Fuente: www.diariodecuyo.com.ar
El compañero de banco puede ser un peso, si es de sexo masculino, porque distrae, crea confusión, y cataliza la atención del profesor. Giuseppe Zaniello, profesor ordinario de Didáctica y pedagogía especial en Palermo (Italia) afirma que "ha quedado demostrado que en las aulas donde hay sólo alumnos de sexo femenino, el nivel de aprendizaje es mayor". Es también, lo que confirman otras investigaciones y experiencias en el mundo. Luego de 30 años en los que nadie puso en discusión el principio de las escuelas mixtas, muchos establecimientos educativos del mundo están relanzando la separación: mujeres en un aula, hombres en otra. Hay quienes se han preguntado respecto a la socialización de unos y otros. La respuesta que se ofrece es, que para eso están las fiestas o el deporte, pero que a la escuela es necesario asistir y formar parte de ella para, fundamentalmente, estudiar. Actualmente son más de 210.000 escuelas que, en todo el mundo, educan más de 40 millones de niños según el principio de la diferencia de género. Se llaman "single sex school" y, año tras año, se extienden cada vez más, especialmente en Europa, minando el dogma de la "coeducación", que desde fines de los '60, parecía haber puesto la palabra final a toda discusión sobre la pedagogía aplicada a los sexos.
La tesis que se encuentra en la base del proyecto es algo también sabido, y es que hombres y mujeres son totalmente distintos no sólo físicamente sino incluso desde el punto de vista psicológico. Así lo han planteado pedagogos, psicólogos y directivos, representando a escuelas de toda Europa, y reunidos el 24 de abril pasado en la ciudad de Roma mientras se desarrollaba el último Congreso de la Asociación Europea de la "single-sex-education" (Easse). El docente emérito de la Pontificia Universidad Salesiana de Roma, Klement Polacek, sostiene que "en las clases homogéneas no sólo se obtienen mejores resultados, sino que también permite que los varones se desarrollen mejor y sufran menos el "gender gap" (brecha entre los sexos), que influye notablemente en el aprendizaje". Parece ser que las clases homogéneas, en cuanto a la división de sexos, es un modelo educativo que tiende a imponerse nuevamente a nivel mundial.
Los primeros en aplicarlo fueron los ingleses: en el Reino Unido, las "single sex school" son 1092, de las cuales 416 son estatales. Los resultados son óptimos: entre los diez mejores institutos educativos de ese país, sólo uno es mixto. Las estadísticas del gobierno escocés muestran que el 55,2% de las chicas con menos de 21 años asistieron a educación superior en el 2006-2007, en comparación con sólo el 42,8% de los chicos. Las cifras revelan que durante los últimos 15 años, las mujeres jóvenes han sobrepasado de modo contundente a la hora de matricularse en la educación superior. Afrontando estos datos, el primer ministro de Escocia hacía alusión meses atrás, a que se experimentaría con más clases de un solo sexo. En Alemania, Berlín cuenta con 180 escuelas públicas homogéneas, en Francia 238, mientras que en los últimos siete años, EEUU ha convertido 540 escuelas públicas, de mixtas a diferenciadas, es decir de un solo sexo. Si en Italia las clases diferenciadas son una exclusividad de las escuelas pagas, en los EEUU se han convertido en sinónimo de rescate social de ciertos sectores pobres. Es el caso de la "Young Women's leadership school" de Nueva York, un instituto educativo del Bronx, que nació en 1996 y lo frecuentan sólo alumnas que en el 70% de los casos viven por debajo de la línea de pobreza. Los fundadores se dieron cuenta que las estudiantes mujeres vivían en una realidad dominada por los hombres. Un año después, todas las tensiones habían desaparecido. En 2002 se inscribió en la universidad el 96% de aquellas jóvenes del Bronx, mientras que en Nueva York, la media es del 50 por ciento.
El sociólogo francés, Michel Fize, en su libro "Les Pièges de la Mixité Scolaire" (Las trampas de la escolaridad mixta), critica a los colegios mixtos. Allí advierte que las escuelas francesas presentan cada vez más problemas de agresiones sexuales, así como un descenso comparativo en los resultados académicos. Al mismo tiempo defiende que la educación no debe juzgarse según argumentos ideológicos o monetarios, sino de acuerdo a su efectividad. La coeducación (colegios mixtos), explica, ha demostrado su capacidad para promover la igualdad entre los dos sexos. Sin embargo no ha tomado en cuenta la diferente velocidad con que ambos maduran. El autor no ve muchos problemas en las escuelas mixtas cuando los niños son más pequeños, pero observa que la dificultad se presenta una vez que alcanzan la adolescencia. Las críticas a la escuela homogénea no faltan, ya que hay quienes sostienen que se retrocede cuarenta años o que es fruto de una fobia sexista. En la gestión privada de la educación, no pocos colegios han debido abrir sus puertas a mujeres y varones, porque de lo contrario debían cerrar por falta de alumnado. Los debates no han terminado pero, por ahora, la educación con separación de sexos parece haber obtenido una nota decente.
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