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jueves, 10 de febrero de 2011

La moral perversa que facilitó la “casa del horror” de Gosnell - notifam.net


Por Niamh Ui Bhriain
Nota: Niamh Ui Bhriain es una activista pro-vida irlandesa en el Life Institute
9 de febrero 2011 (Life Institute) – Se necesita un horrible crimen en particular para hacer que un Fiscal de Distrito en Estados Unidos describa la escena del crimen como una “casa de horrores”. Pero si tomamos en cuenta lo que ha surgido acerca de la carnicería que tuvo lugar en la clínica de abortos de Gosnell Kermit, parece que el fiscal, Seth Williams, en realidad puede haber quedado corto al elegir sus palabras.
El informe de 281 páginas de la investigación del Gran Jurado sobre la práctica de Gosnell en Filadelfia es de difícil lectura. He sido un activista pro-vida la mayor parte de mi vida, pero las descripciones de cómo los bebés y las madres fueron masacrados en esta inmunda clínica de aborto fueron tan perturbadoras, que literalmente no pude dormir esa noche. Las fotografías que acompañan el informe muestran que los niños abortados quedaron tendidos en la clínica. Son fotografías simplemente desgarradoras.
Es el tipo de mal que te hace abrazar más a tus propios hijos, una letanía del horror más allá de nuestra comprensión. ¿Como existe tanta crueldad en el corazón de un ser humano que puede llevarlo a realizar esos actos monstruosos?
El doctor Kermit Gosnell abrió su clínica de aborto en 1979. Recaudó millones matando bebés. El Gran Jurado utilizó un lenguaje crudo y simple para describir su práctica.
“Este caso es sobre un médico que mató bebés y puso en peligro a mujeres”, escribieron los miembros del Gran Jurado. “Lo que queremos decir es que él, regular e ilegalmente, hizo nacer a bebés vivos y viables en el tercer trimestre del embarazo… y luego asesinó a estos recién nacidos seccionando su médula espinal con unas tijeras. La práctica médica mediante la cual llevó a cabo este negocio fue un fraude repugnante en el que aplicó sobredosis a sus pacientes con drogas peligrosas, propagó enfermedades venéreas entre ellas con instrumentos infectados, perforó sus vientres e intestinos, y en al menos dos ocasiones causó su muerte. Con los años, muchas personas llegaron a saber que algo estaba pasando aquí. Pero nadie puso fin a esa situación”.
El equipo de investigadores tomó declaración a una trabajadora de la clínica, Tina Baldwin, quien dijo que Gosnell bromeó una vez sobre un bebé que se retorcía mientras le cortaba el cuello: “Eso es lo que se llama una gallina con la cabeza cortada”. Hay muchas, muchas otras historias de horror.
Pero el informe del Gran Jurado es explícito también en otras formas: especifica que se le permitió a Gosnell continuar con décadas de atroces asesinatos, porque se tomó la decisión política de abandonar la regulación de las clínicas de aborto.
Por eso el fracaso de no proteger a la madre y los bebés no fue simplemente una falta de regulación o de una pobre coordinación entre distintos organismos. Fue una decisión política adoptada con el fin de proteger la industria del aborto.
El informe señala que en 1993 “… el Departamento de Salud de Pennsylvania decidió abruptamente, por razones políticas, detener totalmente la inspección de las clínicas de aborto. Las políticas en cuestión no fueron anti-aborto, sino a favor de él. Con el cambio de administración del Gobernador Casey a la del Gobernador Ridge, los funcionarios llegaron a la conclusión que las inspecciones ‘pondrían una barrera a las mujeres que buscan abortar. Es mejor dejar que las clínicas hagan lo que quieran’, aun cuando, como Gosnell demostró, eso significaba que lo pagarían las mujeres y los bebés”.
Es difícil leer ese párrafo sin concluir que esos políticos que tomaron esta decisión terrible – muy probablemente a puertas cerradas y sin informar al público – no deberían ser juzgados junto a Gosnell y acusados de imprudencia temeraria. Lo que hicieron fue francamente criminal, y deben asumir su parte de la culpa. Como ha señalado más de un comentarista, bajo la mirada de los políticos pro-aborto fueron mejor regulados los salones de belleza y las peluquerías que las clínicas de aborto.
Por supuesto, los medios de comunicación de Estados Unidos restaron importancia o ignoraron la participación de los ideólogos pro-aborto en el surgimiento de esta casa de horrores (los medios de comunicación irlandeses, por su parte, han ignorado la historia de Gosnell, al no querer dejar que la verdad sobre la industria del aborto impacte negativamente sobre su presión para tener legalizado el aborto en este país).
