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sábado, 28 de junio de 2008

Llamar las cosas por su nombre, la "píldora del día después" - VHI

Por la Dra. María Concepción Morales
Presidente de Pro-Vida Cuba
La lengua española es bella y rica en contenido, pero algunos la usan para quitarle el verdadero significado a las cosas y eso se está dando, sobre todo, en torno a las nuevas vidas humanas.
Desde hace años se habla de “ponerse un anticonceptivo”, cuando se trata de que a una mujer se le inserte un dispositivo intrauterino (DIU), como son el asa, la T de cobre, y la medusa. Estos artefactos no actúan como anticonceptivos sino como anti-implantatorios o microabortivos.
Se dice también que una mujer se hace una “regulación menstrual”, cuando lo que se le ha practicado es un aborto por aspiración.
Se habla de “ponerse una pastilla”, cuando se practica un aborto químico con un producto que fue hecho para las úlceras gastroduodenales y la gastritis. El producto en cuestión se llama Misorpostol o Cytotec. Este fármaco hace que el niño sea expulsado del vientre materno independientemente del tiempo del embarazo. En algunos países se vende sin receta médica, y se les enseña a las mujeres a administrárselo ellas mismas para que aborten. También se les enseña a que ellas, a su vez, enseñen a otras a abortar cada vez que lo consideren oportuno, sin medir las consecuencias que tiene sobre el bebé, que es quitarle la vida, y sobre la salud de la mujer, a veces fatales.
El último “grito de la moda” es la “píldora del día después” (PDD). También se le llama “anticoncepción de emergencia”, porque tomada después del acto sexual es capaz de evitar el nacimiento de un niño. En realidad, se trata de una tableta de hormonas que depende del momento del ciclo menstrual en que se tome, para que actúe como anticonceptivo o como abortivo. Además, al tener una cantidad enorme de hormonas, le producen serios daños a la salud de la mujer que la ingiere.
Para saber cómo actúa este mal llamado “anticonceptivo”, vamos a ver cómo se produce la concepción. Para que se produzca la concepción o fertilización en los seres humanos, son necesarias dos células, una femenina, el ovocito, y la otra masculina, el espermatozoide.
Todo hombre sano es capaz de fertilizar a una mujer cualquier día del mes. En cada eyaculación el hombre deposita unos 300 millones de espermatozoides en la esposa. Si las condiciones son buenas, un buen número de esos espermatozoides mantiene su vitalidad durante 5 días. Sólo uno de ellos es necesario para que comience la vida de un nuevo ser humano.
En la vida reproductiva de una mujer, desde aproximadamente los 12 a los 45 años, maduran unos 400 ovocitos. Salvo excepciones, sólo uno es expulsado cada mes por el ovario y captado por la trompa donde mantiene su vitalidad por unas 24 horas.
Al mismo tiempo de la maduración de un ovocito, se producen una serie de cambios en el cuerpo de la mujer inducidos por hormonas producidas durante su ciclo, que dura alrededor de un mes. Durante la primera mitad del ciclo, el ovocito va madurando y al final de esa primera mitad es expulsado del ovario. Al mismo tiempo, se producen cambios en la capa interna del útero o endometrio, que es el nido donde el recién concebido vivirá nueve meses. En la segunda mitad, este nido se termina de preparar para acoger al niño por nacer.
Si la PDD es tomada en los días antes de que el ovocito sea expulsado del ovario, se retarda este proceso y entonces no se puede encontrar con el espermatozoide ni producirse la concepción. Pero si se toma el día o los días después de la ovulación, ya habrá comenzado una nueva vida humana. En ese caso, la acción de la píldora será sobre el endometrio, haciendo que no pueda recibir y acoger al nuevo ser humano, que debe llegar a instalarse 6 días después de la fertilización y, por consiguiente, es abortado. A la vez, la PDD afecta el movimiento normal de la trompa, que es el canal por el cual el ser recién concebido llegará al nido, haciendo que llegue cuando este último no tiene la capacidad adecuada para recibirlo, por lo cual también será abortado.
En resumen, la PDD tiene un mecanismo de acción anticonceptivo cuando retarda la ovulación, y abortivo cuando interfiere con el movimiento de la trompa y el normal desarrollo del endometrio.
Los que promueve la PDD indican que ésta se tome en las primeras 72 horas después de un coito “no protegido”. Pero la mayoría de las mujeres no saben en qué momento de su ciclo se encuentran. Es decir, no saben si ya se produjo o se va a producir la ovulación. Es como jugar a la ruleta rusa, no saben cuándo se están sometiendo a una anticoncepción o a un aborto.
Además de matar al recién concebido, la PDD tiene efectos muy negativos en la salud de la mujer. Ello se debe a que la PDD tiene una cantidad enorme de la hormona Levonorgestrel (0.75 mgs), veinte veces más que una píldora anticonceptiva convencional, que puede dar nauseas, vómitos, aumento de la sensibilidad de las mamas, irregularidad en los ciclos menstruales, desequilibrios hormonales, infertilidad, etc. Al ser un producto de un reciente uso, no se sabe qué trastornos puedan dar a largo plazo a quien lo tome.
Este producto puede dar lugar a que aumenten las relaciones sexuales en adolescentes y jóvenes, al banalizarse las mismas y sus consecuencias. Por tanto, puede dar lugar también a que aumenten las Enfermedades de Transmisión Sexual (ETS). Algunas ETS son curables, pero otras no, como el papiloma virus, que puede llevar al cáncer del cuello uterino, o el virus de inmunodeficiencia humana -HIV- que tiene fatales consecuencias.
Pero la peor consecuencia es que cuando los adolescentes y jóvenes practican el coito sin AMOR, sólo por satisfacer un instinto, van entregando en cada relación parte de sí. Es como si se tomara una rosa y cada uno le arrancara un pétalo. Al final no queda nada. El ser humano pierde su capacidad de amar, que es lo peor que le puede pasar a una persona.
Es necesario que llamemos a las cosas por su nombre, y que se les informe a las mujeres sobre las reales consecuencias para su vida y su salud de los productos que están usando. Al disponer de tan fáciles productos, que evitan el nacimiento de sus hijos, se están convirtiendo en muchos casos en objeto de placer. Es necesario valorar también las perniciosas consecuencias que tiene todo ello para el equilibrio demográfico.

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