Jacobi parte de la noticia de que el filósofo australiano Peter Singer, profesor de bioética en la Universidad de Princeton, acaba de publicar un libro titulado The Life You Can Save (“La vida que puedes salvar”). En él, Singer sostiene que los ciudadanos del mundo occidental tienen en su mano el poder para erradicar la pobreza en el Tercer Mundo a través de donaciones a organizaciones caritativas en vez de gastar en caprichos.
“Estáis dejando que muera un niño, un niño que podríais haber salvado”, afirma en su libro. Mientras, el autor australiano predica con el ejemplo, y asegura en una reciente entrevista en el The Wall Street Journal que entrega un tercio de sus ingresos a Oxfam y otras organizaciones. Reconoce que son pocos los que pueden llegar a donar tanto, pero cree que la mayoría podría aportar entre el uno y el cinco por ciento de sus ingresos para erradicar los problemas de indigencia.
Pero, como señala Jacobi, Singer no salvaría de la muerte a cualquier niño. El filósofo dio una muestra de su conocida postura eugenésica en unas declaraciones de 2004 a The Independent . Allí afirmaba que debería ser legal matar a los niños con discapacidades graves. “Por supuesto, el infanticidio debe ser excepcional y estrictamente controlado de forma legal –matizó–, pero no se debería excluir, como no se excluye el aborto”. Concretamente, Singer propone un período de 28 días tras el nacimiento durante el cual se podría matar a los recién nacidos.
Jacobi apostilla: “Tal vez parezca extraño que una misma persona pueda ser un campeón de salvar vidas por medio de la filantropía y, a la vez, del infanticidio legalizado. Sin embargo, si la moralidad es simplemente una cuestión de opinión y de preferencia, si no hay un código ético supremo que prevalezca sobre cualquier sistema de valores que podamos idear para nosotros mismos, ¿por qué no valorar la vida de los pobres por encima de la vida de los discapacitados?”
En su entrevista del Wall Street Journal, Singer habla también de la posibilidad de que en el futuro los padres puedan seleccionar los rasgos genéticos de sus hijos. “No me opondré a la selección para lograr una mayor inteligencia –dice–. Podemos confiar en que las personas de inteligencia superior tendrán buenas consecuencias para la sociedad”. Sin embargo, advierte Jacobi, no siempre (ni siquiera generalmente) la inteligencia superior conlleva “buenas consecuencias”. “Al igual que la fuerza, la agilidad o el atractivo, la inteligencia es sólo un don, no una garantía: son cualidades que se pueden usar tanto para hacer daño como para ayudar a los demás. (...) La razón, la educación, la agilidad intelectual... son dignas de estima, pero no suplen la falta de virtud, bondad o valores éticos. Después de todo, fueron intelectuales cultivados los que firmaron manifiestos a favor de Stalin, y hombres con doctorados los que planearon la Solución Final de Hitler”.
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