El informe del Gran Jurado no tira golpes, y la ira y el disgusto de los investigadores es evidente en cada línea. Pero mientras que su rechazo es indudablemente sincero, hay una confusión moral en el que se sustenta ese rechazo, porque los investigadores, a pesar de todo lo que habían visto y oído, encontraron necesario reafirmar un “derecho” al aborto.
Esto es claramente contradictorio e ilógico. Si es malo matar niños, su edad no debería importar. Pero la ley es perversa, y ha deformado la moral hasta el punto en el que el horror causado por personas como Gosnell se torna inevitable.
Gosnell estaba matando bebés en una clínica repugnante, y él no respetó el plazo legal para la matanza de niños en el Estado de Pennsylvania. Pero para la mayoría de miles de niños que murieron a manos de Gosnell, la ley lo apoyaba en forma absoluta. Gosnell buscó la parte más lucrativa del negocio del aborto, los abortos tardíos. Y mientras él quebrantó la letra de la ley, el espíritu de la ley había establecido su derecho a matar a los bebés con fines de lucro. Para Gosnell, era entonces sólo cuestión de romper las reglas.
El informe detalla cómo los bebés grandes, nacidos vivos – a los siete y ocho meses de gestación – respiraban y se movían antes que Gosnell cortara sus cuellos o rompiera sus médulas espinales. Describe con detalles repugnantes cómo Gosnell y otros bromeaban sobre el tamaño de los bebés que estaban a punto de ejecutar, e incluso algunas veces jugó con ellos antes de matarlos. Cualquier persona con algún sentido de la moralidad estaría consternada por esta horrible revelación.
Pero sin embargo muchas personas se han dejado convencer que el aborto es moralmente justificado, y apaciguan sus conciencias al señalar los plazos y las llamadas restricciones. Es una moral perversa, porque no tiene sentido argumentar que a los cinco meses y treinta días un niño puede ser asesinado, y que un día más tarde es un asesinato matar a ese mismo ser humano. La verdad es que la única forma de garantizar que la ley nunca más haga la vista gorda ante el horror revelado en Filadelfia es el restablecimiento del derecho a la vida de todos los niños por nacer y poner fin de inmediato al aborto legal.
Mientras tanto, no se le ha llamado la atención a la industria del aborto por lo que ocurrió en la clínica de Gosnell durante más de treinta años, aun cuando el Gran Jurado consideró que la Federación Nacional del Aborto había visitado las instalaciones, y que, mientras sus inspectores habían encontrado que era sucio e inadecuado, la Federación no compartió esa información con las autoridades. Así que las madres y los bebés siguieron muriendo, en condiciones que literalmente hacen llorar al corazón.
En la misma semana que Gosnell y sus colaboradores fueron acusados de asesinato, el presidente Obama habló de su apoyo continuo al aborto legal. No debe haber sorprendido a los observadores experimentados que éste sea el hombre que habla de compasión mientras apoya el aborto tardío y vota en contra de la Ley de los Nacidos Vivos.
Él apoya la industria del aborto, la que apoyan los abortistas tardíos como Gosnell, y que ahora están atacando las leyes de Irlanda a favor de la vida con todo lo que tienen. Su mayor aliado son los medios de comunicación irlandeses que están patéticamente dispuestos a publicar las exigencias de Planned Parenthood de “aborto seguro y legal” que ellos afirman es un “derecho” de la mujer.
Pasan convenientemente por alto que Gosnell está siendo acusado de la muerte de un aborto fallido en una mujer de 41 años de edad, Karnamaya Mongar, una refugiada de Nepal, y que el Gran Jurado también recolectó pruebas que él causó la muerte de al menos otra mujer y provocó lesiones graves – incluyendo la perforación del cuello uterino y del útero – a muchas otras. Ex trabajadores de la clínica también lo han acusado de practicar abortos en “menores de edad” en contra de su voluntad cuando sus madres se lo pidieron, y de realizar otros abortos sin formularios de consentimiento.
¿Son éstas las personas que pretenden ser el respaldo para los derechos de las mujeres? La farsa – y la carnicería – deben finalizar ahora.

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