Los padres pueden desempeñar un importante papel para retrasar la iniciación sexual de sus hijos adolescentes y reducir así el riesgo de que sufran consecuencias psíquicas o físicas, según un estudio difundido por la Heritage Foundation, basado en investigaciones recientes realizadas en Estados Unidos. Las conclusiones del informe señalan que la influencia positiva de los padres sobre el comportamiento sexual de sus hijos se relaciona sobre todo con la fortaleza de la estructura familiar, la existencia de una comunicación fluida entre padres e hijos y la claridad con que los progenitores desaprueban esas conductas.
El estudio, titulado Teen sex: the parent factor (The Heritage Foundation, “Backgrounder” n. 2194, 7-10-2008), arroja nueva luz sobre uno de los asuntos que más preocupan a las familias americanas. A juzgar por las encuestas, los estudiantes de Secundaria cada vez comienzan a tener relaciones a edades más tempranas –una tercera parte de los adolescentes de entre 14 y 15 años, proporción que crece hasta los dos tercios entre los que se acercan a los 18 años– y, simultáneamente, lamentan “esa primera experiencia y desearían haber esperado más tiempo”, según afirma Christine C. Kim, autora del informe.
Kim afirma que, ante estos datos, la tendencia generalizada entre los legisladores y los profesionales de la salud ha sido la de ampliar los programas de educación sexual y facilitar el acceso a los anticonceptivos, “porque asumen que los adolescentes son incapaces de posponer su comportamiento sexual”. Pero, según dice Kim, “estos presupuestos no solo son erróneos sino que además no tienen en cuenta factores importantes relacionados con la reducción de la actividad sexual de los adolescentes”, entre los que se encuentra la influencia paterna y materna: “Los padres son los que más influyen en las decisiones de sus hijos sobre el sexo, pues dos tercios de todos los adolescentes comparten los valores de sus padres sobre este tema”, señala.
Las conclusiones de esta analista política de la Heritage Foundation, que se apoyan en una abundante investigación empírica, constatan que la influencia paterna ofrece una fuerte protección frente a la actividad sexual precoz. En concreto, la existencia de una estructura familiar bien constituida resulta altamente preventiva y también el sentido de pertenencia y de satisfacción con la propia familia que se genera en el adolescente. Otros aspectos importantes son el seguimiento de sus salidas y amistades, y la desaprobación clara de esas prácticas por parte de los padres.
Según Kim, “para aumentar la eficacia de los programas y medidas políticas dirigidas a retrasar la actividad sexual o a prevenir los embarazos y las enfermedades de transmisión sexual entre adolescentes, se debería reforzar la estructura familiar y la implicación de los padres”, puesto que se ha comprobado que es menos probable que las chicas de ese tipo de familias se queden embarazadas o tengan su primer hijo fuera del matrimonio. Por eso mismo, los programas y políticas que de manera implícita o explícita evitan la implicación de los padres, como por ejemplo, la distribución masiva de anticonceptivos sin la advertencia o el consentimiento paterno, “contradicen la evidencia de las investigaciones sociales y pueden llegar a ser contraproducentes y potencialmente dañinos para los adolescentes”.
Comunicación padres-hijos
Uno de los aspectos más difíciles de medir es el grado de comunicación real entre los adolescentes y sus progenitores, ya que ambos tienden a percibir el nivel de diálogo de manera diferente. “Mientras el 90% de los padres dicen haber mantenido una conversación con sus hijos sobre la necesidad de retrasar la iniciación sexual y de evitar el embarazo, solo el 71% de esos mismos adolescentes recuerdan tal conversación”. Otros datos aportados muestran la falta de conocimiento de los padres sobre el comportamiento de sus hijos, ya que, aun en los casos en los que los adolescentes ya reconocen la existencia de prácticas sexuales, uno de cada tres padres lo ignora.
En este ámbito, la Heritage Foundation propone que los padres manifiesten con claridad a sus hijos los valores que defienden, para asegurar que los adolescentes perciben con exactitud la desaprobación de esas relaciones durante la adolescencia. “Mensajes ambiguos o confusos disminuyen cualquier efecto positivo que los valores puedan tener en el retraso de los comportamientos precoces”. Cuando los padres expresan una negativa dudosa o con reservas, los hijos suelen entender un “sí”. Igualmente, “si las madres recomiendan un tipo de específico de control de natalidad, las adolescentes tienden a observar una menor desaprobación, y, en último término, esos consejos pueden tener un efecto de estímulo de la actividad sexual”. Una de las encuestas realizadas entre 600 estudiantes en South Bronx (Nueva York) reveló que cuando las madres explican a sus hijos las consecuencias morales y sociales de la vida sexual precoz, los adolescentes tienen muchas más probabilidades de posponer el comienzo de las relaciones.
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