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sábado, 30 de agosto de 2008

El hijo a cualquier precio en el mercado de la fertilidad (Nota completa clic aquí)

Por M. Ángeles Burguera - Aceprensa
El año pasado nacieron en España siete mil niños con técnicas de reproducción asistida. Lo que comenzó siendo una práctica aislada se ha convertido en un recurso frecuente. Mientras la tecnología avance y las parejas estén dispuestas a pagar, todo vale. La insuficiente información sobre la eficacia de los tratamientos y sus repercusiones psíquicas, y una legislación sin apenas trabas juegan a favor de un negocio creciente.
Mientras en Estados Unidos ya hace tiempo que se habla de negocio (cfr. Aceprensa 40/07), treinta años después del nacimiento de la primera niña probeta en Gran Bretaña comienzan a oírse más voces críticas en Europa. Un estudio presentado recientemente en París, De la píldora al bebé probeta. ¿Elecciones individuales o estrategias médicas?, analiza la dura experiencia de las parejas sometidas a procesos de fecundación in vitro
(FIV).
Es una verdadera carrera de obstáculos; la FIV impone obligaciones de organización muy pesadas, tratamientos dolorosos y un alto riesgo de fracaso; algunos sienten que se instrumentaliza su cuerpo: las mujeres porque se convierten en una máquina de producir ovocitos y los hombres porque se ven reducidos a donantes. Muchos se rebelan frente a una medicina que califican de veterinaria, demasiado estandarizada y anónima”, afirma Annie Bachelot, psicosocióloga del Inserm y autora de una parte de la investigación.
Más fracasos que éxitos
Las consecuencias negativas también provienen de la falta de información sobre los índices de fracaso de estas técnicas. “Después de cada intento de FIV, más de un 25% de las parejas abandonan y muy pocas van más allá de cuatro tentativas”. Entre las que siguen, puede darse una especie de huida hacia delante, a veces incluso alentada por el médico, aunque en otros muchos casos refrenada; en esos momentos suele derivarse al paciente a la consulta de psiquiatría: porque parece que se juegan algo más que el deseo de tener un hijo”, señala Bachelot.
La realidad francesa, similar a la española, es que “hay poca información sobre la tasa de éxito en la técnicas de fecundación in vitro. Las clínicas dan porcentajes de entre el 20 y el 30 por ciento”, afirma el doctor Guillermo López, director de Ginecología de la Clínica Universitaria de Navarra. “En medicina, una técnica con un 70 por ciento de fracasos no se haría, no se admitiría, pero aquí todo vale. Como las familias buscan el hijo desesperadamente, se les ofrecen novedades, añadidos que puedan darles más garantías y se encarece todo el proceso técnico: es una industria muy rentable y las posibilidades son muy amplias”.
Efectos psíquicos
En opinión de Guillermo López, las personas sometidas a esas técnicas sufren repercusiones psíquicas no solo cuando no hay éxito –con la FIV hay muchos abortos espontáneos, y eso genera gran frustración–, sino incluso aun habiendo tenido descendencia. “Aunque en esta clínica no hacemos reproducción asistida por motivos éticos, llegan a consulta bastantes matrimonios con dramas tremendos, tanto por los fracasos de la técnica como por saber –después del éxito– que tienen aún embriones congelados y deben decidir qué hacer con ellos después de cinco años, si no quieren o no pueden afrontar un nuevo embarazo”.
Otro elemento que influye también en las dificultades para tener hijos es la edad de los padres. La edad media de la primera maternidad entre las mujeres españolas era de 29,3 años en 2005 y más de la mitad de los partos primerizos (56,1%) correspondieron a una madre de 30 o más años. “Eso es una barbaridad, porque indica que muchas los tienen ya cumplidos los 35”, explica Margarita Delgado, demógrafa del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (El País, 24-11-2007).
Al boom de la anticoncepción de las últimas cuatro décadas, se le une ahora el extremo opuesto: la reproducción sin sexo y a toda prisa. La misma sociedad que pospone los nacimientos por motivos laborales o sociales acaba viendo en la infertilidad un tipo de limitación y pagando por la gestación un alto precio –entre 3.000 y 6.000 euros por ciclo–, bajo el lema de que hay que asegurarse de haberlo intentado todo.
La ausencia de hijos se considera como una minusvalía –ahí se incluyen también las mujeres solas– y la carrera por la gestación se impone, aun con la sensación de convertir el propio cuerpo en un mero instrumento.
A veces falta paciencia para esperar que llegue la concepción, así como también desconocimiento de otras posibilidades. “En bastantes centros de reproducción asistida se ofrecen técnicas in vitro en plazos breves, seis o doce meses después de la primera consulta. La microcirugía tubárica, por ejemplo, para la reconstrucción de ligaduras anteriores, tiene una tasa de éxito de embarazos del 70 por ciento, muy por encima de la que ofrece la FIV, pero de esto se informa poco”, señala el director de Ginecología de la Universidad de Navarra.
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