NUEVA YORK, 22 de abril (C-FAM) – Los delegados ingresaron apresuradamente en la gran sala de conferencias de la ONU justo antes de las tres de la tarde el pasado viernes. Habían debatido cada noche, durante toda la semana, y hasta después de las dos esa madrugada, sin llegar a un acuerdo. Ahora, contaban con sólo veinte minutos para decidir si aceptaban ya no su versión del documento, sino una que, en su lugar, armó el moderador de la reunión.
Algunos se veían sin duda disgustados mientras hojeaban las páginas y se dirigían con prisa a dialogar con otros delegados. Seguían apareciendo en el documento muchas frases controvertidas que los gobiernos habían objetado. Por ejemplo, a pesar de que una clara mayoría de los países negociadores se manifestó en contra de los «derechos reproductivos», estos figuraban en la primera página del «texto del moderador».
Por tercer año consecutivo, la Comisión de Población y Desarrollo de la ONU debió recurrir a esta maniobra procedimental de último momento para evitar que finalizara el período de sesiones sin que se acordara un documento resultante.
Un delegado involucrado en las negociaciones dijo a Friday Fax que la creciente división en el seno de la comisión sugiere un «debilitamiento del supuesto consenso que forjó el Programa de Acción inicial de El Cairo en 1994».
Veintitrés países se opusieron a la «educación sobre sexualidad» para niños de diez años propuesta por EE.UU., mientras que sólo dos la apoyaron. No obstante, se incluyeron cinco referencias a ella o a la «educación sexual» a lo largo del documento.
Veintidós estados árabes, a los que se unieron Malta, Polonia, la Santa Sede y otras naciones, se opusieron reiteradamente a los «servicios de salud reproductiva», término empleado por el personal de la ONU para incluir el aborto. No obstante, fue incluido.
Lo que explica esta discrepancia es el hecho de que el texto del acuerdo no constituía lenguaje pactado, sino que más bien fue escrito por el moderador de la negociación, un delegado de Europa Occidental.
Para cuando los delegados vieron el texto, el viernes a última hora, les quedaban pocas opciones. Podían rechazarlo y retornar a sus ciudades con las manos vacías, enfrentando la humillación profesional. O podían retomar las negociaciones en una sala más pequeña, escaleras arriba, para intentar rescatar dificultosamente el lenguaje que salvara su reputación hacia el final de la jornada. Optaron por lo segundo.
El moderador dijo a los hastiados delegados que sólo dos cuestiones estaban sobre el tapete. Presionado a revelar cuáles eran, anunció que se referían a la inclusión de una cláusula sobre soberanía nacional, solicitada por el grupo árabe, Irán y Paquistán, y a la remoción de una referencia a la «ocupación extranjera», término que repugna a Estados Unidos e Israel.
Las negociaciones continuaron de acuerdo con sus instrucciones y a pesar de las objeciones de la Santa Sede y de otras delegaciones, que sostenían que debían atenderse cuestiones centrales sobre la vida humana y la familia.
Horas más tarde, los delegados aparecieron y se volvieron a reunir en la sala principal. Se incluyó la cláusula sobre soberanía nacional. No se eliminó ninguna de las referencias más atroces para la mayoría de las naciones respecto de la vida humana y la familia.
Un miembro del Congreso estadounidense dijo a Friday Fax: «Estados Unidos ahora utilizará este presunto documento de “consenso” a fin de presionar a las naciones en desarrollo para que modifiquen sus leyes diciendo “esto es lo que su país acordó, ahora cumpla o arriésguese a perder asistencia financiera”».
No hay comentarios.:
Publicar un comentario