Por Juan Meseguer
Paradójicamente, el ideal libertario que promueve la ideología de género puede volverse contra el individuo en manos del poder político. Así lo explica Francesco D’Agostino, catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad Tor Vergata (Italia). Le hemos entrevistado con ocasión del I Congreso Internacional de Ideología de Género, organizado por la Universidad de Navarra entre el 9 y el 11 de febrero.
Aunque los postulados de la ideología de género pueden parecer exagerados para el ciudadano de a pie, su influjo es visible en la cultura actual: la proliferación de guías escolares con una visión sesgada de la sexualidad, leyes como la del matrimonio entre homosexuales o la que permite el cambio de sexo, y la promoción de los llamados “derechos de salud sexual y reproductiva” son algunos ejemplos.
Para comprender la radicalidad de la visión antropológica que propugna la ideología de género, Francesco D’Agostino propone llevar sus postulados básicos hasta sus últimas consecuencias.
Catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad Tor Vergata (Italia), D’Agostino es presidente honorario del Comité Nacional de Bioética Italiano, miembro de la Academia Pontifica para la Vida y presidente de la Unión de Juristas Católicos Italianos, entre otro cargos.
Cuando decide el Estado
– La ideología de género sostiene que cada persona decide autónomamente su identidad de género, y ésta además puede ser variable. Si en nombre de la autodeterminación la identidad personal se desvincula de sus raíces naturales, ¿no podría ocurrir también que el poder político se considerara legitimado para decidir esa identidad que no se basa ya en nada natural?
– No creo que sea posible que todas las personas escojan su identidad de género. Esta reivindicación es fundamentalmente abstracta e ideológica: puede tener conexión con un pequeño número de personas. Uno de los sociólogos más importante del siglo XX, Niklas Luhmann, decía que la distinción entre hombre y mujer, entre marido y esposa, es comprensible por el sentido común.
Si cada uno puede escoger su identidad de género es razonable pensar que también puede ser impuesta desde fuera, desde la sociedad civil o desde el Estado. Bien pensado, podría darse un acuerdo colectivo que reconociera la primacía de la decisión de la mayoría sobre la individual.
Si la identidad de género llega a ser una decisión que no difiere de otras decisiones de carácter político o social, no hay duda de que el poder podría imponerla, como impone indirectamente el rol social y profesional de cada individuo.
– Pero no todos los roles son impuestos. Además, lo que propone la ideología de género es precisamente liberar a los individuos de los roles arbitrarios.
– Efectivamente, nadie puede llegar a ser médico, abogado o ingeniero sólo por autodeterminación. El rol profesional se adquiere a través de una formación formalizada jurídicamente, que habilita a los ciudadanos para desarrollar esa profesión. Si mi deseo de llegar a ser médico no se corresponde con mi capacidad individual para ser médico, la sociedad civil me niega esa función.
La paradoja es que las teorías de la ideología de género están trasladando la identidad de género del plano natural al plano social y esto podría conducir a la sociedad civil o al Estado a “gestionar” la identidad de género, quizá no tanto con una imposición pero sí orientándola.
Hasta sus últimas consecuencias
– Durante los últimos años, los pro familia están dedicando muchos esfuerzos a estudiar la ideología de género. Entiendo que algunos de esos estudios son necesarios, pero ¿no cree que la atención excesiva a esta corriente de pensamiento desvía la atención de otras cuestiones más relevantes? Tengo la impresión de que, al final, los pro familia dedican demasiado tiempo a hablar sobre lo que dicen otros en lugar de proponer de forma positiva sus propias ideas.
– Es verdad que están creciendo los estudios sobre ideología de género y comparto algunas de las inquietudes que plantea esta pregunta. A lo mejor hay una atención excesiva a este tema, pero quiero subrayar que en parte se debe a una gran honestidad intelectual. No se puede contestar a la ideología de género mirando hacia otro lado o clasificando esas teorías de ridículas o absurdas. La forma más honesta de abordar este tema es profundizar de manera precisa en los argumentos de esta ideología, aunque esa atención parezca excesiva.
No hay una sola ideología de género. Hay múltiples visiones; algunas de ellas se contradicen entre sí; otras están todavía evolucionando. La teoría del género es una perspectiva de la antropología que se encuentra enraizada entre la reflexión auténtica y seria sobre la identidad del hombre y una antropología del posthumanismo en la que la identidad humana tiene que ser deconstruida.
Resulta inquietante pensar cómo sería una sociedad que aspirase a prescindir de la identidad humana. En este sentido, creo que la ideología de género merece ser estudiada atendiendo a sus consecuencias últimas.
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