CIUDAD DEL VATICANO, lunes 9 de febrero de 2009 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI pidió este lunes a Brasil que "fomente y extienda los valores humanos fundamentales", y explícitamente, "la santidad de la vida familiar y la salvaguarda del no nacido, desde el momento de su concepción hasta el de su término natural", en su discurso al nuevo embajador de este país, Luiz Felipe de Seixas Corrêa. En un amplio discurso, el Papa alabó los esfuerzos de Brasil en su lucha por la mayor justicia social y el progreso, y reconoció que "la política de redistribución de la renta interna ha facilitado un mayor bienestar entre la población". El Papa centró la atención en tres campos: el de la defensa de la familia y la vida, el de la moralidad de la vida pública, y en la colaboración entre la Iglesia y el Estado. Respecto a la primera cuestión, explicó que es necesario "reconocer de forma explícita la santidad de la vida familiar y la salvaguarda del no nacido, desde el momento de su concepción hasta el de su término natural". De estos principios "que velan por la dignidad humana", Brasil "ha sido siempre paladín", afirmó. Además, el pontífice se refirió a la experimentación con embriones, y recordó que "la Santa Sede sigue promoviendo incansable la defensa de una ética que no distorsione y proteja la existencia del embrión y su derecho a nacer". Por otro lado, expresó su satisfacción al "considerar la convergencia de principios, tanto de la Sede Apostólica como de su gobierno, con respecto a las amenazas a la paz en el mundo, cuando se ve afectada por la falta de visión del respeto al prójimo en su dignidad humana". "El reciente conflicto en Oriente Medio demuestra la necesidad de apoyar todas las iniciativas destinadas a resolver pacíficamente las divergencias, y hago votos por que su Gobierno prosiga en esta dirección", añadió.
Moralidad pública
El segundo tema del discurso del Papa fue la pobreza, entendida no sólo como escasez material sino sobre todo como pobreza moral. Tras alabar los esfuerzos de Brasil por su lucha contra la pobreza y "una mayor justicia social para el bien de la población", advirtió contra "el peligro del consumismo y del hedonismo". Éstos, "aliados a la falta de sólidos principios morales que guían la vida de los ciudadanos sencillos, vuelve vulnerable la estructura de la sociedad y de la familia brasileña". El Papa insistió en la importancia de una formación moral "a todos los niveles, incluyendo el político, ante las constantes amenazas generadas por las ideologías materialistas hoy reinantes y, particularmente, la tentación de la corrupción en la gestión del dinero público y privado". "Con este fin, el cristianismo puede proporcionar una contribución válida -como dije recientemente- por ser una religión de libertad y de paz y está al servicio del verdadero bien de la humanidad", añadió.
Cooperación Iglesia - Estado
El tercer eje del discurso del Papa fue la colaboración entre la Iglesia y el Estado, colaboración que con Brasil considera "de estrecha amistad y fructífera colaboración", y especialmente, aludió a la importancia de los acuerdos bilaterales recientemente firmados. En este acuerdo, señaló, "se define el estatuto jurídico civil de la Iglesia Católica en Brasil y se regulan las materias de interés mutuo entre ambas partes, señales significativas de esta colaboración sincera que la Iglesia desea mantener. "Los objetivos, el de la Iglesia, en su misión de naturaleza religiosa y espiritual, y el del Estado, aunque son distintos, confluyen en un punto de convergencia: el bien de la persona humana y el bien común de a nación", añadió. En este sentido, el Papa expresó su confianza en que el Acuerdo "facilite el libre ejercicio de la misión evangelizadora de la Iglesia y fortalezca aún más su colaboración como las instituciones civiles para el desarrollo integral de la persona".
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