Por Jewels Green
Nota: Jewels Green, de los Estados Unidos de América, ha trabajado en una clínica de abortos, también se efectuó un aborto. Recientemente habló por primera vez acerca de sus experiencias como trabajadora en una clínica de abortos. Usted puede leer ese artículo aquí. En esta columna ella revela más detalles acerca de sus cinco años en la clínica.
22 de septiembre 2011 (Notifam) – Fue tanto lo que se convirtió en un negocio cotidiano, como de costumbre, mientras yo trabajaba año tras año en una clínica de abortos: las lágrimas, los padres y los novios gritando, los conductores que acompañaban a las pacientes de aborto y que decían que “salían a fumar un cigarrillo”, y luego desaparecían – abandonando a la madre embarazada que ellos habían llevado, los chistes en el comedor sobre el que se presentó con sus otros hijos en el remolque (No permitíamos a los niños en la sala de espera. Nunca).
Incluso lo macabro se convirtió en un lugar común. El humor negro que yo había visto en películas sobre el personal médico que trabajan en torno a la enfermedad y la muerte día tras día era como en casa en una clínica de abortos.
Recuerdo vivamente la señora de la limpieza que renunció después de encontrar un pie en el desagüe de uno de los sumideros en la sala de autoclave (donde se limpiaban y esterilizaban los instrumentos médicos después de los abortos) y cómo nos reímos y bromeamos después sobre eso en el salón para el personal, durante días y semanas.
En una oportunidad hubo un corte de luz durante horas y todos estábamos explícitamente instruidos de NO abrir el congelador, donde estaban almacenados todos los desechos médicos (es decir, las partes del bebé muerto en bolsas de riesgo biológico), pero inevitablemente alguien abrió el congelador y nunca, nunca, por el tiempo que yo viva olvidaré el hedor de la carne humana en descomposición, pero todos nos reímos cuando lo amordazamos y bromeamos sobre la forma en que al menos “ellos” lo habían mejorado en ese congelador sin funcionar, porque al menos no podían olerlo.
Pero hay algo sobre la clínica que nunca me cayó bien, y tal vez esto es porque en mi corazón siempre supe que estaba mal. Todo eso estaba mal. Sobre todo esto: el bebé muerto en el refrigerador en el laboratorio. Se promocionó como una “herramienta de enseñanza” y una “anomalía médica” que este feto perfecto de 10 semanas de edad “sobreviviera” perfectamente intacto al procedimiento de aborto por aspiración. Así que a él (pensé que podía decirle que era un él) se le dio el dudoso honor de ser conservado en formol en un frasco de plástico transparente en el refrigerador de laboratorio. Creo que lo llamamos Charlie, pero no puedo recordar realmente. Yo sé que él tenía un nombre, pero felizmente lo he olvidado o reprimido. Pero él estaba allí. Todos los días que trabajé allí.
De vez en cuando me asomaba sobre él, fascinado por el carácter bizarro de todo eso, pero también con una curiosidad científica – todos los demás abortos terminaron en partes, trozos y piezas de un humano en el frasco, pero esta pequeña criatura milagrosa estaba perfectamente formada y completa en todos los niveles, con la excepción desgarradora que estaba muerto. No había ninguna bolsa de líquido amniótico, no había placenta, sólo un perfecto bebé diminuto. Flotando en el frasco. En la nevera. Testigo mudo para siempre en la marcha hacia la muerte de sus hermanos inmaduros.
Ahora puedo rogar que su alma descanse en paz, y que algún día se le dé una sepultura decente, o al menos, que sea expulsado con el resto de los residuos biológicos peligrosos, ya que eso sería mucho más misericordioso que tenerlo allí donde yo sabía que estaba él.
Este artículo apareció originalmente en inglés en LiveAction.org. Se reproduce aquí con permiso del autor.
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