ROMA, domingo, 25 de enero de 2009 (ZENIT.org).- Los gobiernos de algunos países están preocupados por la forma en que internet da accesos ilimitado a todo tipo de pornografía.
China advertía recientemente sobre algunos portales en línea y buscadores que facilitaban a los usuarios de internet el entrar en contacto con pornografía, informaba el 6 de enero la CNN.
La CNN revelaba que la medida tuvo lugar después de que varias agencias del gobierno chino, incluyendo el Ministerio de Seguridad Pública, haya lanzado una campaña para limpiar la web.
El año pasado Indonesia anunció que bloquearía el acceso a páginas webs pornográficas después de que el gobierno aprobara la penalización de la producción y el acceso a contenido inmoral en internet, informaba el Financial Times el 26 de marzo.
En Australia, el gobierno federal está estudiando la posibilidad de introducir un filtro de internet nacional, pero la propuesta está recibiendo duras críticas de los defensores de la libertad de expresión, informaba el 26 de diciembre Associated Press. Existen también dudas sobre las posibilidades técnicas de implantar dicho filtro.
El ministro federal de comunicaciones, Stephen Conroy, propuso el filtro el año pasado, en cumplimiento de una campaña prometida por el gobierno del Partido Laborista para hacer internet más limpio y más seguro.
En Canadá, una revista local, Macleans, planteaba el problema de la pornografía e internet en su portada del 18 de junio del año pasado. El editorial observaba la incongruencia de tener sistema de calificación para proteger a niños y adolescentes del contenido violento y pornográfico en los cines y en la venta de DVDs, y también para las emisoras de televisión, pero no tener control sobre el contenido de internet.
Una idea de la presencia invasiva de la pornografía en internet se daba durante la anual "Semana de Cinta Blanca contra la Pornografía", que tuvo lugar del 26 de octubre al 2 de noviembre, en los Estados Unidos.
En un artículo el 26 de octubre en la página web Christian Post, la doctora Janice Shaw Crouse, directora de Concerned Women for America, observaba que cada año se crean más de 15.000 películas para adultos.
También decía que las últimas cifras revelan que hay 35 millones de visitas a páginas pornográficas desde los ordenadores norteamericanos cada mes. Crouse citaba un estudio del 2007 de la Universidad de New Hampshire, que mostraba que el 42% de los usuarios de internet, de entre 10 y 17 años, habían visto pornografía en el último año.
¿Un gran negocio?
Muchos, sin embargo, niegan que ver pornografía tenga efectos dañinos. Una respuesta convincente a este tipo de puntos de vista la presentaba un libro publicado el año pasado por Jill C. Manning, una terapeuta matrimonial y familiar especializada en el área de la pornografía y el comportamiento sexual.
En su libro "¿Cuál es el Gran Negocio de la Pornografía? Una Guía para la Generación de Internet" (Shadow Mountain), Manning presenta una detallada explicación de cómo la pornografía daña a los adolescentes, junto con advertencias de cómo superar la naturaleza adictiva de tales hábitos.
Es cierto que la pornografía no es algo nuevo, admitía Manning, pero hay algunos elementos nuevos que convierten su presencia en especialmente dañosa en el momento actual. La pornografía no sólo se ha rodeado de glamur y aceptado como parte de la cultura popular, sino que además internet la ha hecho accesible como nunca antes.
Antes de internet, la pornografía no estaba normalmente disponible en casa o en el puesto de trabajo a no ser que alguno escogiera llevársela. Hoy, puede entrar si hay una conexión a internet. De igual forma, está disponible a bajo coste y se puede acceder a ella anónimamente.
Además, añadía, el gran negocio de la pornografía que se está distribuyendo es siniestro, violento y degradante.
Los daños
Manning describía algunos de los modos en los que la pornografía daña a la gente:
--Se trata de algo potencialmente adictivo. Como tal puede obstaculizar la capacidad de una persona para tomar decisiones claras;
--Puede distorsionar poderosamente la visión de una persona sobre cuerpos, relaciones y sexualidad;
--Lleva a la gente a cosificar a los demás, viéndolos como juguetes sexuales que existe sólo para su propia satisfacción;
--Debido a su influencia distorsionadora mina las oportunidades de los jóvenes de tener seguridad en sí mismo, ser felices y crear relaciones duraderas en el futuro.
