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miércoles, 7 de mayo de 2008

A vinos nuevos, odres nuevos - In memoriam Cardenal López Trujillo

Card. Alfonso López trujillo

Por Rogelio Villegas - Equipo Gama
Con “profunda emoción” -decía el Papa en las exequias del cardenal Alfonso López Trujillo- hemos visto partir a un grande apóstol de nuestro tiempo. Él ha librado el buen combate. Ha defendido la causa más paradoxal de nuestra sociedad: la familia. Es la causa de todos y el compromiso de nadie. El motivo de condena de un hombre por parte de sus coetáneos y quizás su moneda de salvación de cara a las generaciones venideras.
Pero no hay que hacer conjeturas sobre el futuro, ni sacar la pancarta del “Santo subito”. Tampoco se trata de hacer honor al dicho popular que dice que “Todo muerto es bueno”. Basta echar un vistazo a la obra de este príncipe de la Iglesia para reconocer su valor. El trabajo que ha llevado a cabo el Consejo Pontificio para la Familia en los últimos años es un trabajo de calidad. A vino nuevo, odres nuevas. A nuevos desafíos, nuevos métodos. Hoy quien dice que la Iglesia condena el preservativo, porque no sabe nada y porque siempre se ampara en el pecado y la Biblia para emitir su juicio, se ha quedado en la Antigua Ley. Gracias a hombres como el cardenal Trujillo, la Iglesia muestra al mundo que tiene mucho más que una condena a ofrecer. Ella es la portadora de un mensaje de amor y de esperanza. El servicio de la Iglesia es un servicio para la humanidad, sobre todo en aquellas realidades que tocan los fundamentos de la persona. La gloria de Dios es el hombre viviente, decía San Ireneo de Lyon, el hombre que nace y vive en familia. La gloria de Dios es amar y ser amado. Y en el amor de los esposos la Iglesia ve reflejado el amor de Dios. No es un azar que en su primera encíclica el Papa haya escrito que entre los muchos significados de amor, el amor entre el hombre y la mujer destaca como arquetipo por excelencia.
¿Cuál ha sido el secreto para anunciar el evangelio de la familia? Tres han sido los rasgos de la pastoral de la familia en estos últimos años: la interdisciplinariedad, el diálogo franco y abierto y el amor a la verdad. Una pastoral familiar hecha en familia y orientada por un pastor que hizo del lema de su vida una realidad: “Veritas in caritate”. Qué grande ha sido este hombre, para hacer de su amor por la verdad el elemento centralizador de una reflexión madura. Pero dejemos a la persona. Quitemos los ojos del árbol y volvámonos hacia sus frutos. El Papa Benedicto XVI subrayaba uno de estos frutos en su homilía: el Lexicón de términos ambiguos y discutidos sobre familia, vida y cuestiones éticas.
En las páginas de este libro se dan cita sociólogos e historiadores, médicos y filósofos, abogados y psicoanalistas, geógrafos y sacerdotes para aportar algo en sus campos de trabajo específico. Todos tienen algo que decir y aportar, porque “la verdad no se impone, sino por la fuerza de la misma verdad” como recordaba el Concilio Vaticano II. Pero es otra la genialidad del Lexicón. Este libro, no está hecho en el espíritu de la enciclopedia, que creía abrazar todo el saber y a veces hasta lo asfixiaba. No se trata de un hoyo negro donde se desvanecen unos rayos de luz más o menos clara. Es más bien, el punto de partida hacia la pastoral del “hablemos claro”. Y a este respecto, se inscribe en la línea metodológica de las grandes obras filosóficas clásicas, como la Metafísica de Aristóteles. El Estagirita no duda en ir preparando y definiendo los conceptos que le servirán de base en la elaboración de su pensamiento. El purpurado colombiano comprendió muy bien, que interdisciplinariedad y diálogo, sin claridad y verdad, son una pareja de hecho. En la reflexión sobre la familia no se trata de saber todo sobre todo, de experimentar todas las posibles combinaciones de los factores sin alterar el producto. Se trata de reconocer y defender “los valores no negociables de la institución familiar”.
La Iglesia tiene una grande confianza en el trabajo de los hombres y de las mujeres de nuestro tiempo que buscan la verdad. Los gobiernos y las organizaciones internacionales no pueden seguir engañándose y engañando a la humanidad. No está en juego el éxito de una determinada política o sistema económico. Aquí está en juego el mismo ser humano, como escribía el cardinal López Trujillo en el prefacio de unos de los libros de su amigo Mons. Schooyans. Escuchemos la voz de Cristo, escuchemos la voz de la Iglesia. La Iglesia a la que el Cardinal López Trujillo sirvió con tanta pasión y fidelidad. En los periodos difíciles de la teoría de la liberación y en medio de los ambientes más hostiles a la moral cristiana, resonó en su corazón aquella frase que Juan Pablo II escribió al inicio de su pontificado: “Cristo ha querido a la Iglesia, para que todo hombre pueda encontrarlo, de modo que Cristo pueda recorrer con cada uno el camino de la vida”.

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