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lunes, 30 de mayo de 2011

Cuando la ideología empaña la ciencia: ¿fecundación ‘in vitro’ sí o no? - forumlibertas.com



Por Juan Francisco Jiménez Jacinto

Opiniones encontradas: la bióloga Anna Veiga acepta “sin escrúpulos” que “un embrión no es persona” y sostiene que la fecundación ‘in vitro’ “fomenta la vida”. Mónica López Barahona critica las “contraindicaciones éticas” que conlleva la práctica del llamado bebé medicamento.
La ciencia y el respeto a la vida humana a menudo no van de la mano. Recientemente se ha podido ver dos ejemplo contrapuestos de cómo desde la ciencia se puede defender lo más inherente al hombre como es el respeto a la vida, o cómo se puede utilizar la palabra ciencia para ir contra lo esencial del ser humano: su propia existencia.
Este segundo es el caso de la bióloga Anna Veiga que se ha desmarcado con unas declaraciones en las que asegura que un embrión es un ser humano pero no una persona. Esta investigadora del Parque de Investigación Biomédica de Barcelona se refugia en un concepto recurrente por parte de algunos científicos como es el de persona para ocultar la realidad científica.
Un embrión no es persona –acepta “sin escrúpulos” la bióloga- en una entrevista concedida a La Vanguardia y publicada el 23 de mayo. Estudiamos cómo estas células indiferenciadas se convierten en células especializadas... y así avanzaremos en la terapia celular”, sin embargo la ciencia ya ha constatado en sucesivas ocasiones que el embrión es un ser humano y desde un punto de vista genético, su genotipo es el de un ser humano diferente e irrepetible. La persona es un proceso que se inicia cuando la primera célula ya es irrepetible.
Además considera que “sectores de la Iglesia católica” atacan la fecundación in vitro “con calumnias” y afirma demagógicamente: “Nos han dicho: “asesinos de embriones”, “abortistas”. Al contrario: ¡fomentamos nuevas vidas!”.
Cuando es interrogada sobre la competencia que este tipo de ciencia establece con Dios, Veiga responde: “La posición eclesial contra anticonceptivos y preservativos es flagrante, Si no se casan ni necesitan reproducirse sexualmente... ¿por qué opinan? Les iría mejor tener sexo, ¡así habría menos pederastia!”. Estas declaraciones responden a que Veiga debe de pensar que los católicos no mantienen relaciones sexuales cuando precisamente son la mayoría de católicos los que están casados y, en un contexto de matrimonio, mantienen relaciones con sus parejas. Una minoría lo constituye el clero, que eligen libremente el celibato como forma de vida, lo cual Veiga lo ve como una promoción de la pederastia alimentando de nuevo un tópico del todo incierto y difundido por los medios y los sectores anticatólicos.
Si bien está demostrado que es el homosexualismo político el que empuja a ciertas formas de pederastia a través, incluso, de su promoción a través del lobby gay y que entra en el seno del clero porque hombres con tendencia homosexual utilizan las estructuras eclesiales para aprovecharse de la posición que les otorga.
Eso no convierte a la estructura clerical en generadora de pederastas sino en una minoría de casos y lamentablemente en receptora. Además, la media de casos de pederastia en el seno de la Iglesia por parte de sacerdotes es mucho menor que en la sociedad. No obstante, esos pocos casos son anunciados a bombo y platillo por medios de comunicación que magnifican la incidencia real en la Iglesia.
La inutilidad de las células madre embrionarias
Otro debate que se extiende por la sociedad es la utilización de células madre embrionarias para experimentos científicos, debate que ha sido acallado una y otra vez por la inutilidad de esas células en los laboratorios. En repetidas ocasiones las células madre adultas (que no representan la eliminación de un ser humano irrepetible) han dado más y mejores frutos que las embrionarias.
En 2007, Robert P. George, catedrático de Jurisprudencia en la Universidad de Princeton y miembro del Consejo de Bioética del presidente de los Estados Unidos, verificó seis verdades innegables de que las células embrionarias han mostrado hasta ahora una total ineficacia. Estas declaraciones se han cosechado por todo el mundo a través que la ciencia experimentaba con estas células.
George afirmaba entonces que “existen más de 1.200 ensayos clínicos con células madre derivadas de tejido adulto” que han obtenido resultados. Además, entre otras cuestiones, el experto constataba que existe un reconocimiento generalizado del “estatus moral propio del embrión humano”.
El experto señalaba que “a pesar del radical enfrentamiento ideológico, existen por lo menos seis presupuestos objetivos innegables”. Algunas de esas verdades eran: que estamos muy lejos de encontrar terapias efectivas a partir de células madre embrionarias, que la mayoría estará de acuerdo en que los embriones merecen respeto dado que constituyen una forma de vida humana, que existen opciones científicas que no incluyen la destrucción de embriones humanos, a partir de las cuales se obtendrían células madre con propiedades equivalentes, y que los cuestionamientos a la destrucción de embriones no obedecen únicamente a convicciones religiosas.
La ciencia, también a favor de la vida
“Para tratar a un niño con metatalasemia hubo que crear 16 hermanos a los que no se dio el derecho a nacer”, este caso real sacado a colación por la directora general académica del Centro de Estudios Biosanitarios, Mónica López Barahona, es expresión de las contraindicaciones éticas que conlleva la práctica del llamado bebé medicamento. Cuestionamientos morales que no tendrían ni que plantearse desde el momento en que la ciencia da otras alternativas para solucionar problemas del mismo género. No habría que recurrir al ‘bebé medicamento’ si “se dispusiese de más células de sangre de cordón umbilical”, ha señalado recientemente la científica en su intervención en la mesa redonda ‘Fecundación in vitro y sus implicaciones éticas’, organizada por la Asociación Cívica y el Instituto CEU de Humanidades Ángel Ayala.
La muerte y la “suspensión de la vida” de los embriones son consecuencias inevitables de la fecundación in vitro. Y a ello hay que sumar las implicaciones del diagnóstico preimplantario, toda una “eugenesia”, a juicio de Barahona. Cuando con este método se trata de establecer si los embriones sufren alguna anomalía genética “no se hace con el ánimo de curarlos, sino para descartarlos en caso afirmativo”, ha señalado.
En lo que toca a la investigación con células madre embrionarias, considerada prioritaria en ciertas instancias, López Barahona ha mostrado su incomprensión con el hecho de que se considere “imprescindible” una vía de investigación que no ha demostrado “tener relación con la cabecera del paciente”. Y no la tiene, fundamentalmente, por los efectos secundarios en forma de tumores que se han observado, cosa que no sucede en el caso de las células madre adultas, que cuenta con 3.124 ensayos clínicos aprobados.
Los problemas ocasionados por la fecundación in vitrocomienzan además a emerger en la vida real de las sociedades. Por ejemplo, el anonimato exigido por ley para la filiación por fecundación in vitro ha tenido como derivada la formación de parejas cuyos miembros son parientes consanguíneos en un grado muy cercano

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