Por Rev. Padre Thomas J. Euteneuer -
Presidente de HLI
Durante la década de los 90 del siglo XX, cuando al Padre Paul Marx le preguntaron qué opinaba acerca de los esfuerzos por legalizar las “uniones” entre personas del mismo sexo, con su característico estilo directo, el fundador de HLI respondió: “Si lo logran, será el fin”. El Padre quiso decir el fin de la civilización cristiana, cuyos valores constituyen el fundamento de la vida común en EEUU. El Padre Marx, en un sentido profético, se dio cuenta de que una sociedad no puede sobrevivir la perversa manipulación de la estructura misma de la realidad que Dios nos ha revelado, de la cual un elemento fundamental es la institución del matrimonio. El día que dejemos que ello ocurra, “será el fin”.
En el 2009, el 52% de la población de California respaldó la Propuesta 8, la cual ratificó la protección constitucional del matrimonio entre un hombre y una mujer. Se podría argumentar que aún el 52% es una cifra sorprendentemente baja respecto de algo tan importante. Pero el pueblo de California ganó esa batalla a pesar de la intensa guerra mediática que los homosexuales militantes llevaron a cabo para sepultar la Propuesta 8. De hecho, ganó la decencia cristiana y la estructura de la realidad permaneció intacta, al menos en este aspecto de la ley en California, hasta que la semana pasada cuando un solo juez anuló 7 millones de votos y la voluntad del pueblo, al echar abajo la prohibición del “matrimonio” homosexual. Hubo regocijo en la Bahía de Sodoma (la bahía de la ciudad de San Francisco). ¡Qué triste, sin embargo, que la mentalidad de nuestra pobre nación y de nuestro pobre mundo, ambos tan confundidos, quede debilitada en su oposición al estilo de vida homosexual como resultado de esta decisión.
¿Por qué, se pregunta usted, está mal el “matrimonio” homosexual? Permítame enumerar las razones:
Primero que todo, porque viola la voluntad de Dios tal y como ésta ha sido revelada en la Escritura. Hay pocas cosas que son tan claras en la revelación divina como la sagrada institución del matrimonio entre un hombre y una mujer. Desde Génesis 1 (el matrimonio entre Adán y Eva) al Apocalipsis 21 (el matrimonio entre Cristo el Cordero y Su Esposa la Iglesia), Dios nos ha dado solamente un modelo de matrimonio, y no es el “matrimonio” homosexual. Aún la poligamia y el divorcio fueron eliminados de la Iglesia de Cristo, cuando Nuestro Señor les recordó a todos la esencia del matrimonio como era “en el principio”. La concepción cristiana del matrimonio se convirtió en la norma del mundo occidental y en su célula social más fundamental. Indudablemente ello contribuyó al florecimiento de Occidente.
En segundo lugar, y muy cerca de la primera razón, es que el “matrimonio” homosexual distorsiona el concepto mismo de la paternidad y la maternidad. Aún dejando de lado el hecho de que el “matrimonio” homosexual es estéril por definición, todo hijo de un “matrimonio” homosexual tiene que ser adoptado o el resultado de la reproducción artificial. Y ello ya es en sí mismo una violación de todo el concepto de la familia. De hecho, en la década de los 80 el Magisterio de la Iglesia se pronunció sobre este tema y dijo que la adopción de niños por parte de homosexuales constituye una violencia contra los niños. Se trata de una aseveración bastante fuerte, pero, en todo caso, verdadera. En términos más simples, los niños necesitan una mamá y un papá. De lo contrario, quedarían estigmatizados para siempre al ser “hijos” de una pareja homosexual. Los niños imitan los modelos que tienen delante. Su concepto de familia, la moral que viven y su cosmovisión las derivan de las actitudes y valores de sus padres. Pero si sus “padres” son una pareja de homosexuales o lesbianas, entonces su concepto de todos estos valores tan fundamentales quedará distorsionado.
En tercer lugar, pero no por ello de menor importancia, toda la sociedad sufre cuando se legitima públicamente un estilo de vida y una práctica que es intrínsecamente desordenada. Sí, desordenada, eso es lo que le llama el Magisterio de la Iglesia a la orientación homosexual y el estilo de vida homosexual. El “matrimonio” homosexual simplemente ratifica ese desorden a nivel social. En debates recientes, el uso del término “derecho humano” para describir el “matrimonio” homosexual y para acusar de cometer “discriminación” a todo aquel que se le oponga, son ejemplos de estas fundamentales distorsiones.
El Padre Marx tenía razón: una sociedad no puede sobrevivir durante mucho tiempo este tipo de violencia contra sus valores más fundamentales. La historia nos muestra fehacientemente a muchas sociedades, como la Antigua Grecia, cuya rápida decadencia estuvo precedida por la proliferación del estilo de vida homosexual y su aceptación pública.
Al mismo tiempo que respetamos a todas las personas, no tenemos que respetar este ataque a gran escala contra todo lo que es sagrado para nosotros y beneficioso para nuestra sociedad. Es más, debemos luchar contra ello con nuestras propias vidas. La cuestión no es si podremos o no ganar esta batalla; la cuestión es si nos vamos a sumar a ella. ¿Aceptaremos el reto de defender lo que es sagrado o no? Hemos sido llamados a ser fieles y obedientes al Plan que Dios tiene para el mundo en que vivimos y, en ese contexto, Dios logrará la victoria.
No cabe duda que la propuesta de legalizar el “matrimonio” homosexual se hará presente en el estado donde usted vive, si no es que ya ha ocurrido. Si no luchamos contra ello, nuestras almas, nuestras familias y, básicamente, nuestra propia civilización, se encontrarán “al final” del camino en poco tiempo.
Fuente: Rev. Padre Thomas J. Euteneuer, “Gay marriage and the End of Christian Civilization,” Spirit & Life, Human Life International e-Column Volume 05, Number 29 | Friday, August 13, 2010, disponible (en inglés) en www.vidahumana.org.
Nota de VHI: Visite, en el página de VHI, www.vidahumana.org, la sección “Homosexualidad” en: http://www.vidahumana.org/vidafam/homosex/homosexualidad_index.html.
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