BARCELONA, lunes 11 de mayo de 2009 (ZENIT.org).- El Consejo Pontificio para la Familia se propone potenciar y coordinar experiencias pastorales a favor de las familias entre las diócesis, y promover investigaciones que den a conocer los beneficios de las familias bien constituidas y los perjuicios de las desintegradas.
Así lo reveló su presidente, el cardenal Ennio Antonelli, en una conferencia sobre la familia y su misión educadora que pronunció el 7 de mayo en el Seminario Conciliar de Barcelona.
El cardenal explicó que el dicasterio vaticano trabajará, en colaboración con las confer encias episcopales, "para sensibilizar a la opinión pública a favor de una política favorable a las familias para que el lenguaje de los hechos se imponga al de las ideologías", según un comunicado emitido hoy por la oficina de información del arzobispado de Barcelona.
El cardenal propuso algunos elementos pastorales para ayudar a las familias, como la creación de grupos de matrimonios en las parroquias dirigidos por matrimonios bien preparados, la potenciación de los movimientos de espiritualidad y el compromiso de las familias en asociaciones de tipo social.
También propuso que la preparación al matrimonio se plantee como un itinerario que empieza cuando la pareja ya habla de unir definitivamente sus vidas.
Dijo que "hay que ayudarles a descubrir lo que es la vida cristiana, sus actitudes, la relación con Jesucristo y con la Iglesia, actitudes ante el dinero y la sexualidad, el perdón, el espíritu de sacrificio y la importancia de la oración", según el comunicado.
También destacó la importancia de "promover encuentros de familias, de diálogo, de oración, de amistad, encuentros que abran el círculo familiar cerrado".
Según el cardenal, la familia actual es débil, a causa de tendencias culturales desfavorables a ella y a la dignidad de la persona humana, como el relativismo, el subjetivismo, el utilitarismo, el individualismo y el descrédito de la familia como una comunidad de personas.
También por la debilidad de las convicciones religiosas por parte de los padres, la poca valoración de la prioridad de la misión educativa por la falta de la presencia de la figura paterna, la ausencia de la madre en el hogar, el relativismo ético y religioso, traumas familiares causados por separaciones y divorcios, etcétera.
Para el cardenal, estas carencias familiares en la misión educadora comportan que los hijos crezcan sin profundas convicciones religiosas y sus ideales sean superficiales y sin contenido espiritual.
Se trata, dijo el cardenal utilizando una expresión del Papa Benedicto XVI, de una "emergencia educativa" en el interior de la familia.
El presidente del Pontificio Consejo para la Familia recordó que la familia debe ser el lugar donde se desarrolla la vocación al amor, lugar del descubrimiento del otro, de comunión y de solidaridad, de valoración de las personas y de sus diferencias, de descubrimiento de la vocación al matrimonio y de descubrimiento de la identidad sexual.
Debe ser también, dijo, el lugar de procreación y educación en la confianza y en el amor, que va más allá de la enseñanza teórica, el lugar en el que se aprende a ser.
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