Roma (Italia), 6 Abr. 09 (AICA) - Después de haber sido invadidos y atropellados por la multitud de noticias que hablaban de los supuestos "desatinos" del Papa en Africa, que todos los medios gustosa y hasta morbosamente propagaron, sin transcribir “ex profeso” las palabras textuales que Benedicto XVI dijo sobre la dolorosa cuestión del Sida, es saludable leer lo que dijo, el 23 de marzo pasado, el vicepresidente del Parlamento italiano, Mario Mauro.
“Un viaje largo y difícil para llevar al corazón de África, llena de pobreza, conflictos y enfermedades, una esperanza nueva. Durante su undécima visita pastoral, el papa Benedicto XVI hizo escuchar a la comunidad internacional un razonamiento luminoso sobre la situación africana actual. Un discurso que no dejó afuera los aspectos contradictorios que aún hoy sacuden a este gran continente, las dificultades sociales, políticas, económicas y sobre todo antropológicas.
“Ha repetido que las injusticias son inaceptables, que hay que trabajar para conseguir un desarrollo ético de los recursos, haciéndose así portavoz de los pobres que "piden una conversión convencida y duradera de los corazones hacia la fraternidad". Un mensaje así sólo podía venir de alguien que, por vocación y por voluntad, no se limita a mirar los problemas que existen sino que vive junto al pueblo africano, gracias a la dedicación sin reservas de todos los que entregan su propia vida para la salvación de los más débiles.
“De hecho, habiendo tocado el Papa durante su viaje los temas y cuestiones más urgentes para este continente, los medios internacionales insistieron casi únicamente en la cuestión del preservativo, banalizando la plaga del Sida, una enfermedad que en África tiene otras muchas repercusiones: sanitarias, sociales, económicas, culturales y espirituales.
“Los datos confirman que la ‘cultura del preservativo’ no basta por sí sola para poner freno a la difusión del Sida: de 2001 a 2007 se pasó de 29 millones y medio a 33 millones de afectados. Las cifras son significativas porque revelan una carencia más profunda, que sólo se puede colmar si se transmite una cultura de respeto, de amor y de estabilidad en las relaciones.
“Aun así, si bien se ha desviado la atención de los problemas reales del continente africano, este viaje no fue una ocasión perdida. Muchos recordarán la historia de Rose Busingye en el último Meeting para la Amistad y la Paz entre los Pueblos. Esta mujer, que lleva muchos años en África trabajando con 4.000 enfermos y huérfanos del Sida, nos recuerda que la solución para poner diques a la expansión del SIDA no está en la distribución de preservativos: ‘Hablar de esto -dice- significa quedarse en las consecuencias y no llegar al origen del problema’. La gran emergencia viene de la falta de medios que permitan a mujeres como Rose hacerse cargo de aquellos que ya han contraído la enfermedad.
“Lo que a muchos les cuesta entender es que el mayor daño que provoca la distribución de profilácticos en África como medio para combatir al VIH es de tipo cultural, y el Papa entró en el corazón del problema, valorando el papel de la familia, la condición de la mujer y recordando a los jóvenes la importancia del celibato y la castidad.
“La verdad es que en términos económicos y políticos es muy difícil implicar a las multinacionales farmacéuticas, conseguir tratamientos gratuitos y hacer campañas más dirigidas a la educación y a la prevención, aunque un planteamiento de este tipo pueda constituir un valor añadido y una alternativa a la mera profilaxis preventiva, que al día de hoy no tuvo resultados satisfactorios, lo que revela hasta qué punto es necesario apoyarse en una raíz más profunda: la de educar a la persona en el respeto a sí misma y a los demás”.
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