Enviado desde España por Luis Fernández Olmedo
Una de las características fundamentales de nuestra sociedad es la separación evidente entre el ‘mundo espiritual’ y el ‘mundo material’. La sociedad que nos rodea, las personas que la formamos, estamos todo el día metidos en la vorágine de trabajo compulsivo, compras, colegios, planes de viajes a medio y largo plazo... y de vez en cuando hacemos un apartadillo para rezar algo o ir a misa en el mejor de los casos. Esto en la gran mayoría de las personas que se declaran religiosas. Las que no, ni siquiera eso.
No creamos que esto solo ocurre a gran escala, en las ‘grandes’ decisiones socio-políticas, sino también a nivel subatómico, en nuestras familias, en nuestros ambientes de trabajo o parroquia. Nos empeñamos en solucionar nuestros problemas diarios a base de empeño y esfuerzo aplicando formulas muchas veces inadecuadas. Por ejemplo, ante el mal comportamiento de nuestros hijos, muchas veces ‘solo’ recurrimos al dialogo; ante los problemas económicos o de trabajo ‘solo’ recurrimos al replanteamiento de gastos o reflexión ‘profunda’ sobre el entorno laboral; o ante un problema de ausencia de jóvenes en nuestras celebraciones litúrgicas ‘solo’ apelamos al lamento de “como esta la juventud, antes no era así”
La sociedad va por un lado, la Iglesia por otro, en paralelo, sin solución de intersección ni superposición. Lo que dice el Magisterio, lo que dicen los obispos fieles al Magisterio, se queda en papel mojado, palabras en el desierto. Aunque sus directrices sean bien acogidas, no son aplicadas ni conocidas o son pronto olvidadas. Lo que nos dice la Palabra del Señor se queda en el ámbito particular, privado, en general no tiene una consecuencia práctica con trascendencia familiar y social y la virtud de religión se queda traducida en un pietismo estéril lleno de formulismos, muchas veces rozando la superstición.
La dicotomía es evidente. La desconexión manifiesta en sus consecuencias, como podemos comprobar en cualquier ámbito.
El corolario de esta separación es que cada día el mundo esta más separado de Dios y los que queremos seguir junto a El, vemos como por un lado nos tiran los criterios sobrenaturales y por otro los naturales. Esto siempre ha sido así para todos los hombres. Pero el gran problema actual es que hemos equiparado la fuerza de ambos y los criterios naturales van ganando terreno en nosotros cada día al estar inmersos en una sociedad completamente desacralizada, reduciendo nuestra conciencia de Dios y su Gracia en nuestras vidas. Cada vez somos menos conscientes de nuestros pecados, de lo mucho que se ofende al Señor en esta estructura social. Nos acordamos de los abortos cuando salen las estadísticas. Nos acordamos de los divorcios... ¿cuándo? Ya ni nos damos cuenta (ni en general hacemos nada) cuando en un anuncio en televisión o en alguna película salen escenas inmorales. Y esto por no hablar de la educación, los criterios económicos, la formación espiritual, el culto exacerbado de la estética... cualquiera de los ámbitos que podamos pensar están plenamente sembrados de Mal y nos van ganado por goleada.
Y así no podemos solucionar los males que nos rodean, mas que nada porque los medios utilizados no son los adecuados. No podemos matar un león con matamoscas. Nos fiamos de los medios humanos para poner parches en los odres y el vino revienta el odre podrido.
En esta época que vivimos las opciones socio-políticas que tenemos a mano en nuestro país y también las de fuera se ciñen escrupulosamente al ámbito material consumando esta dicotomía y la mutilación del hombre, en el que los valores morales y espirituales pasan en el mejor de los casos a un segundo plano, siempre privado y particular. No hay una propuesta seria de cambio social que de un golpe de timón en el devenir social y político. Y así, sea cual sea la opción que gobierne tras unas elecciones, España se vera abocada a otro periodo legislativo en el que se perpetrarán cientos de miles de abortos, cientos de miles de familias se romperán legalmente, nuestros hijos continuaran siendo educados como autómatas dependientes de la playstation y tendremos que tragarnos las películas, series y anuncios inmorales. Eso si, los que nos decimos católicos seguiremos yendo a misa con periodicidad contrastable, algunos nos confesaremos de vez en cuando y también rezaremos con asiduidad.
No es que quiera denigrar las prácticas religiosas, más bien al contrario. Si Dios me lo concede, mi familia y yo seremos parte de ese grupo. El tema de fondo esta en que esta practica religiosa debe tener una consecuencia social. Cada uno de nosotros formamos parte de la ‘estructura social’ de la Iglesia y al mismo tiempo de la ‘estructura social’ civil, por llamarla así. Y no somos personas distintas sino la misma persona, y siendo así nuestra vivencia religiosa, si es real, tiene y debe tener una consecuencia hacia el entorno que nos rodea y en el que nos movemos. Y en este entorno esta también el ámbito político que es el que mediante sus organismos legislativos crea y aplica leyes que condicionan el devenir moral de la sociedad entera.
