El deseo de evitar que nazcan niños con discapacidad genética está llevando a una creciente utilización del diagnóstico prenatal, que en caso de ser adverso acaba a menudo en un aborto. Algunos ven estas pruebas como un refuerzo de la autonomía de la mujer embarazada. Otros se preguntan si no estamos empleando el diagnóstico prenatal como parte de una operación de búsqueda y destrucción de los discapacitados.
Cuando no todos los valores pueden ser respetados, surgen problemas éticos. Debe, entonces, establecerse una prioridad entre los valores que entran en conflicto; y la esencia de “practicar la ética” consiste en justificar la violación de los que no se respetan. ¿Qué valores son, por tanto, los que están en juego en el examen genético prenatal?
En primer lugar, es necesario considerar los valores afectados en diferentes ámbitos –el del individuo, las instituciones, la sociedad y el general– por el examen prenatal.
Puede haber conflicto en diferentes niveles.
El examen prenatal habitual afecta a valores relacionados con el respeto de la vida humana, tanto individual como general; el respeto de las personas “discapacitadas”, como individuos y como grupo; y el respeto de los derechos de autonomía y autodeterminación de las mujeres embarazadas.
En consecuencia, algunas personas interpretan el diagnóstico prenatal como un refuerzo de la autonomía en la toma de decisiones de cada mujer embarazada, y, por ese motivo lo consideran ético.
Buscar y eliminar
Pero, tal y como explico más adelante, un programa de diagnóstico prenatal generalizado, públicamente reconocido y financiado por la sociedad, puede también considerarse como un respaldo de valores contrarios a la ética y como el establecimiento de precedentes de este tipo en los niveles institucionales y sociales. Así que debemos examinar los aspectos éticos del apoyo de la sociedad al examen prenatal, así como su complicidad en el mismo.
Por duro que resulte el lenguaje, hemos de preguntarnos: “¿Nos hemos embarcado en una misión de búsqueda y destrucción que pretende el exterminio de determinados grupos de personas?”.
Un diagnóstico prenatal generalizado eliminará a grupos enteros de personas; por ejemplo, los afectados por el síndrome de Down, los que padecen enfermedades mentales que presentan vínculos genéticos, tales como la enfermedad bipolar, los sordos y así sucesivamente. La inmensa mayoría de las personas se oponen a la selección del sexo por inmoral, con la excepción de algunos que lo permitirían para evitar enfermedades vinculadas con el sexo. Y algunas personas homosexuales se muestran preocupadas por la posibilidad de que el diagnóstico se haga en busca de genes relacionados con la homosexualidad.
Si no queremos que nazcan niños genéticamente “discapacitados”, ¿cuáles son nuestras razones y justificaciones? ¿Son éticamente aceptables? ¿Qué principios y valores instauran y afirman en el nivel de la sociedad?
Y cuando no existen restricciones legales del aborto, también debemos considerar los exámenes prenatales habituales a la luz de esa situación. ¿Resulta éticamente aceptable, por ejemplo, provocar el aborto a los ocho meses de gestación de un niño que padezca síndrome de Down?
Una nueva eugenesia
La mayoría de las afecciones genéticas consideradas indeseables y que pueden ser detectadas, no tienen tratamiento. El único recurso posible es la eliminación del feto. Ello convierte al niño nonato en un producto desechable. En lugar de considerarlo como un ser humano singular, que nunca había existido antes y que nunca volverá a existir (dejando aparte la clonación), el niño se convierte en algo reemplazable: “Nos desharemos de éste y volveremos a intentarlo”.
De esta forma, estamos poniendo en práctica una nueva eugenesia y, si es así, ¿cuáles son sus peligros? Para responder esta pregunta, es necesario mirar a la historia.
La historia nos enseña que el uso de la ciencia en la busca de la perfección humana ha estado en la raíz de algunas de las mayores atrocidades cometidas contra el respeto de la vida humana, de cada ser humano y de los derechos humanos. Esa advertencia reviste hoy especial importancia debido a nuestros nuevos poderes tecnocientíficos de los que no hay precedentes. Hemos de poner el máximo cuidado en utilizarlos sólo con ética y sabiduría.
La propuesta de ofrecer examen genético en busca del síndrome de Down a todas las mujeres embarazadas transmite el mensaje de que una mujer está condicionalmente embarazada hasta que le informen de que al niño “no le pasa nada”. El reconocimiento del embarazo queda suspendido hasta que se certifique que el feto es “normal”, lo que supone un gran cambio respecto de la necesidad de una justificación ética para poner fin al embarazo, que ha sido la postura tradicional.
Necesitamos plantear preguntas tales como: ¿De qué forma afecta este enfoque a nuestro concepto de que el amor paterno es incondicional, que amamos a nuestros hijos simplemente porque lo son? Y si el amor paterno es condicional –los amaremos sólo si carecen de determinados rasgos (eugenesia negativa)– ¿debería aplicarse lo mismo a los rasgos que queremos que posean? Es decir, ¿debería permitírsenos diseñar o mejorar genéticamente a nuestros hijos (eugenesia positiva)?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario