En los últimos tiempos, la mejor garantía para que una estrella acapare portadas es tener gemelos. Tras los gemelos de Jennifer Lopez y Marc Anthony, han llegado los de Brad Pitt y Angelina Jolie, que eran ya famosos antes de nacer. Angelina Jolie nos fue preparando luciendo su embarazo por toda fiesta y festival que se precie. Pero ha sido Ricky Martin quien ha dado el campanazo al anunciar por sorpresa que se ha convertido en “padre de hermosos gemelos” y que va a dejar la vida loca por un tiempo para dedicarse a criarlos.
Lo novedoso de los gemelos del astro de la canción latina es que no se sabe de qué útero han salido. Las fotos muestran a Ricky Martín jubiloso con un hijo en cada brazo, pero solo. La oficina de prensa del cantante se ha limitado a decir que “nacieron vía método de subrogación gestacional”.
No hay modo más directo de normalizar una práctica antes mal vista que buscarle un nuevo nombre tan aséptico como sea posible. Antes se llamaba a esto “madre de alquiler” o “útero de alquiler”, pero es demasiado crudo, evoca el dinero y hasta puede dar argumentos de telenovela latinoamericana. Así que llamémoslo “subrogación gestacional”, que suena tan neutro como nacidos por cesárea.
Hay que suponer que Ricky Martin considera que se basta él solo para criar y educar a sus hijos. Después de todo, la Ricky Martin Foundation que preside se dedica a abogar por los derechos y el bienestar de los niños. En su web un lema nos recuerda que “Todo niño tiene derecho a jugar, a reír, a aprender el ABC y a ser saludable”.
Pero parece que en la nueva concepción de familia alternativa los niños han perdido un derecho que antes no se discutía: el derecho a tener un padre y una madre. En la declaración de los Derechos del Niño, aprobada por la ONU en 1959, se lee en el Principio n. 6 que el niño “siempre que sea posible, deberá crecer al amparo y bajo la responsabilidad de sus padres y (...) salvo circunstancias excepcionales, no deberá separarse al niño de corta edad de su madre”. Siempre ha habido niños que, por fatalidad o abandono, no han podido contar con sus dos padres; pero lo nuevo del fenómeno actual es la normalización de “huérfanos de encargo” para satisfacer las ansias de maternidad / paternidad de un adulto.
Sin duda, quien toma esa decisión piensa que con el amor que tiene a ese niño lo va a criar perfectamente y sin que nada le falte. Pero el cariño no suple la ausencia objetiva de uno de los progenitores. En estos casos de procreación artificial en solitario, un adulto decide que su hijo no necesita una madre o un padre. Pero, ¿qué pensaríamos de unos padres que decidieran que su hijo no necesita amigos, porque ya están ellos para darle apoyo, cariño y compañía?
No deja de ser curioso que se intente “normalizar” la maternidad de alquiler en un momento en que la ciencia está comprendiendo mejor que “el embarazo no consiste solo en llevar a un bebé; es una experiencia fundamental que modela a los dos protagonistas: la futura madre y el niño en gestación”, advierte el ginecólogo francés René Frydman. “Apenas estamos empezando a descubrir la complejidad y la riqueza de la interacción entre la madre y el bebé en el útero”.
Pero la “subrogación gestacional” solo atiende a los deseos del que hace el encargo.