Desde que el Departamento de Educación
de Estados Unidos dio nuevas reglas en 2006 para permitir la educación
diferenciada por sexos en la enseñanza pública, las escuelas de este tipo están
proliferando. Este año, según datos de la asociación nacional de Single Sex
Public Education, 540 escuelas públicas han adoptado fórmulas de este tipo. Un
reportaje publicado en el magazine del Washington
Post (8-08-2010) cuenta la experiencia de algunas de estas
escuelas.
En cuanto a la organización, existen
tres modelos: las llamadas “dual academy”, en las que chicos y chicas van al
mismo colegio, pero mantienen clases separadas, excepto en ocasiones especiales;
colegios mixtos con clases diferenciadas por sexos únicamente en determinadas
materias; y colegios que son solo de chicos o de chicas.
Las escuelas con educación diferenciada
son particularmente populares en los distritos urbanos que tienen amplias
poblaciones de minorías, y que a menudo son los que tienen más problemas de
calidad académica. Estas escuelas abundan más en el sudeste del país, y
especialmente en Carolina del Sur, donde miles de niños participan en programas
de este tipo en 160 escuelas públicas, mientras que otras tantas están
considerando esta opción para el próximo curso.
Una de las principales ventajas de las clases
separadas es que las diferencias entre chicos y chicas pueden explotarse en
beneficio de ambos, dice Leonard Sax, psicólogo, autor de libros como Why
Gender Matters que aboga por la enseñanza diferenciada.
De hecho, en las escuelas visitadas para el
reportaje, las clases de chicos son más movidas y competitivas, mientras que las
de chicas con más ordenadas y dedicadas al trabajo en equipo.
Menos estereotipos por
géneros
La presencia de chicos y chicas en las mismas
aulas no equivale a realizar la igualdad entre hombres y mujeres. Esta es la
conclusión de un artículo de síntesis sobre los resultados de la coeducación,
escrito por Marie Duru-Bellat, investigadora de Sciences Po, publicado en la Revue de
l’OFCE, nº 114 (julio 2010).
El artículo presenta una síntesis de lo que
desvela la investigación en educación sobre el funcionamiento de las clases
mixtas. La síntesis muestra que en la vida diaria de la clase se reproducen los
estereotipos de los roles sociales masculinos y femeninos.
Los estudios atribuyen parte de la responsabilidad
a los educadores por exigir de modo diferente a chicos y a chicas. Marie
Duru-Bellat toma como ejemplo las materias científicas. Inconscientemente, los
educadores esperan más de los chicos en estas materias, y por lo tanto les
exigen más. En cambio, prestan menos atención a las chicas, a las que se supone
menos dotadas en estas asignaturas.
En cambio, en las clases no mixtas, al no haber
esta diferencia de trato, las chicas tienen más facilidad para destacar
plenamente.
Otra observación sobre las clases mixtas es que
las relaciones de competencia entre los sexos refuerzan su diferenciación. En
los grupos mixtos, los estereotipos de lo masculino y lo femenino tienden más a
afirmarse. Las chicas tratan de evitar la confrontación con los varones. Por su
parte, los chicos tienden a afirmar su virilidad, lo que da lugar a un despego
por las exigencias escolares y a obtener peores notas. A la inversa, en las
clases no mixtas chicos y chicas no tienen complejos para hacer elecciones
escolares distintas de lo que se espera de su género.
La conclusión de la socióloga es que la
simple instauración de la coeducación no produce los resultados esperados en
términos de igualdad. Por lo cual habría que plantearse seriamente la
posibilidad de volver a las clases diferenciadas por sexos, al menos de un modo
parcial y puntual.
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