El vocabulario que utiliza el diario de Prisa para hablar del aborto selectivo de niñas es el mismo que critican cuando se habla del aborto en general: lo llama ‘feticidio’ cuando se trata solo de niñas e ‘Interrupción Voluntaria del Embarazo’ cuando incluye a los niños.
El diario El País publicó el pasado 21 de septiembre un artículo titulado ‘Más de dos millones de mujeres ‘desaparecen’ cada año’ en el que denuncia que los “feticidios de niñas” se extienden “al Cáucaso y a los Balcanes”.
El texto, firmado por Georgina Higueras, afirma que “la odiosa práctica del aborto selectivo de niñas” se utiliza “sobre todo en China, India y Corea del Sur”. Además, recuerda que pese a que se ha prohibido el uso de ecografías para detectar el sexo del feto, en los últimos 20 años “han aumentado los feticidios de niñas en China hasta más de un millón en 2008”.
“Los expertos –prosigue el artículo, que se basa en las cifras del ‘Informe sobre el desarrollo mundial 2012: igualdad de género y desarrollo’ del Banco Mundial-atribuyen las causas de esta barbarie a la “combinación de la fuerte preferencia por los hijos con el descenso de la natalidad y la expansión de las tecnologías que permiten a los padres conocer el sexo de los hijos antes de su nacimiento”.
¿Abortos odiosos solo si son selectivos?
La pregunta que se deriva del planteamiento que El País hace sobre el aborto es, ¿por qué el aborto es “odioso” si se hace en una niña? ¿Si se hace a niños y niñas ya no es odioso? ¿Qué es lo que es odioso, el aborto o a quién se le practica?
Si fusilásemos de forma discriminatoria solamente a mujeres, ¿dejaría de ser discriminatorio si fusilásemos a mujeres y hombres igualmente? En realidad, ¿no cesaría la discriminación si no se fusilara a nadie?
El País revela una doble vara de medir que hace absolutamente incongruente su argumentación. Esta “barbarie”, según expresa el propio artículo, parece que solo es tal cuando el objeto del aborto son las niñas.
Curiosamente, el vocabulario que utiliza El País para hablar del aborto selectivo de niñas es el mismo que critican cuando se habla del aborto en general. La línea editorial del diario suele utilizar en lugar de ‘aborto’ el término ambiguo ‘Interrupción Temporal del Embarazo’ (ITE), ambiguo porque es temporal para la madre pero definitivo para el feto. Sin embargo, en esta ocasión El País prefiere hablar de feticidio ya que se discrimina a las niñas, algo que hace el propio diario con los niños cuando prefiere hablar de ITE en los casos de abortos de niños y niñas, y feticidio cuando se trata solo de niñas.
La tradición cristiana y su defensa de las niñas
La práctica de abortar niñas de China, India o Corea del Sur consiste en una práctica pagana que también se practicaba en las culturas precristianas que ocupaban Europa. Es decir, lo que hizo el cristianismo desde principios del siglo I fue imponerse contra el aborto y la prostitución infantil, y cuando se extendió por todos los países del Imperio romano, mandó prohibirlo.
El aborto de niñas era un hecho común en la cultura romana. Además, el feminicidio del recién nacido era una práctica regular y legal. A menudo, si el bebé nacido era niña, se dejaba “expuesta” hasta su muerte, es decir, era abandonada a su suerte sobre una roca.
Existe un documento de aquella época que viene a confirmar la naturalidad con la que esto se vivía. Se trata de una carta que le escribe un romano, que se encuentra trabajando en Egipto, a su esposa. En ella, de forma muy natural y con un tono cotidiano, como podría ser en la actualidad, le explica a su mujer la rutina de lo que está viviendo en su trabajo, le avisa de que le enviará dinero tan pronto como le paguen y, finalmente, con respecto al embarazo que está llevando su esposa y con la misma naturalidad que antes le dice a su cónyuge que si nace niña, la exponga. Sorprende la naturalidad con la que trata el tema del infanticidio de su propia hija.
¿Por qué entonces es una práctica habitual en culturas como la china y la india que se acabe con la vida de las niñas?, porque constituyen civilizaciones sin raíces cristianas en las que al igual que en la Roma pagana y la Grecia antigua los infanticidios a niñas era una práctica ordinaria.
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