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viernes, 2 de mayo de 2008

Amor y adolescencia - Por Ricardo Sánchez Recio

Fuente: Realidad - Diario de Cuyo

La adolescencia es una etapa de la vida donde surge el amor. Por eso quiero compartir con los adolescentes, las siguientes reflexiones sobre el hermoso itinerario del amor, que a veces puede resultar peligroso y complicado, y donde los errores traen graves consecuencias.

La necesidad de amar y ser amado es algo propio en el hombre. En el amar está nuestra felicidad y realización humana. Dios nos ha creado para amar, porque "Dios es amor" (1 Jn. 4,8) Pero es necesario aprender a amar, no con cualquier amor, sino con aquel que es el amor verdadero. Este es su desarrollo: El amor comienza con una atracción, un deslumbramiento, un "flechazo", una fascinación por alguien, que nos hace soñar que somos protagonistas de una historia de amor tipo Romeo y Julieta. Esto se llama enamoramiento. (En mi barrio le decíamos "camote"). Estar enamorado es sentir una atracción casi irresistible por la otra persona, que te acelera el corazón y te pone muy nervioso en su presencia. Y entonces dices "No puedo vivir sin él o ella" porque piensas todo el día en él o ella, dibujas corazoncitos en todos lados y te gustaría pasar horas en su compañía. ¡Tanto te gusta!

No hay duda que el amor comienza al gustarse mutuamente; sin atracción mutua, nunca llegarán a quererse. Pero ¡cuidado!, gustarse es solo el comienzo. No debemos confundir este "flechazo" con el verdadero amor. El peligro está en dejarse llevar por el deseo de la otra persona, y pretender la mal llamada "prueba de amor", o sea, el sexo. Por eso, no hay que mentirse, el amor es un sentimiento, pero no es sólo un sentimiento. Es mucho más. Tengo que advertir que es un error muy común confundir el amor con el mero sentir. Todavía falta algo muy importante. Para amar de verdad, no hay que quedarse sólo en lo exterior de la otra persona, hay que conocerla por dentro, y enamorarse de cómo es en verdad, lograr una verdadera amistad en la cual se van conociendo bien, aceptando y eligiendo mutuamente. Porque la atracción que sentimos por el otro es tan fuerte que perdemos la objetividad, imaginamos más de lo que en realidad es y vemos todo "color de rosa" viendo solo su perfección sin descubrir sus defectos. Por eso, hay que enamorarse de "toda la persona" y darse cuenta si son el uno para el otro. Si lo quieres por como es, y no sólo por como parece ser. Se trata de descubrir si es la persona que Dios te tiene preparada para formar una familia. Esto es el noviazgo: surge de ambos la convicción que se hace cada vez más patente, de que son compatibles, que pretenden lo mismo, que quieren estar toda la vida juntos, formando un proyecto común de vida para el futuro, de asumir un "compromiso" de fidelidad y responsabilidad. Esta meta es el matrimonio donde se realiza la entrega total mutua, en cuerpo y alma. Entonces si que el sexo tiene su cabida, como expresión de la donación mutua de los esposos y como inicio de las nuevas vidas, los hijos. Solo cuando el varón y la mujer se entregan y reciben totalmente puede decirse que se aman. Por eso el amor verdadero es "para siempre".

Ahora, este amor, este "compromiso" que involucra a toda la persona, se hace generoso y abnegado, capaz de hasta dar la vida por el amado. Amar es querer el bien del amado. Amar es dar sin esperar nada a cambio, es entregar aún la vida, sin miras a las ventajas personales. El amante está dispuesto a sufrirlo todo por el amado. Cuando uno ama de verdad quiere tanto el bien de la persona amada que le da todo lo que puede, atención, paciencia, perdón, hasta uno mismo. El que ama sabe sobrellevar con gusto los más duros y amargos contratiempos por el amado. En una palabra, el verdadero amor se funda en el propio sacrificio, en la propia abnegación.

Estamos hablando de un amor incondicional que demanda esfuerzo, pero a la vez otorga grandes satisfacciones. Es que las grandes cosas cuestan, y hay que luchar para conseguirlas. Cuando se ama de verdad, la persona se sabe capaz de sobrellevar cualquier prueba, a pesar del sacrificio que implique, porque entiende la importancia y la necesidad de hacerlo, porque sabe que quien está en juego es la persona amada. Así hasta la prueba más dura se llena de sentido. Es por esto que las personas son capaces de afrontar situaciones de sacrificio o de renuncia, de superarse a sí mismas y de entregarse por el bien del otro, de realizar actos heroicos. Como decía la madre Teresa de Calcuta: "Hay que amar hasta que duela".

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