"Según la tradición, los niños asesinados fueron 30. El siglo XX nos trajo
matanzas de inocentes mucho mayores: 50 millones de niños son asesinados
legalmente cada año en el mundo por la plaga del aborto.''
Hoy, 28 de diciembre, la Iglesia Católica recuerda a los Santos Inocentes, es
decir, a aquellos niños que Herodes, rey de Israel, mandó degollar, al enterarse
que había nacido el "Rey de los judíos".
Dicen las sagradas escrituras:
"'Entonces Herodes, al ver que había sido burlado por los magos, se enfureció
terriblemente y envió a matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca,
de dos años para abajo, según el tiempo que había precisado por los magos.
Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: "Un clamor se ha oído en
Ramá, mucho llanto y lamento: es Raquel, que llora a sus hijos y no quiere
consolarse, porque ya no existen'' (Mt 2, 16-18)
Según la tradición, los
niños asesinados fueron 30. El siglo XX nos trajo matanzas de inocentes mucho
mayores: 50 millones de niños son asesinados legalmente cada año en el mundo por
la plaga del aborto. Los Santos Inocentes dieron su vida para que un rey,
anciano por cierto y que murió poco después de la matanza, pudiera estar
tranquilo: su trono no peligraba; hoy, la matanza de los inocentes continúa por
el supuesto derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo. Los nuevos seguidores
de Herodes señalan que debe ser un derecho de la mujer, decidir sobre su cuerpo,
y por tanto, decidir abortar, aunque la Biología haya demostrado fehacientemente
que cuando el espermatozoide se une al óvulo, ambos se funden para formar el
cigoto, la nueva célula poco a poco se desarrolla con una composición genética
única y completa, diferente del padre y de la madre, por lo que ya no es parte
del cuerpo de la mujer, sino un ser aparte. Un ser humano con derechos, porque
el hombre es hombre desde la concepción hasta la muerte.
En efecto, el
niño, como persona humana que es, tiene sus derechos antes de nacer, derechos
naturales inherentes a su naturaleza, entre los que ocupa el primer lugar el
derecho a la vida, es decir, el derecho a nacer. ¿Qué sentido tiene hablar de la
dignidad del hombre y de sus derechos fundamentales, si no se protege al niño
por nacer, o se llega incluso a facilitar los medios para destruirlo? Es
hipócrita hablar de derechos humanos y permitir el aborto que niega el derecho a
la vida.
Seguramente se tratará de justificar esta matanza, como lo hizo
Herodes. Para él la muerte de los inocentes se justificaba ampliamente ante lo
que creía una amenaza para su trono y dinastía, y no dudó, por razón de Estado,
en hacer degollar a los niños.
¿Qué valor tenía la vida de unos cuantos
críos de Belén ante los grandes asuntos e intereses de la política? Así pensaba
Herodes, y así piensan hoy sus seguidores. Pero la única verdad es la realidad:
con el aborto se mata a un ser humano, y quien defiende los derechos humanos,
está en contra del aborto.
Roguemos hoy a los Santos Inocentes su
intercesión para que nuestros gobernantes y legisladores ponderen en conciencia
la trascendencia de sus decisiones y no introduzcan en nuestra sociedad un
principio de descomposición moral y de discriminación como el que supone la
vulneración del derecho de todas y todos a la vida.
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