Recomendaron en ese sentido que “se trate con rigor científico y sin falsos ideologismos problemáticas psicológicas, afectivas y espirituales que afectan en ciertos casos a niños, jóvenes y adultos de nuestra comunidad, enfermos muchas veces por la falta de sentido de la vida, producto de un modo de vida que sólo privilegia lo superfluo y anecdótico”.
Frente a quienes en nombre del progreso sólo ofrecen “el viejo mensaje del egoísmo criminal”, afirmaron el compromiso de “trabajar para la dignificación y elevación de nuestro noble pueblo paraguayo, difundiendo una auténtica y sólida cultura de la vida, libre de toda malsana influencia colonialista extranjera, que no busca la promoción de nuestros hermanos sino su denigración”.
Para afianzar y consolidar esta cultura de la vida, en la declaración de Asunción “Sexualidad, don de Dios a la humanidad”, propusieron:
1. Desarrollar una auténtica educación en el amor como base de las relaciones interpersonales y como garantía del respeto a la dignidad de la persona humana.
2. Que la familia sea la primera educadora, y que las políticas educativas complementen y acompañen la acción formadora y formativa de los padres. Para poder cumplir con este rol educador, la familia debe contar con todas las garantías que necesita para acompañar el crecimiento y la formación de sus hijos, y debe tener acceso a todos los recursos que necesita para vivir con dignidad y ser una verdadera escuela formativa y formadora de sus con este sus hijos.
3. Que los niños sean los únicos privilegiados en nuestra sociedad, que no se vean obligados a proveerse como mendigos lo que sus padres no pueden proporcionarles.
4. Que las políticas de salud tengan como objetivo curar y promover el bienestar integral de las personas, no su contaminación química ni fisiológica en nombre de “políticas” espúreas que sólo promueven la degradación de quien debe padecerlas.
5. Que toda política educativa y los programas que se implementen tengan como objetivo una verdadera formación integral, que tenga en cuenta las dimensiones físicas, biológicas, psicológicas, espirituales y religiosas del ser humano, y que los capacite para poder cumplir con su destino trascendente.
Frente a quienes en nombre del progreso sólo ofrecen “el viejo mensaje del egoísmo criminal”, afirmaron el compromiso de “trabajar para la dignificación y elevación de nuestro noble pueblo paraguayo, difundiendo una auténtica y sólida cultura de la vida, libre de toda malsana influencia colonialista extranjera, que no busca la promoción de nuestros hermanos sino su denigración”.
Para afianzar y consolidar esta cultura de la vida, en la declaración de Asunción “Sexualidad, don de Dios a la humanidad”, propusieron:
1. Desarrollar una auténtica educación en el amor como base de las relaciones interpersonales y como garantía del respeto a la dignidad de la persona humana.
2. Que la familia sea la primera educadora, y que las políticas educativas complementen y acompañen la acción formadora y formativa de los padres. Para poder cumplir con este rol educador, la familia debe contar con todas las garantías que necesita para acompañar el crecimiento y la formación de sus hijos, y debe tener acceso a todos los recursos que necesita para vivir con dignidad y ser una verdadera escuela formativa y formadora de sus con este sus hijos.
3. Que los niños sean los únicos privilegiados en nuestra sociedad, que no se vean obligados a proveerse como mendigos lo que sus padres no pueden proporcionarles.
4. Que las políticas de salud tengan como objetivo curar y promover el bienestar integral de las personas, no su contaminación química ni fisiológica en nombre de “políticas” espúreas que sólo promueven la degradación de quien debe padecerlas.
5. Que toda política educativa y los programas que se implementen tengan como objetivo una verdadera formación integral, que tenga en cuenta las dimensiones físicas, biológicas, psicológicas, espirituales y religiosas del ser humano, y que los capacite para poder cumplir con su destino trascendente.