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miércoles, 7 de mayo de 2008

El nuevo sexo discriminado - (Nota completa haga clic aquí)

Barbara Kay es una conocida comentarista del National Post, uno de los principales diarios de Canadá. En una reciente conferencia en la McGill University, resumida aquí, subrayó la necesidad de superar el viejo feminismo de la confrontación con los hombres.
Kay comenzó contando algunas experiencias vitales que enmarcan sus ideas. En primer lugar, habló de su padre, hombre carismático y emprendedor que, tras haber sufrido extrema penuria en su juventud, estaba obsesionado con dar seguridad económica a su mujer y a sus tres hijas. Su vida de trabajo extenuante le llevó a una muerte prematura. Kay dice que su padre fue un héroe para ella, y que en su vida ha conocido otros hombres magníficos, entre los que cuenta a su marido, con el que lleva casada 42 años, a su hijo y a su yerno.
Así, dice, “estoy bien dispuesta hacia los hombres, a no ser que vea buenas razones en contra”. Su experiencia le ha permitido comprobar que “los hombres normales, psicológicamente sanos, educados en una sociedad respetuosa de las mujeres, como la canadiense, en su relación con las mujeres se rigen por el instinto de protegerlas, no de hacerles daño”.
El segundo elemento biográfico que menciona Kay es su condición de judía. “Crecí en una época de creciente aceptación de los judíos como iguales en la sociedad, consecuencia directa del movimiento mundial de compasión hacia los judíos tras el Holocausto”. La historia del pueblo judío inspiró a Kay una “desconfianza instintiva hacia cualquier grupo –ya sea una raza, una etnia, una religión o un sexo– que recurre a planteamientos maniqueos y usa a una colectividad entera de chivo emisario para explicar los fracasos de sus propios miembros”.
En las últimas décadas, Kay ha observado un cambio. Antes el ambiente era favorable a la diversidad intelectual y empezaba a serlo también a las mujeres. La época actual, dice, se ha vuelto desfavorable a la diversidad intelectual y no muy favorable a los hombres no homosexuales, pero extraordinariamente favorable a las mujeres. De todos esos nuevos fenómenos escribe en el National Post desde el año 2000.
Libertinaje
Al principio se ocupó a menudo de la “moda de la chica mala”. Escribió, por ejemplo, un artículo sobre la aparición de niñas vestidas de manera provocativa, como si fueran show girls de Las Vegas, con el consentimiento y aun el estímulo de sus madres; más tarde, publicó otro sobre mujeres educadas en universidades de elite que ponían en marcha revistas pornográficas; también unos cuantos sobre la degradante promiscuidad sexual. En esos artículos sostenía que “lo que para las mujeres comenzó como liberación sexual había degenerado en un libertinaje sexual irresponsable y adormecedor de la intimidad, que constituía una tendencia insana para las mujeres y para la sociedad”.
Para Kay, este fenómeno tuvo su icono cinematográfico en El diario de Bridget Jones, que supuestamente era una puesta al día de Orgullo y prejuicio. Pero mientras en la novela de Jane Austen “Elizabeth Bennet, gracias a su marcada personalidad, su integridad y su inteligencia, cautiva el corazón del estirado y cortés Mr. Darcy”, Bridget Jones es “una zángana impulsiva, fumadora empedernida, que no da muestra de inteligencia ni de comprensión de la naturaleza humana, totalmente volcada al sexo y disponible para cualquier hombre de buena apariencia que se cruza en su camino”.
Curiosamente, anota Kay, el Mark Darcy de la película es una fiel recreación del Mr. Fitzwilliam Darcy de Austen: un hombre inteligente, refinado, de buen gusto, discreto y templado. Por eso la película es inverosímil, pues en la vida real un hombre así no tomaría en serio a una joven como Bridget. De modo que la película, comenta Kay, “ilustra una extraña diferencia de géneros en materia de modelos morales, pues el caballero sigue siendo un caballero, pero la dama se ha convertido en una golfa”.

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