Dos ejemplos de la presión del homosexualismo político: El Supremo desestima una reclamación contra Jordi Pujol por dirigirse a una transexual en masculino. Un zoológico canadiense aclara que “nunca se entrometerán” en la reunificación de una pareja de pingüinos ‘gays’ separados solo para procrear.
¿Hasta dónde puede llegar la presión que ejerce el homosexualismo político en aras de normalizar cualquier situación que afecte a su colectivo por rocambolesca que ésta sea? Una posible respuesta viene de la mano de dos noticias aparecidas en las últimas 48 horas.
El Tribunal Supremo (TS) ha desestimado una demanda interpuesta por una transexual contra el ex presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, porque un asesor suyo encabezó una carta dirigida a ella con la expresión “apreciado señor”.
EL TS desestimó la reclamación presentada por la presidenta del Colectivo de Transexuales de Cataluña, Olalla Cruz, en la que consideraba que se había vulnerado su honor, dignidad e integridad moral, por lo que reclamó por vía judicial.
En primera instancia, la Audiencia de Barcelona ya desestimó la demanda, en la misma línea que lo hace ahora el Supremo, que establece que el tratamiento masculino a Cruz fue “un simple malentendido”.
En ese sentido, el TS advierte que la propia demandante “reconoció que hasta entonces le habían dado un trato femenino”. Además, se recuerda que quien escribió la carta fue un asesor cultural de Pujol, Albert Manent, y no quedó claro si el propio ex presidente quien ordenó su envío.
No separar a los pingüinos ‘gays’
Por otra parte, un zoológico de Toronto (Canadá) se ha visto obligado a dar explicaciones del por qué separó a una pareja de pingüinos ‘gays’ para no pecar de ser políticamente incorrectos.
Unos días antes, la pareja formada por dos pingüinos africanos macho de este zoo fueron separados para que pudieran fertilizar a sus compañeras hembras. Ahora, la dirección del centro asegura que los pingüinos ‘gays’ estarán separados sólo por “un corto período de tiempo”.
Los responsables del zoológico dicen que cuando los pingüinos hayan conseguido su objetivo de fertilizar a sus compañeras podrán hacer “lo que quieran”. De hecho, los cuidadores “nunca se entrometerán” en su reunificación una vez cumplan con sus fines reproductivos, añaden.
El zoo explica en su página de Facebook que “Pedro y Buddy juegan un papel clave en ayudar a asegurar un largo futuro a los pingüinos africanos, que actualmente son una especie amenazada”. El primero tiene 10 años, mientras que Buddy le dobla la edad.
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