Anne Moir, neuróloga inglesa, autira del libro Brain Sex, no está de acuerdo con esta tesis. Para ella, la socialización que efectivamente debe proporcionar la escuela no consiste simplemente en estar juntos en el aula: “simplemente por convivir no se pegan las cosas”. En su opinión, la socialización está absolutamente vinculada con el aprendizaje: “si no se aprende, la socialización es irrelevante”.
Esta neuróloga defiende el modelo de educación diferenciada porque cree que es el que mejor capacita a los alumnos para la futura convivencia en sociedad. La clave está, según Moir, en saber utilizar las diferentes capacidades cognitivas de chicos y chicas. El café para todos no exprime esas capacidades y puede además crear ciertos prejuicios psicológicos dañinos para el alumno.
Moir pone como ejemplo el desarrollo de la inteligencia emocional, mucho más tardío en ellos que en ellas: “Eso puede conducir a que estas ignoren a los chicos de su misma edad y piensen que son estúpidos”. La inteligencia emocional tiene mucho que ver con la maduración global de la personalidad, de ahí que Moir opine que “ese lento desarrollo [en los chicos] determina que poner a los adolescentes en las mismas clases repercutirá negativamente en su desarrollo y empobrecerá la comunicación entre sexos”.
Se trata de optimizar el papel socializador de la escuela, precisamente el punto que los críticos de la diferenciada señalan como su tendón de Aquiles. La escuela diferenciada, piensa Moir, no minusvalora el aspecto socializador de la escuela. Al contrario, se lo toma muy en serio: “la socialización no es algo que ocurre; se entrena”. Por eso, Moir apuesta por la educación diferenciada. Y añade: “Me gustaría que los colegios se organizasen de manera científica y no políticamente”.