Antes de las pasadas elecciones legislativas se hizo una propuesta concreta de creación algún tipo de plataforma política católica en orden a meter la cabeza en el senado para poder desde allí hacer ruido con el tema de las leyes anti-natura que padecemos y despertar conciencias dormidas entre los políticos católicos. Aun con poco tiempo, si esta propuesta hubiera sido apoyada desde las instancias adecuadas, podría haberse hecho algo y más aprovechando el tirón de la manifestación de diciembre pasado en Madrid en apoyo a las familias. Sin embargo, no se ha podido, sabido o querido apoyar. Es posible que aun no fuera el momento. Quizás si.
Esta propuesta se hizo porque en los partidos políticos españoles con opción a representación parlamentaria no hay defensa de los valores religiosos y morales y por lo tanto conducen a la sociedad a la desacralización galopante (algunos llaman a esto laicismo o laicidad) y a que las conductas de las personas condicionadas por leyes anti-teas sean cada día mas opuestas al Señor, de forma declarada y consciente o de facto y ‘casi’ inconscientemente. Me incluyo.
Además de esta propuesta y en paralelo hubo un intento de unión entre partidos con ideario católico que no salió adelante y que fructificó únicamente en una carta de principios comunes pero que no llevaron a una acción común. Incluso hubo alguien que se atrevió a escribir a estos partidos para que reconsideraran las divergencias para unir fuerzas y lograr así que el total fuera mayor que la suma de sus partes. También se quedo en nada.
Y así, el Señor cada día más ofendido, más recluido en los sagrarios, más excluido de la sociedad, más al margen de nuestras vidas. Y lo triste es que está deseando estar presente en nuestra sociedad para colmarnos de la abundancia de sus bienes: paz, justicia, piedad, benevolencia... pero no le dejamos entrar.
Antes de comenzar el Adviento celebramos la Solemnidad de Cristo Rey. ¿Qué fiesta celebramos exactamente? ¿Rey de que? ¿Queremos que sea nuestro Rey, el de nuestra sociedad, o lo dejamos como tramite del calendario litúrgico? ¿Nos creemos eso de ‘venga a nosotros tu Reino’?. Alguien dijo (creo que Pascal, no estoy seguro) que Dios se ríe de las oraciones de aquellos que le piden ayuda en algo y luego sus acciones van en el sentido opuesto. Y Cristo Reina, como decía el insigne Cardenal Pie, por presencia (con el don de sus bienes) o por las calamidades inseparables de su ausencia.
Me quedo con las palabras de San Luis IX, rey de Francia, en el testamento espiritual a su hijo: “Esfuérzate en alejar de tu territorio toda clase de pecado”. Apliquémonos el cuento y esforcémonos, con hechos concretos.
Como parece que aparentemente no hay solución a corto plazo en el tema socio-político, sugiero otra iniciativa que si debe tener efecto y que no requiere más que la voluntad de realizarla. ¿Por qué no lanzamos una campaña seria de oración a nivel de parroquias, diócesis, grupos católicos? El Señor aun tiene algo que decir en nuestra tierra. Sería quizás una forma práctica de romper la separación sociedad-religión que he argumentado. Si rezamos con insistencia por nuestro país, estamos forzando la puerta y abriendo al Señor un resquicio por el que se pueda colar. Y no debe ser nada pretencioso, algo sencillo. Rosarios diarios (que ya se rezan en muchas parroquias) ofrecidos explícitamente por España, vigilias de oración periódicas, misas ofrecidas explícitamente en reparación de los crímenes que se cometen por las leyes abyectas que padecemos, en sufragio por las almas de los cientos de niños abortados cada día en España, miles en el mundo. Y el Señor entrará, seguro. Pero requiere que le abramos, que despertemos nuestras conciencias acomodadas y El se encargará de suscitar profetas, sin miedo a morir por El, que den un golpe de timón y nos despierten de este letargo infecto en el que nos encontramos mientras nuestros hermanos van cayendo a nuestro lado sin que casi los miremos, mientras el Señor es flagelado con insistencia ante nuestra pasividad.
Como decía San Agustín, la oración es la omnipotencia del hombre y la debilidad de Dios.
Y la consecuencia lógica de nuestra oración es nuestra acción. Y esto es un don de Dios y como tal, hay que pedirlo. Ilustrativa la oración de Santo Tomas Moro: “Concédeme, buen Señor, trabajar en aquello por lo que rezo”. Es el Señor quien nos puede conceder la Gracia de unir el destino de nuestra sociedad con nuestra vivencia religiosa, y esto no es otra cosa que orientar la sociedad hacia El, algo que es de justicia para con Dios, prefigurando en la tierra el Reino futuro del Señor. Creo que a esto le llaman Cristiandad. Esta Gracia nos la concederá si se lo pedimos con fe.
El Señor no esta ‘allí’ quieto, parado, viendo el tema como espectador, como quieren hacernos creer y donde esperan que se quede. Espera manos alzadas, mueve corazones, busca con insistencia quien le siga. El Señor nos llama, cada día, a dejar nuestras redes. Estamos muy enredados y nos hace falta que venga realmente. Que el Señor nos conceda luz para ver y fuerza para seguirle.
Señor, ten misericordia de nosotros y concédenos colaborar contigo en la extensión de tu Reino en España y su conversión a ti. Que te dejemos de ofender. Venga a nosotros tu Reino.