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miércoles, 19 de octubre de 2011

Ex trabajadora abortista: cuando mi enemiga de la infancia ingresó para abortar - notifam.net


Nota: Jewels Green es una ex trabajadora en clínicas abortistas, que también se sometió a un aborto. Ella habló recientemente por primera vez sobre sus experiencias como trabajadora en una clínica abortista. Se puede leer ese pasado artículo aquí.

18 de octubre 2011 (Notifam) – Me intimidaban sin piedad cuando era una niña. Yo era pobre, inteligente y fea. No era exactamente el boleto-triple para la popularidad femenina en los suburbios, durante la década de los ‘70. Lo peor siempre sucedió en la parada de autobús y en el autobús hacia y desde la escuela primaria. Yo era objeto de burlas y patadas, de golpes y escupitajos a lo que yo llevaba (en su mayoría ropa usada de mi tía, 12 años mayor que yo), por mi corto y endeble “cabello de muchacho”, y porque yo era un “cerebro”. Todavía recuerdo vívidamente responder mal a propósito una pregunta o dos en una prueba breve en cuarto grado, porque así yo no tenía que pagar por ser “la niña 100%” en el patio durante el recreo.
La única vez -¡la única vez!- que tuve el valor para tratar de luchar, giré en forma horrible sobre una niña unos pocos años mayor que yo y mi dedo enganchó su collar y lo rompió. Era el día de la foto escolar y su madre le había prestado el collar para que lo usara para las fotos. Lágrimas silenciosas llenas de pesar y de rabia impotente corrieron por mi cara mientras su madre sostuvo el collar roto delante de mi nariz, frente a She-Bully y frente a mi madre en mi sala de estar después de la escuela. Incluso escribir ahora sobre ello me llena de vergüenza, enojo, tristeza y miedo.
Pasaron rápidamente 15 años y soy consejera en una clínica abortista en la ciudad donde crecí. Por difícil que era ver a amigos y conocidos entrar por esa puerta, era aún más difícil ver enemigos. Pero allí estaba ella. En la recepción ella hizo contacto visual conmigo sin pestañear, y pedí que ella fuera asignada a otro consejero.
Incluso entonces me dolía el corazón por la situación en que ella se encontraba, al no ver otra salida que abortar a su hijo, pero confieso que yo presumía que estaba allí para asistirla en un momento de pura vulnerabilidad. Hablé con la directora de la clínica acerca de mis sentimientos respecto a ella y la historia que compartíamos, y ella me sugirió dos posibles caminos: uno era ignorarla y su consejera le recordaría que nosotros valoramos la confidencialidad del paciente y que yo iba a respetar su privacidad, o podría acercarme a ella y explicarle lo mismo a ella por mí misma. Elegí la primera opción.

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Controlé las fichas sobre ella a lo largo de la mañana: una mujer embarazada que viene a la clínica para un aborto dentro del primer trimestre de embarazo generalmente pasa entre 4-5 horas para las pruebas de orina antes del aborto, para las pruebas de sangre, para el asesoramiento, para examinar los signos vitales, las ecografías, y por supuesto para el aborto mismo y el tiempo de recuperación posterior, pero también había un montón de espera. En cualquier “día del procedimiento” en la clínica que la yo trabajaba se efectuaban 20 a 30 abortos, a veces más. Mi parte compasiva todavía quería asegurarse que ella recibiera atención médica de calidad en su visita a la clínica de aborto, pero yo todavía no me atreví a hablar con ella.
Luego ella preguntó por mí cuando despertó en la sala de recuperación.
Ella me vio y acercó sus brazos hacia mí, me agarró las manos y lloró. Entonces me puse a llorar también. Ella no dijo una palabra y yo tampoco. No me jacto que yo pensaba que ella lloró de arrepentimiento por lo que me hizo. Creo que lloró al ver una cara familiar que se acercaba a ella después del horror de su aborto. Creo que ella lloró porque la única persona que estaba para consolarla era alguien que ella detestaba cuando era una niña. Creo que ella gritó -creo que ambas gritamos- porque su bebé estaba muerto, y porque no se podía retroceder en el tiempo para cambiar eso. No se podía retroceder en el tiempo para cambiar nada. Pero yo la perdoné. Por todo.

Reproducido con permiso del sitio cibernético Acción Pro-Vida en Vivo LiveAction.org

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