La radicalidad con la que se pretende imponer ciertas tesis de comportamiento sexual sitúa la legislación tan al margen del sentido común que en lugar de resolver el problema lo agrava.
Las leyes forzadas acentúan los problemas que quieren resolver. Existe un error de fondo al querer imponer formas singulares de entender el mundo y es que las leyes que pretenden regular, por ejemplo, el matrimonio homosexual están pasadas por la ideología y los intereses de los lobbies sexuales que basan su existencia en una identidad sexual de tipo. Estos grupos para normalizar su situación se sitúan tan al margen del sentido común que no solamente no resuelven el problema sino lo acentúan.
Un ejemplo donde lamentablemente sucede esto con asiduidad es Sudáfrica. Un país que ha sido el primero en África en reconocer los matrimonios homosexuales y en luchar contra la discriminación de género y que, sin embargo, a pesar de tener una de las legislaciones más duras del mundo por violación, posee un alto índice de violaciones a lesbianas.
En los últimos años han muerto en Sudáfrica más de 30 mujeres lesbianas cuyos agresores creen que están curándoles la homosexualidad. Estas violaciones ‘correctivas’ se deben a un fuerte rechazo al homosexualismo. ¿A qué se debe ese rechazo?
El verdadero problema radica en la acentuación de la diferenciación que pretende el homosexualismo político con respecto las demás opciones sexuales en lugar de potenciar la libertad de que cada uno ejerza su propia vida. Y esto lo realiza a través de la imposición de una ideología en lugar de abstenerse de hacer ostentación sexual de las opciones afectivas privadas (tanto para los homosexuales como para los heterosexuales).
El camino del homosexualismo político se aleja de impulsar unas sociedades tolerantes capaces de respetar las opciones de cada uno de dirigir sus vidas, justamente lo que instituciones como la Iglesia católica promueve y afirma. El modus operandi de estos grupos es realizar acciones radicales que nacen de la intención impositora y acaban provocando a menudo reacciones radicales que tratan de imponer lo contrario.
Lo que hay detrás de la estrategia del homosexualismo político no es tanto aspirar a una sociedad de convivencia como de querer imponer su estilo de vida. Esto se observa en el planteamiento que realiza el lobby gay en muchos casos en los que no pretende trabajar e incentivar aspectos de convivencia sino alterar radicalmente las instituciones.
El matrimonio, de contexto familiar a pareja caduca
En este sentido, un ejemplo representativo es el matrimonio. El matrimonio ha pasado de ser la institución esencial con capacidad para engendrar y tener hijos a constituirse como un concepto de pareja temporal sin relación alguna con su fin principal que es la constitución de una familia y el impulso de continuidad de una sociedad a través de los hijos.
La crisis deviene cuando, además de subvertir el estado esencial del matrimonio, no se apuesta por incentivar ninguna institución que supla los beneficios de este estamento social, sobre todo, porque probablemente sea imposible.
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