Niños a la carta… ¿quieres que tengan ojos azules, pelo rubio...?

Por Onésimo Herrera-Flores - Fuente: www.yoinfluyo.com
Suscita escándalo la propuesta de una clínica de fertilidad de Los Ángeles (Estados Unidos) de ofrecer a los futuros padres la posibilidad de elegir el sexo de su bebé o algunos de sus rasgos físicos, como el color del cabello o el de los ojos.
Esto constituye un atentado ético, opina la curia vaticana, a través del presidente emérito de la Academia Pontificia para la Vida, quien comenta el nuevo negocio propuesto por el centro médico Institutos de Fertilidad, que cuenta con “media docena” de peticiones.
Para obtener el niño a la carta, la clínica se basaría en el denominado Diagnóstico Genético Preimplantacional (DGP), consistente en la selección de embriones.
Hasta ahora se había aplicado para seleccionar embriones que, de acuerdo con el método, no tenían enfermedades hereditarias. Los demás se eliminaban. Ahora, esta técnica se aplica también a los gustos estéticos, raciales, y hasta de capricho…
Al respeto, la Academia para la Vida sostiene: “Esto es algo anti ético. Es la primera vez que se dan este tipo de anuncios y que tienen el objetivo de multiplicar a los clientes. En todo caso, se trata de una operación éticamente equivocada y que daña la dignidad de la descendencia, pues está orientada a manipular el cuerpo, a dominarlo y a transformarlo según los propios gustos.
“Así como es ilícito que un niño que presenta o que podría presentar defectos sea eliminado por selección negativa, también es ilícito que se haga una selección que obedezca únicamente a los deseos de los padres.
“Es un ejemplo típico de una ciencia que no se pone al servicio del bien, sino de los deseos de quienes lo compran, mientras que quienes pagan el precio en este caso son los niños. Cuando se viola una regla de la creación tan delicada, la ley debería interesarse por este campo.
“Es posible comprobar cómo el instinto de manipulación, que en los tiempos del nazismo era realizable hasta un cierto punto, pues no se conocía todo lo que hoy se conoce, ha permanecido más allá de la abolición de los regímenes absolutos.
“Podía parecer que fuera una tendencia propia de la sed de dominio que el absolutismo político siempre ha querido ejercer sobre la vida de las personas. Por desgracia, este tipo de instinto de dominación se da en los hombres; no es frenado por la moral ni la ley y sobrevive incluso a los regímenes que ya no son absolutos”.
En efecto, ahora estos intereses ya no obedecen a un régimen que “quiere resultados de carácter bio-político, sino a los intereses de quienes tienen dinero y caprichos para jugar con la vida de los demás”.