"Afecta por tanto su capacidad de ver la vida de forma verdadera, provechosa y sana", concluía.
Manning lamentaba que nos se enseñara a muchos jóvenes lo suficiente sobre lo que hace que las relaciones o los matrimonios funcionen mientras que se les hace que no se den cuenta de cómo la pornografía dañará su capacidad de interactuar con los demás.
Citando los resultados de diversos estudios sobre los efectos del consumo habitual de pornografía, Manning apuntaba algunas de los efectos secundarios dañinos:
--Disminución de la sensibilidad hacia las mujeres, mostrando más agresiones, rudeza y falta de respeto.
--Disminución del deseo de tener hijos y formar una familia.
--Aumento del riesgo de tener dificultades en las relaciones íntimas.
--Aumento del riesgo de abusar sexualmente de los demás.
--Aumento del riesgo de recibir información incorrecta sobre la sexualidad humana.
--Aumento del riesgo de insatisfacción sexual con el/la futuro/a esposo/a.
--Aumento del riesgo de divorcio una vez casado.
Manning también fustigaba una de las "mayores mentiras de la venta de pornografía", el argumento de que verla ayudará a los jóvenes a comprender la sexualidad y tener más confianza.
De hecho, añadía, los consumidores de pornografía tienen más inseguridades ante los miembros del otro sexo y más dificultad para desarrollar relaciones cercanas.
"Cada persona con la que he trabajado que ha estado implicada en pornografía tenía una comprensión menor sobre las relaciones y la sexualidad que aquellos que no había estado relacionados con ella", indicaba Manning.
Implicaciones siniestras
Otro libro publicado en el 2007 en California por la ONG Captive Daughters, que lucha contra el tráfico de personas, ampliaba el debate sobre la pornografía y subrayaba el daño social que crea. En la colección de ensayos: "Pornography: Driving the Demand in International Sex Trafficking", (Pornografía: Guiando la Demanda en el Tráfico Sexual Internacional), algunos de los autores relataban cómo el aumento de la pornografía está ligado al tráfico de mujeres y niños y a la prostitución.
Catharine MacKinnon, profesora de derecho en la Facultad de Derecho de la Universidad de Michigan, sostenía que la pornografía es sólo otra forma de tráfico para sexo de mujeres y niños.
Consumir pornografía es una experiencia de venta de sexo, de usa sexualmente a otra persona como un objeto que se puede comprar y, en este sentido, es muy similar a la prostitución, según MacKinnon.
Además, argumentaba, algo común con la prostitución, muchos de quienes aparecen en las películas porno no están allí por propia elección, sino por falta de opciones. Como ocurre con muchas prostitutas, consienten hacer esos actos por diversos factores, incluyendo el abuso sexual, problemas de drogas, o necesidad económica.
Otra de quienes han hecho a su aportación al volumen es Melissa Farley, quien describía la pornografía como propaganda cultural que mete en casa la noción de que todas las mujeres son prostitutas. Faley, psicóloga clínica, es directora de la ONG de San Francisco Prostitution Research and Education.
Indicaba que internet ha creado y aumentado las oportunidades para que los hombres exploten sexualmente a las mujeres.
Farley también apuntaba que las entrevistas con mujeres prostitutas revelaban que se hacía pornografía con ellas mientras realizaban actos de prostitución.
La pornografía, afirma el Catecismo de la Iglesia Católica, no sólo ofende la castidad, sino que también "atenta gravemente a la dignidad de quienes se dedican a ella (actores, comerciantes, público), pues cada uno viene a ser para otro objeto de un placer rudimentario y de una ganancia ilícita" (No. 2354).
Además el Catecismo observa que introduce "a unos y a otros en la ilusión de un mundo ficticio". Un mundo de fantasía que, no obstante, tiene efectos muy reales, tanto para los individuos como la sociedad.
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