Roma (Agencia Fides) - “No afirméis nada falso, no dejéis en el silencio nada verdadero”. Con esta cita de León XIII, el Papa codificador de la Doctrina Social Católica, Su Exc. Mons. Rino Fisichella, Presidente de la Pontificia Academia para la Vida y Rector de la Pontificia Universidad Lateranense, sintetizó su pensamiento sobre el tema “ética y comunicación” en el marco del encuentro organizado por la Fundación Perseus y por la Asociación VedRai2016 en colaboración con Eni, realizado el 17 de diciembre ante la Asociación Nacional entre las Bancas Populares.
Como apertura, una breve introducción del Prof. Giorgio Assumma, Presidente de SIAE, que sobre todo recordó como desde mitad de los ‘700 el sacerdote Antonio Genovesi, economista y filósofo salernitano, daba un curso de estudios sobre la Ética en la Universidad de Nápoles. El prof. Assumma evidenció que hoy en día, a la amplia disponibilidad de normas sobre la libertad de información, no corresponde una amplia normativa sobre los deberes de una correcta formación, a excepción de algún código de auto reglamentación.
Al inicio de su intervención, Mons. Fisichella explicó los presupuestos teóricos de sus sucesivas consideraciones: la distinción entre moral y ética. En particular, la moral como Verdad para los creyentes de las religiones monoteístas, que es revelada y hecha conocer por Dio al hombre, la ética como parte de filosofía que estudia los fundamentos objetivos y racionales que permiten distinguiré entre bien y mal. Partiendo de tal premisa, el Rector destacó sobre todo la utilidad de la ética y del principio de la razón que esta supone, para el poder compartir un método de debate, incluso con quien no cree, sobre la comunicación.
“Quien hable, que diga aquello que es, y como lo ve y lo entiende. Que exprese con sus palabras cuanto lleva en su interior. Puede ser difícil en algunas circunstancias, puede provocar fastidio, daños y peligros; pero la consciencia nos recuerda que la verdad obliga; que tienen algo de incondicional, que posee altura. De esta no se dice: Tú la puedes decir cuando de gusta, o cuando debes alcanzar algún objetivo; sino que: Tú debes decir la Verdad cuando hablas; no la debes ni reducir ni alterar. Tú la debes decir siempre, simplemente; también cuando la situación te podría inducir a callar, o cuando puedes librarte con desenvoltura de una pregunta”. Citando este texto del sacerdote y teólogo Romano Guardini, Mons. Fisichella introdujo el primer concepto clave al que uno debe referirse cuando se analiza la relación entre ética y comunicación: la “verdad”. Según Mons. Fisichella, es fundamental reconocer el primado de la verdad cuando se habla de comunicación, dada la importancias que esta última reviste en la formación de las consciencias. Verdad que toca la vida de cada uno de nosotros y en particular el sentido de la vida misma.
El segundo concepto clave sobre el que Mons. Fisichella se detuvo fue el de “responsabilidad”, que explicó con algunos ejemplos, uno de ellos relativo a lo que sucedió tras el discurso del Papa Benedicto XVI en la Universidad de Ratisbona en septiembre del 2006. En aquel caso, se recordó que algunos organismos de información extrapolaron algunas frases del discurso del Santo Padre, en particular aquellas que se referían al dialogo del emperador bizantino Manuel II Paleólogo con un persiano sobre el cristianismo y el Islam. El resultado fue darle la vuelta al sentido del discurso del Papa, con las consecuentes amenazas, protestas y desórdenes anticristianos en diversas partes del mundo.
Quien comunica, por lo tanto, afirmó Mons. Fisichella, no puede prescindir de una ética de la responsabilidad, o sea del ser consciente y llamado a responder por las consecuencias de las propias acciones. La última reflexión del Rector de la Lateranense fue la distinción entre persona y consumador, que implica actitudes diversas de quien trabaja en el mundo de la comunicación. En algunos casos, en efecto, las noticias son seleccionadas y difundidas en función de las características de mi público. Se prescinde, entontes de toda exigencia formativa, que debería ser propia del comunicador. Es evidente el riesgo de tal actitud: “se da a la gente aquello que quiere” poniendo en discusión en valor de la verdad y de la responsabilidad. “Las conciencias no solo se informan, sino que también se forman”, concluyó Mons. Fisichella.
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