Por Aníbal Cuevas - www.yoinfluyo.com
El año pasado leí la noticia de que el número de niños con síndrome de Down había descendido. Lo que puede aparecer como un triunfo de la ciencia no lo es. Da la impresión de que se está consiguiendo curar la enfermedad, pero la realidad es bien distinta.
El número de niños Down desciende no porque se haya conseguido “curar” el padecimiento, sino porque la detección de esta anomalía genética en el feto durante el embarazo lleva, en la mayoría de los casos, a su muerte mediante el aborto.
En la misma línea leí en la prensa que “Sanidad aprueba la selección de embriones para evitar el cáncer”.
Habrá quien salte de alegría pensando que es un paso gigante en la curación de esa enfermedad, cuando la realidad es que se evita que nazcan personas con esa predisposición.
Entramos en una peligrosa deriva que justifica acabar con cualquier enfermedad, eliminando vidas humanas, en este caso, en estado embrionario.
La experiencia nos muestra que la pendiente eugenésica es inclinada, y una vez en ella es difícil poner límites. La realidad es que por un lado se eliminan las vidas humanas de los embriones o fetos, y por otro se mata o “suicida” por medio de la eutanasia a enfermos, deprimidos y ancianos.
El camino que han tomado una parte de los políticos y científicos es zona altamente peligrosa y en ella se mezclan intereses económicos e ideológicos. La máxima parece ser que hay que evitar la enfermedad a toda costa, incluida la vida del enfermo.
Además, conseguir que no nazcan enfermos, reales o potenciales, o practicar la eutanasia en adultos puede llevarnos a dejar de seguir investigando la curación de las enfermedades.
Reconozco que la lectura de “Seducidos por la muerte” me ha impactado. La noticia de hoy es un paso más en esta carrera loca emprendida por la cultura de la muerte. Me pregunto: ¿qué diferencia hay entre esta mentalidad y la de Hitler?
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