Por Rubén Revello, coordinador del Instituto de Bioética de la Universidad Católica Argentina
BUENOS AIRES, sábado, 21 de marzo de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo que ha escrito el coordinador del Instituto de Bioética de la Universidad Católica Argentina, el sacerdote Rubén Revello, con el título: "Benedicto XVI: los medios de comunicación y la lucha contra el Sida".
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Se han suscitado, una vez más, polémicas que se instalan en los medios de comunicación, a partir de declaraciones atribuidas al Papa, en temas ciertamente controversiales y complejos.
Tal es el caso del flagelo del Sida, a raíz de la primera visita de Benedicto XVI al continente africano, el más afectado por la pandemia. Suele ocurrir que junto con la comitiva papal viajen una serie de periodistas de diversos medios independientes, que en esa ocasión privilegiada comparten unas horas de vuelo con el Santo Padre, generándose así una entrevista espontánea.
En el vuelo varios periodistas hicieron preguntas, uno de ellos, Philippe Visseyrias de France 2, lanza la cuestión: "Santidad, ¿afrontará este tema [el Sida] durante este viaje?". A lo cual Benedicto XVI respondió en primer lugar enumerando las diversas comunidades religiosas y laicales que desde la Iglesia, atienden a los enfermos de Sida, demostrando la fidelidad de tantos bautizados que, en nombre de Cristo, ofrecen sus vidas por atender a los más desprotegidos y les agradece a todos su contribución en la lucha contra la enfermedad.
En un segundo momento de la respuesta refiriéndose a las campañas de prevención, afirma: "No se puede superar el problema del sida sólo con slogans publicitarios. Si no está el alma, si los africanos no se ayudan, no se puede resolver el flagelo [del Sida] con la distribución de profilácticos: al contrario, el riesgo es el de aumentar el problema".
Ambas afirmaciones son estrictamente ciertas: un problema tan grave como el Sida no se soluciona solamente con publicidad. Ésta podrá contribuir a crear conciencia de los medios de contagio y de la necesaria prevención para evitar los riesgos, pero por sí misma no basta para erradicar el mal.
La segunda afirmación -"No se puede resolver el flagelo [del Sida] con la distribución de profilácticos: al contrario, el riesgo es el de aumentar el problema"-, tiene su confirmación en la realidad. Baste para ello seguir, lamentablemente, la creciente evolución de la epidemia. Reducir la prevención del Sida a la distribución masiva de preservativos, crea la falsa sensación de que así se soluciona todo peligro de contagio.
Sin entrar en discusiones respecto del índice de eficacia del preservativo; esto no puede opacar, ni menos negar, una verdad igualmente sólida como es que un profundo cambio de conducta, una mayor responsabilidad en la vida sexual, y programas educativos a corto, mediano y largo plazo, son más eficaces. De hecho las propuestas de ONUSIDA refieren ampliamente a este tipo de recursos.
En la entrevista citada, el Santo Padre va más allá de señalar el riesgo de centrar la campaña de prevención sólo en el preservativo y lanza sus propias propuestas: "La humanización de la sexualidad, es decir una renovación espiritual y humana que conlleve un nuevo modo de comportarse de unos con otros, y en segundo lugar, una verdadera amistad también y sobre todo, con la personas sufrientes, la disponibilidad, con renuncias personales".
A partir de estas notas, vemos cómo las declaraciones del papa Benedicto XVI asumen el Magisterio anterior y reafirman una línea de pensamiento que, con toda claridad, se propone al mundo con la esperanza de sumar esfuerzos que contribuyan a vencer al verdadero enemigo común: el Sida.
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