Un mayo del 68 en miniatura se ha producido en la Universidad Complutense de Madrid. No han levantado adoquines, pero han convocado asambleas y actos de protesta, incluida una manifestación –con malos modos por parte de algunos– contra el rector en persona. Son residentes de colegios mayores gestionados por la universidad, que se quejan por una anunciada reducción de servicios. Sin embargo, el principal motivo de descontento es que el rectorado ha decidido convertir en mixtos tres de sus cinco colegios –todos menos uno– que son masculinos o femeninos.
El rector, Carlos Berzosa, no se lo explica. “Debe [de] haber –dice– una minoría más tradicional que impone su forma de actuación al resto de colegiales”. Tan convencido está, que solo puede creer que los estudiantes en desacuerdo con él son pocos y además anticuados, ni se le ocurre pensar que en esta controversia, él es quien pretende imponer su criterio.
La cronista de El País le hace eco en las páginas de información local (24-03-2010): “Que jóvenes universitarios, independientes de sus padres y educados en democracia, defiendan la permanencia de los colegios segregados por sexos causa desconcierto”. Paradójica idea de la democracia tienen quienes creen que impone la vía única en materia de residencias de estudiantes. Los colegiales rebeldes parecen tener mejor aprendidas las lecciones de libertad civil. Optaron por un colegio para gente de un solo sexo, y se resisten a que les quiten la posibilidad de elegir.
En verdad, no es tan difícil comprenderles. Ni ellas ni ellos piden una cartuja. Tienen coetáneos del otro sexo en las aulas, en la calle, en los cines, en las discotecas. Sin embargo, para el lugar donde residir prefieren otro ambiente. Un colegio mayor no es un mero alojamiento para estudiantes. Se distingue por su estilo de convivencia, por sus actividades culturales, por sus especialidades deportivas. Por ejemplo, uno de los dependientes del rectorado, el Ximénez de Cisneros, masculino, es conocido por su equipo de rugby y está vinculado a la federación de este deporte, hoy por hoy poco practicado por las chicas.
Tampoco extrañará, si uno no sustituye la observación por prejuicios, que a unos jóvenes les guste tener un ámbito propicio para cultivar la amistad específica entre los de su sexo. O que en el lugar que ha de hacer las veces de su casa, no quieran tener que fijarse en los letreros para saber en qué cuarto de baño entrar.
En todo caso, es una opción, y quien no la quiera, tiene otras.
Pero la educación o la residencia mixta ha llegado a ser más que una opción en algunas mentes. Hecho dogma de la modernidad por sus autonombrados intérpretes, pretenden implantarla a despecho de las preferencias reales de la gente. Decretado que un joven de hoy ha de querer un colegio mayor mixto, lo más que le concederán ante la evidencia contraria es preguntarse qué mano negra habrá engañado al pobrecillo.
Si en otros tiempos el movimiento pro colegios mixtos fue una causa progresista, hoy se está convirtiendo en un paternalismo restrictivo de la libertad.