Por Jeanne Smits (escribe desde Francia, donde asistió a la 7ª Marcha por la Vida en París)
PARÍS, Francia, 25 de enero 2011 (Notifam) – Alrededor de 40.000 personas reunió la Marcha por la Vida en París, en la tarde del domingo, lo que constituye un éxito sin precedentes.
Para su 7 ª edición, por primera vez el rally pro-vida fue honrado con un reconocimiento papal. La carta del cardenal Tarcisio Bertone transmitiendo la bendición y el aliento personales del papa Benedicto XVI llegó a los organizadores el viernes anterior a la Marcha, lo cual llevó a que los principales medios de comunicación brindaran cobertura al evento, anunciándolo por anticipado.
No menos de cuatro obispos se unieron a la edición 2011 de la Marcha. Monseñor Dominique Lebrun, de Saint-Etienne, estuvo de regreso después de haber sido el primer obispo francés que se unió a la Marcha el año pasado. Monseñor Guy Bagnard, de Bellay-Ars, participó en la conferencia de prensa previa a la Marcha, antes de caminar junto a la multitud a través de los amplios bulevares de la Plaza de la República hacia el corazón de la ciudad, la Plaza de la Opera, que resultó casi demasiado pequeña para acoger a todos los participantes.
Monseñor Marc Aillet, de 53 años de edad, quien fue nombrado a la sede de Bayona por el papa Benedicto XVI en 2008, llegó con los católicos de su diócesis. Él es uno de los obispos franceses más abiertamente pro-vida y ocupado en temas de familia. Desde Austria, Monseñor Andreas Laun, obispo auxiliar de Salzburgo, acercó la amistad y el apoyo tan necesarios.
Ahora cuatro obispos pueden parecer muy pocos, pero la presencia cada vez mayor de la jerarquía católica ya está haciendo una gran diferencia. El órgano colegiado que representa a quince grupos y asociaciones franceses pro-vida se esfuerza para mantener la Marcha como no confesional y no partidista, para que todos los pro-vida sean igualmente bienvenidos. Pero es evidente que la gran mayoría de los participantes son cristianos, y en un país con una fuerte tradición católica, los católicos son de lejos el grupo clave. Reconstruir la buena voluntad en forma paciente con los obispos franceses es en definitiva un modo de redimirse, y como resultado de ello un número creciente de fieles están ahora dispuestos a unirse a la iniciativa.
Algo similar ocurrió con la vigilia para toda vida humana naciente, convocada por el Papa en noviembre. Grupos de jóvenes laicos se movilizaron por Internet en octubre, cuando sólo se habían anunciado oficialmente pocas vigilias, luego que se publicó la noticia de la petición del Papa en los blogs pro-vida. Pero el día mismo no hubo una sola diócesis sin una vigilia, y se estima que 400 iglesias, capillas y comunidades participaron en todo el país. Muchos ven el éxito de la Marcha por la Vida de este año como resultado de esa dinámica.
Las miles de personas que salieron a las calles el domingo son especialmente importantes este año, cuando Francia se dispone a revisar en esta primavera su ley de “bioética”, con la experimentación jurídica sobre el embrión humano como tema central.
Monseñor Bagnard me dijo cuál fue el principal motivo de su presencia: “Pienso que cuando a haber una votación para revisar nuestras leyes de bioética, debemos dar una señal para mostrar y hacer manifiesto lo que queremos: simplemente defender la vida”.
Este año he contado un gran número de sacerdotes diocesanos, incluidos muchos sacerdotes jóvenes de la región de París que llegaron solos o con grupos de feligreses. Ésta es una verdadera novedad, lo que augura un cambio a una mayor testimonio sobre temas de la vida por parte de la Iglesia. Es probablemente el mayor signo de esperanza en uno de los países más secularizados de Europa, donde más de 200.000 abortos al año pasan prácticamente desapercibidos para la mayoría, y donde la llamada “interrupción voluntaria del embarazo” es presentada como un derecho en la ley, en programas obligatorios de educación sexual en las escuelas subsidiadas por el Estado y en todos los medios de comunicación.
Asistieron a la Marcha personas de todas las edades y de muchas experiencias de vida, pero al igual que en estos eventos en otros países, los jóvenes conformaron de lejos el grupo más numeroso, seguido por familias jóvenes, a menudo familias numerosas.
El espíritu de la Marcha fue festivo y jubiloso: muchos gritaban “¡queremos que haya leyes para la vida, hoy, no mañana!” o “ninguna madre debe ser hostigada para que mate a su propio hijo!”
Cuando la Marcha arribó a la Plaza de la Ópera, Philippe Isnard, profesor de Historia de Francia, procedente de Manosque (sur de Francia), dijo a la multitud que había sido suspendido en su trabajo en una escuela secundaria, por haber organizado un debate sobre el aborto, durante el cual mostró imágenes gráficas de los abortos. Leyó fragmentos de una carta del ministro de Educación francés, Luc Chatel, a uno de sus seguidores: la carta afirmaba claramente que los maestros en las escuelas subsidiadas por el Estado tienen prohibido presentar material que cuestione las leyes de aborto.
Varias delegaciones extranjeras se unieron a la Marcha de París, entre los cuales se contaban los representantes de Rumania, República Checa, Italia, Alemania, España, Países Bajos y Bélgica. Pro-vida de estos dos últimos países me dijeron que ahora tienen un nuevo problema con el que lidiar: los planes para construir “centros de eutanasia” dedicados exclusivamente a ayudar a los pacientes a irse de este mundo después de una corta (¿y rentable?) estadía de unos tres días.
Versión original en inglés en http://www.lifesitenews.com/news/40000-strong-paris-march-for-life-an-unprecedented-success
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