diciendo que odian a la gente como yo, y mucho más», escribe Glatze. «Creo que mi salida pública de la homosexualidad desencadenó algún mecanismo porque fui muy honesto y porque, evidentemente, no estaba loco», añade.
«Sé un hombre»
Glatze explica que durante unos meses se hizo mormón, pero que después encontró una «hermosa familia de camaradería en una iglesia que cree en la Biblia, que no me deja un regusto de rebelión en los labios». «He salido con mujeres, con gran alegría para mí y para ellas, creo. Muchos se quejan constantemente: “Es que no me atraen las chicas, y ¡me atraen tanto los hombres!”. Pero no, no es así. Estás obsesionado con los deseos lujuriosos de un cuerpo caído, el cuerpo que, al final, se odia a sí mismo y odia la verdad. Sabes como salir, pero egoístamente no estás dispuesto. Prefieres esconderte bajo las sábanas de los abogados liberales que atacarán la verdad con acusaciones de homofobia, en vez de levantarte y ser un hombre».
«Vi personas que habían sido amigos teñir de negro su alma, con rayos en los ojos a medida que escuchaban mi historia, mirándome con un veneno demoníaco. He visto gente hablar de mí como un paria a mis espaldas, mandándome al ostracismo, empujando a todos a mi alrededor, hacia algún tipo de odio grupal».
«Sed fuertes»
A las personas que, como él, dejan la homosexualidad y son presionadas por su antiguo entorno o por el activismo homosexualista les dice: «Sed fuertes, hermanos y hermanas míos, sed fuertes, amigos, sed fuertes». «Elegí dejar el estilo de vida homosexual porque encontré mi fundamento en Dios, porque ya no necesitaba la aceptación de los que me rodeaban. Se volvieron contra mí, fui perseguido por los que habían sido mis amigos. Pero, al mismo tiempo, he seguido un nuevo yo por bosques oscuros, y he visto la más asombrosa belleza por el camino, he llegado con la mejor mentalidad, la más feliz que nunca pude tener, el mejor lugar que podría desear».
«Y así sigo. Tengo una vida normal. Estoy reconstruyendo lo que fue gravemente derribado. Tengo que dar gracias a Dios por eso. Y animaros, diciendo que es simplemente algo que la gente puede y debe hacer, abandonar el pecado y las prácticas y el estilo de vida de la homosexualidad y buscar algo más alto, una sexualidad básica, humana, heterosexual».
En su blog Glatze insiste: «Hacedme caso, da mucha más felicidad tener a Dios de tu lado. Para empezar, no odiarlo. Además, te sientes pleno. No tienes que mentirte y vivir en esa mentira de forma regular. Puedes amar de verdad a la gente con un amor sin fin, porque puedes darles el Amor de Dios, Aquel que es amor».
Y añade: «Jesús era tan puro, que el mundo no podía sino odiarlo. Vemos este fenómeno repetido en las vidas de muchos cristianos hoy, cuya pureza enfurece a los que se sienten amenazados. Conspiraron para matarle. Mataron al que vino a salvarles de su naturaleza pecadora».
Como «andar con las manos»
También afirma que «la homosexualidad y la heterosexualidad no son lo mismo. Las ramificaciones psicológicas de participar en el comportamiento homosexual es que, en tu conciencia silenciosa, sabes que participas en una actividad sexual solo por tu placer. Y abusas de la función natural de tus órganos sexuales metiéndolos en sitios donde no deberían estar. Es como caminar sobre las manos. Nadie que esté bien de la cabeza pediría cambiar toda la estructura social sólo porque un grupo de gente prefiere ir a todas partes caminando sobre las manos. Ni silenciaríamos las voces de quienes dicen lo obvio: no sólo que caminar sobre las manos está mal, sino que usar tus manos en vez de tus pies tiene implicaciones negativas».
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